El informe "La riqueza cambiante de las naciones del Banco Mundial (2021)" revela que en el sistema del cuentas nacionales argentinas no figura el valor de servicios ecosistémicos de las superficies protegidas de la jurisdicción nacional, que representan casi US$24 mil millones anuales (específicamente unos US$ 23.933.300.386).

Y tampoco estarían siendo monetizados de manera alguna, de acuerdo con el análisis que realiza el Banco Mundial de la riqueza de los países, tomando en cuenta no solo el PIB, sino también el capital humano y el natural.

El BIRF había ampliado ese año el concepto de riqueza de los países incorporando el conjunto de activos naturales y humanos, que se convierten a valores monetarios.

Otro de los antecedentes se encuentra en el reporte ¨The Economics of Biodiversity: The Dasgupta Review (2021)", que sugiere que las naciones necesitan adoptar un sistema de cuentas económicas que registre una medida ¨inclusiva¨ o ¨integral¨ de su riqueza, que sea considerada dentro de la definición de ¨riqueza¨ a la Naturaleza como un activo.

Los servicios ecosistémicos en las hectáreas con superficie protegida del país serían: regulación de gases, regulación de clima, regulación de disturbios, suministro de agua, formación de suelos, ciclado de nutrientes, control de erosión, tratamiento de residuos, polinización, control biológico, producción de alimentos, refugio y hábitat, turismo y recreación, cultura, materiales crudos, según la aplicación de una metodología científica que hizo la Administración de Parques Nacionales (APN) de Argentina. 

Su valoración económica equivalía al 3,8% del PBI de 2022, en crecimiento económico sostenible, de las personas que lo habitan y sus vastos recursos naturales. 

La riqueza natural argentina por habitante terminó siendo bastante inferior a la de Malasia y está ahí nomás de la OCDE y Brasil, pero si se comparan los globales de cada país o bloque queda relegada por Polonia, Malasia, Corea del Sur, OCDE y Australia, según el último inventario de las riquezas que realizó el Banco Mundial.

La diferencia entre el peso relativo de las tierras de cultivo, los activos del subsuelo, la pesca y manglares, pastizales, bosques, madera y con servicios ecosistémicos y capital humano y el que integran el capital producido, el humano, el neutral y los activos exteriores denota el deficiente aprovechamiento de la riqueza natural en relación con los otros países.

En números, da para Argentina una riqueza natural per cápita valuada en US$12.717 millones, que en la medición global de la economía nacional arroja como resultado US$200.000 millones por habitante, apenas adelante de México, de la región como conjunto y de Brasil.  

En la estructura del capital natural de nuestro país, la abundancia de tierras, tanto las empleadas para el cultivo como para el pastoreo, le confieren una sensación de riqueza que no se comparece con el comportamiento de indicadores como el PBI, pero induce a un gasto fiscal y endeudamiento que cíclicamente desbordan la capacidad de ser solventados con los ingresos generados.

Se acostumbra a medir la actividad económica de un país basado en su Producto Interior Bruto (PIB), es decir, todos los bienes y servicios producidos dentro de sus fronteras, restando lo traído del exterior. Pero no se tiene en cuenta lo que en verdad genera crecimiento económico sostenible: las personas que lo habitan y sus vastos recursos naturales.

El suelo ocupa más de la mitad de la riqueza natural total del país y el subsuelo (activos relacionados al petróleo y algunos minerales, como el oro y el cobre) la cuarta parte, la forestación 15% y las áreas protegidas, el resto.

En el marco del IEFA Latam Forum, la directora del Banco Mundial para Argentina, Paraguay y Uruguay, Marienne Fay, afirmó que “América Latina es una región con muchísimo potencial, principalmente en la transición verde”, pero cuestionó que sea la región dentro de las economías emergentes con el crecimiento más lento durante la última década.

En el caso particular de Argentina, destacó la competitividad del agro y el potencial del litio. 

Sin embargo, también se mostró crítica respecto a las reticencias del país de construir su modelo de crecimiento económico con base en la explotación de sus recursos naturales.

Entre las razones, la funcionaria del Banco Mundial enumeró dos factores fundamentales: la baja acumulación de capital, tanto humano como de infraestructura; y la falta de libre competencia.

El valor de la Naturaleza

Un informe del Word Economic Forum estima que US$44 mil millones de generación de valor económico (más de la mitad del PBI mundial) depende moderada o altamente de forma directa de la Naturaleza y sus servicios, y por lo tanto también están expuestos a la pérdida de esta.

Si se quisiera acreditar el verdadero valor que tiene la Naturaleza e impulsar transformaciones en el comportamiento de las personas y las instituciones, Argentina necesitaría encarar con urgencia un cambio global en el paradigma económico, recomienda.

“Lamentablemente, aún la economía no lo está contemplando adecuadamente. A nivel de la región, sin embargo, se están realizando cada vez más esfuerzos en esta dirección”, se contrasta.

A nivel global, se estimó que el gasto actual en conservación de la biodiversidad osciló entre US$124 y 143 mil millones por año, frente a una necesidad total estimada de entre US$722 y 967 mil millones al año, lo cual dejaría un déficit de financiación de entre US$598 mil y 824 mil millones al año.

Aunque la brecha entre lo que se estima actualmente invertido y lo necesario puede parecer muy grande, las necesidades financieras en el peor de los escenarios podrían representar un bajísimo porcentaje del PIB mundial, de entre un 0,005% y un 0,008%.

Capital Natural

En el informe, preparado por el Banco Mundial, el Natural Capital Project (Proyecto de Capital Natural) y el Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), se concluye que casi todos los países presentan importantes brechas de eficiencia en el uso de sus recursos naturales.

Superar estas diferencias puede servir de ayuda para enfrentar muchos de los problemas económicos y ambientales más apremiantes del mundo: el cambio climático, la productividad económica, la seguridad alimentaria e hídrica, y la salud.

En general, los países tienen la capacidad necesaria para casi duplicar su desempeño, ya sea en términos de rentabilidad económica o de resultados ambientales al mejorar en una dimensión sin sacrificar la otra.

Dado que los países enfrentan necesidades contrapuestas y tienen presupuestos limitados, abordar las ineficiencias sigue siendo una de las formas más eficaces en función de los costos y más atractivas desde el punto de vista económico para alcanzar los objetivos mundiales de sostenibilidad.

La sustentabilidad es rentable

Asignar y gestionar la tierra, el agua y otros recursos naturales de una mejor manera podría aumentar el total de los ingresos anuales de alrededor de US$ 329 000 millones en todo el mundo, que se derivan de la agricultura, el pastoreo y la silvicultura, y producir una cantidad de alimentos suficiente para la población mundial hasta 2050, sin una pérdida neta de bosques y hábitats naturales.

Este trabajo novedoso ayudará a integrar el valor que la Naturaleza proporciona a la sociedad en las decisiones importantes”, señaló Steve Polasky, profesor de Economía Ecológica/Ambiental de la Universidad de Minnesota e integrante del Natural Capital Project.

Según el informe, evitar la deforestación podría ayudar a secuestrar 85 600 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono adicionales (o hasta 1,7 años de emisiones mundiales), sin afectar el crecimiento económico.

Además, gastar los montos actuales en la prevención de la contaminación atmosférica de una manera más eficiente podría ayudar a salvar 366 000 vidas más cada año.

Muchas de estas oportunidades se encuentran en países de ingreso bajo y mediano, es decir, los que más se beneficiarían con estas medidas.

No hay una solución única para todos, dadas las enormes diferencias que existen entre los países y los desafíos que enfrentan.

En el informe, por tanto, se identifican los cambios necesarios y en qué parte de un país es preciso implementarlos.

El capital natural —la abundancia de la Naturaleza— constituye la riqueza de los pobres. Su degradación y pérdida son la carga que deben soportar. 

Degradación

Los países más pobres podrían perder el 10% de su PIB anualmente de aquí a 2030 debido a la degradación de la Naturaleza.

La pérdida de polinizadores provocada por la destrucción del hábitat y la contaminación afectará el 75% de los cultivos alimentarios, y reducirá la productividad y aumentará la escasez de alimentos y los precios, no es solo un riesgo para un futuro lejano: ya peligran los avances en materia de desarrollo logrados con gran esfuerzo.