El abecedario de la actividad económica
El año comenzó con uno de los niveles de actividad más bajos desde el estancamiento iniciado hace más de una década y podría esperarse un rebote en el segundo semestre, aunque no está clara la velocidad ni el modo.
El año 2024 comenzó con uno de los niveles de actividad más bajos desde el estancamiento iniciado hace más de una década. Si en lo que queda del año la producción se mantuviera en los niveles de enero (5,8% menor al de octubre), el 2024 cerraría con una caída promedio de 4,6% (arrastre estadístico).
El nivel del último trimestre de 2023 estaba artificialmente inflado por medidas electoralistas ("plan platita", atraso cambiario), de modo que la devaluación, la aceleración inflacionaria y la caída del salario impactaron en la caída del consumo y la inversión en el primer trimestre de 2024.
El ordenamiento macroeconómico -tanto el equilibrio fiscal como la estabilidad monetaria y cambiaria- podría proveer motores para la recuperación. Dependerá de la consolidación del proceso de caída de la inflación para promover el consumo, y de que termine el reacomodamiento de precios relativos para que la inversión cuente con mayores certezas sobre el futuro.
Así, podría esperarse un rebote en el segundo semestre, aunque no está clara la velocidad ni el modo.
El escenario base es el de una economía que, luego de tocar piso en algún momento cercano a donde estamos hoy, empieza una recuperación con una forma similar a lo que sería una pipa, en el que a lo largo del año se van consolidando los factores de estabilización. Pero este proceso no será rápido ni automático. Si la estabilización lleva más tiempo, porque el equilibrio fiscal se demora en el Congreso o en la negociación con los gobernadores, y si la inflación se sostiene en niveles algo mayores por el impacto de una tasa de devaluación mayor y del impacto de los aumentos de tarifas, la economía seguirá teniendo algunos sectores en expansión, pero el mercado interno demorará más en proveer un piso a la recesión, y la recuperación será más lenta. En este escenario, la caída abrupta del primer semestre empieza a revertirse en el segundo, aunque el “PBI no agro” cae con más fuerza.
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En cambio, si se logra estabilizar antes, a partir del ancla fiscal y la desinflación, la mejora en el salario real impulsa al alza el comercio y la producción de los sectores asociados al mercado interno. En ese caso, el piso podría estar en el primer trimestre y, a partir del segundo, comenzar un sendero de crecimiento que dejaría a la economía, a fin de año, en un nivel cercano al de fines de 2023, pero sin los desequilibrios heredados. Esta sería la mencionada recuperación en V, que sería la ideal.
Ahora bien, si, derivado del incipiente atraso cambiario, la economía quedará expuesta a saltos periódicos del tipo de cambio, el proceso de recuperación podría verse amenazado al recrear espasmos inflacionarios e incertidumbre de precios relativos, cayendo así en una espiral recurrente de devaluación-inflación-desaceleración-rebote-devaluación, lo que dejaría a la economía en una forma de W, similar a la de la última década, cuando se crecía y caía constantemente. Por eso resulta peligroso sostener el crawling al 2% mensual que disiparía liquidaciones de exportaciones y anticiparía el ritmo de importaciones.
El escenario más complejo para la economía es en el que no se logra recomponer el salario real y se mantiene en niveles cercanos a los del primer trimestre, si se deshilachara el plan de saneamiento fiscal que obligara a reabrir el financiamiento monetario al Tesoro, con aumento de la brecha y de expectativas devaluatorias, con estancamiento de consumo y piso alto a la inflación. En este escenario, la caída de los diferentes sectores asociados al mercado interno opacaría el crecimiento del agro, la energía y la minería y no habría tal recuperación. Este es el escenario en L, en el que la caída llega a un piso, pero no revierte.
Más en detalle, la economía contará con un par de motores y algunas anclas. En primer lugar, y como lo más obvio, la campaña agrícola en 2024 será de las mejores de los últimos 15 años, aunque no será tan buena como se esperaba hace unos meses. Tras un mal año por la sequía, se aguarda una producción 50% mayor en los tres principales cultivos, con cerca de 120 millones de toneladas, lo que impacta directamente en las exportaciones, la industria, el transporte, los servicios asociados y otros rubros indirectos. La producción agroindustrial cayó 6% en 2023, pero en febrero, ya sin el impacto de la sequía, se registraba un nivel de actividad 5,6% mayor al del piso de octubre. El mayor ingreso de divisas, además, será crucial para un Banco Central con reservas netas negativas.
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La minería y la producción de petróleo y gas (especialmente petróleo) mantendrán el ritmo de crecimiento, impulsados por las inversiones, la orientación positiva de la política del nuevo Gobierno, y el sinceramiento de los precios, un contexto más favorable para la explotación de los amplios recursos naturales disponibles. De esta forma, serían el único sector en crecer continuamente durante los últimos 4 años, con la producción incremental completamente orientada a los mercados de exportación.
Por el lado de los sectores asociados al mercado interno, la capacidad de compra de los ingresos parte de uno de los menores niveles registrados: el salario real de enero es solo 6% mayor al del menor valor registrado luego de la crisis del 2001. Entre julio de 2023 y enero de 2024, el salario real cayó 27% lo que explica la magnitud de la recesión pero, también, permite pensar que el piso está cerca. A partir de la reducción de la inflación iniciada en febrero, el salario real podría comenzar a crecer a partir del segundo trimestre. Las jubilaciones aumentarán 27% en marzo por aplicación de la fórmula de movilidad vigente, y las modificaciones aprobadas por DNU agregan un aumento en abril del 27,3% (12,5% e inflación de febrero), para luego quedar indexadas a la inflación con dos meses de rezago. Es decir, la evolución de los ingresos reales indica que por el lado del consumo, desde marzo en adelante debería haber algún indicio de mejora, aunque desde niveles muy bajos.
2024 será un mal año, pero eso es si se lo analiza en promedio. Si se logran corregir sostenidamente los desequilibrios, el mal año será la consecuencia de un muy mal primer semestre y de un mejor segundo semestre, que sentaría las bases para continuar la recuperación en 2025. Esto no está garantizado ni será automático, sino que está supeditado a que se logre sostener el sendero de reducción de la inflación sin acumular presiones devaluatorias por el atraso cambiario. Desde la actividad, algunos sectores van a crecer casi sin importar lo que pase a nivel general, pero con eso no alcanza. En el segundo bimestre, una porción significativa de los ingresos van a crecer considerablemente, lo que da un respiro pero es solo un comienzo.
(* - Federico González Rouco es economista de Empiria).