El país transita momentos extremadamente delicados ya no solo por cuestiones económicas sino porque los dramas sociales y políticos se han puesto a la vanguardia de la actualidad. La cocaína adulterada y un Presidente perdido en Asia muestran una Argentina devastada en todo aspecto. La pobreza y la miseria que imperan en cada rincón de nuestra tierra implosionan cualquier relato que contenga en sus dichos un futuro próspero y sensato.

El desconcierto que genera en el populismo el intento de gobernar sin recursos  (o al menos sin los recursos a los que estaban acostumbrados tener para dilapidar en épocas pasadas) se transforma en un sinfín de errores y vergüenzas que dañan aún más la precariedad que tenemos.

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Mientras transcurren días claves en virtud de poder sellar un acuerdo que con Fondo Monetario Internacional que nos permita evitar un default con el organismo y no caer en un terreno absolutamente desconocido, imprevisible y probablemente temible, el hijo y representante del sentimiento de Cristina Fernández de Kirchner pegó su propio portazo al expresar su desacuerdo con lo que se arregló en los borradores con el FMI, generando un cimbronazo político de consecuencias aún difíciles de cuantificar. La muestra de poder fue contundente, tanto como el impacto de su acto en el nivel de incertidumbre que reina en la República Argentina.

Parece que el nivel de inconciencia jamás está al límite: Alberto Fernández partió en su gira por Rusia y Asia como una aventura adolescente llevando una comitiva para que lo acompañe a hacer vaya a saber qué. Lo cierto es que el Presidente extendió su corazón a Vladimir Putin (en un contexto de extrema tensión entre Rusia y los EEUU) ofreciéndole la Argentina para que la utilice como la “puerta de entrada a América Latina”: la histórica fantasía de creer que el país es de su propiedad y actuar en consecuencia.

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Incluso (por si quedaba alguna duda del mal paso internacional que se estaba dando) el Presidente de la Nación esbozó la necesidad de dejar de depender del Fondo Monetario Internacional y de EEUU. Extraña frase del primer mandatario, a sabiendas que el endeudamiento en un organismo como el FMI es porque (más allá que es el prestamista de última instancia por excelencia, ya que uno recurre al organismo cuando no quedan más alternativas) en algún momento el despilfarro ha sido superior al esfuerzo realizado. 

El Presidente no comprende algo elemental: si se gasta crónicamente más de lo que se tiene, indefectiblemente el camino es terminar envuelto en un problema con nuestros acreedores, en un problema de deuda, en un problema de cesación de pagos.

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La necedad del Presidente en este tema es tan abismal que no comprende que el acuerdo requiere del 85% de conformidad delos votos de los países miembros: EEUU tiene en su poder más del 16% de ellos. Las cuentas son simples, depende de Alberto Fernández el querer verlas.

El país espera definiciones para intentar dar un paso hacia adelante. Mientras sigamos inmersos en un contexto de incertidumbre, no hay camino posible hacia adelante.

Mientras la política siga jugando con fuego, los riesgos de quemarnos son cada vez más altos, en un país que se encuentra a punto de incendiarse completamente.

Manuel Adorni es economista, conductor y columnista en Radio Rivadavia.