El boom exportador del vino se ve amenazado por el faltante de botellas y Chile podría ganar terreno
Las bodegas observan con preocupación los problemas de faltas de envases y cuestiones logísticas que amenazan con afectar la exportación.
La industria vitivinícola viene registrando niveles récord de exportaciones. A partir de los datos de lo que va del año comprendiendo hasta noviembre, en el sector estiman que sólo en vinos fraccionados, las ventas podrían sumar entre U$S 830 millones y U$S 840 millones. De esta manera superarían el récord de U$S 787 millones de 2012.
El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) comunicó que en el mes pasado la venta de vino fraccionado registró un alza de un 21% interanual en volumen, a 200.336 hectolitros, y un 25,2% en ingresos, a U$S 75,33 millones. En los 11 meses que van del año, los despachos al exterior de fraccionados, mayoritariamente en botella, exhiben una suba acumulada de 8,6% en volumen, a 2,03 millones de hectolitros, y de 16,1% en divisas, a U$S 756,06 millones.
El buen presente no permite asegurar la misma suerte en el futuro próximo. El escepticismo se debe a que las negociaciones para el 2022, entre las bodegas y los clientes del exterior, considerarán el faltante de botellas que sufre la industria.
La escasez de envases viene desde principios de año debido al aumento exponencial de la demanda a nivel mundial, que afectó la capacidad de respuesta de las cristalerías. El INV reveló que en 2020 se consumieron cerca de 940 millones de litros, un número que no se alcanzaba desde 2016. El vino en botellón de 1 a 1,5 litros tuvo un alza del 37%, con respecto al 2019, mientras que la damajuana incrementó su venta en un 15%.
Al boom de la demanda se le sumó una explosión en uno de los hornos de la fábrica de vidrio Verallia, en Mendoza, principal proveedora de botellas de vino que aporta casi la mitad de las botellas del mercado, lo que agravó el panorama. Recién para junio del año entrante estaría arreglado el problema.
Ante esta situación, la cristalería nacional Cattorini Hermanos, responsable de la otra mitad de la producción local, sumó un horno extra para incrementar la fabricación de envases. Aun así el faltante se siente en las bodegas, y afecta tanto a las grandes como a las más pequeñas. La compleja circunstancia obliga a las empresas del sector a buscar abastecimiento de botellas en el exterior, a precios muy superiores a los que brinda el mercado local.
Otro aliciente negativo para la industria nacional son los inconvenientes de logística, que muestran demoras de entre 15 y 30 días en los envíos, por la falta de contenedores y buques. Este panorama hace temer a los empresarios vitivinícolas sobre una migración de clientes hacia otros mercados, especialmente al chileno.
"Nuestros principales clientes son Estados Unidos, Reino Unido y Canadá. A la Argentina le cuesta cumplir los compromisos y estos clientes quieren previsibilidad. Hoy, con los problemas que hay con la falta de botellas muchos empiezan a mirar otros mercados como el de Chile", indicó Juan Schamber, gerente de relaciones institucionales del Grupo Peñaflor.