La inflación nuevamente ha sido la estrella entre los temas de la semana, aunque por causas más allá de las que habitualmente nos da el INDEC cada mes con sus informes lapidarios sobre el incremento de los precios.

Esta vez, la misma estuvo en el centro de la escena por la frase que se conoció de boca de uno de los empresarios más importantes del país en el marco de las Jornadas de AEA. El dueño de la cadena de supermercados “La Anónima” comienza su exposición indicando que ante los embates de la inflación sus comercios remarcan precios “todos los días”. Si bien lo dijo en tono irónico y ante un público que comprendió en ese instante a que se refería Federico Braun con esa frase, la misma fue utilizada por el Presidente de la Nación y la Vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner para justificar su ofensiva contra el sector privado, los controles de precios y su política de lucha contra la inflación.

El Gobierno sigue claramente firme por su camino de la equivocación: cuestionan las consecuencias de la inflación cuando lo que deberían hacer es trabajar sobre sus causas. Se molestan por la remarcación de precios cuando es algo que ocurre en todos los niveles de la realidad económica porque precisamente es la consecuencia del desastre que ellos mismos perpetraron con sus políticas monetarias y fiscales. Intentar convencer a la sociedad que una cadena de supermercados (que le da empleo a 11.600 personas resultando ser el décimo empleador privado de la Argentina) es el mal responsable del aumento de los precios (inflación que nos acompaña hace prácticamente dos décadas y que desde hace quince años no baja de los dos dígitos anuales) es de una estupidez asombrosa. Deberían reflexionar en tal caso que estos mismos empresarios a los que el gobierno culpa por los efectos devastadores de la inflación durante la década de la Convertibilidad no hayan aumentado sus precios e incluso hoy en países de la región con las mismas cadenas de supermercados tampoco aumenten sistemáticamente el precio de sus productos como lo tienen que hacer en la Argentina.

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La gravedad de lo que ocurre en materia inflacionaria no es el incremento de precios. Lo verdaderamente grave de este momento es que el Gobierno no logre comprender las causas por las que la situación inflacionaria se ha desmadrado. 

La inflación no deja de ser uno de los tantos problemas que acechan hoy a la Argentina. El faltante de gasoil está destruyendo el andar de la economía, especialmente en el interior del país. Camiones que no tienen combustible para moverse, mercadería que dejan de entregarse (y que en muchos casos se pierde) y hasta cosecha que queda varada en los campos sin poderse transportar. Hay 19 provincias con problemas de abastecimiento de combustible y el 90% de la economía –que es transportada indefectiblemente en camiones- hoy corre peligro. Las soluciones, tal como ocurre con las que se toman para la disparada inflacionaria, resultan increíbles: se estableció que YPF venda a los vehículos extranjeros el gasoil a un precio 65% superior al del precio de surtidor. La realidad supera a la ficción.

Mientras tanto, la Ciudad de Buenos Aires fue nuevamente sitiada por las organizaciones piqueteras. Los derechos de los que no trabajan y viven del Estado parecen tener más fuerza que los que aquellos ciudadanos que trabajan para así con sus impuestos sostener este delirio de asistencialismo social. El funcionamiento de la Argentina es opuesto a toda lógica.

La Argentina se ha vuelto absolutamente invivible. Por desgracia, el Gobierno cree que estamos camino al éxito, un éxito que nadie sabe bien a donde está.