Cómo ganar más de un millón de pesos abriendo 200 cuentas bancarias
Coleros digitales, la penúltima ocurrencia argentina para esquivar las restricciones a la compra de dólares
Por Marcelo Bátiz.
En tiempos del Imperio Romano no existían pesos ni dólares, pero tanto como ahora, también por entonces se recurría a las más variadas de las argucias para sacar provecho de la situación, esquivando las restricciones que imponían las normas del momento.
Fue hace dos milenios que se acuñó la vieja máxima latina “Inventa lege, inventa fraude”, que siglos después se tradujo al castellano como “hecha la ley, hecha la trampa”. Un concepto que por estos días recobró su actualidad, luego de que el Banco Central identificara 362 cuentas de clientes del Brubank, uno de los primeros bancos digitales del país, con movimientos inusuales de adquisición de dólares.
La operación no hubiese representado la menor molestia en la conducción de la autoridad monetaria en tiempos de libertad cambiaria y sin brecha de precios entre la cotización oficial y la que pudiera ofrecerse en cuevas y otras opciones del mercado paralelo o informal. Pero no es el caso del presente: desde el lunes 28 de octubre nadie puede comprar más de US$ 200 por mes y a partir de la sanción de la ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, quien quiera adquirirlos debe pagar un recargo del 30% por el impuesto PAIS (Para una Argentina Inclusiva y Solidaria).
Más allá de las intenciones de los que impusieron restricciones a la compra de dólares a lo largo varias décadas, el efecto inmediato de las medidas de esa naturaleza fue y sigue siendo la conformación de un mercado informal paralelo (antes “negro”, de unos años a esta parte “blue”) con una cotización mucho más elevada que la oficial.
Es precisamente la brecha de precios entre el dólar oficial y el paralelo el mejor incentivo para la creación de un esquema de conexión entre los dos mercados. Cuanto mayor sea la diferencia en las cotizaciones, más atractiva serán las operaciones para comprar barato y vender caro. La jerga financiera se renueva constantemente y en tiempos del cepo cambiario de 2011 al 2015 le dio una nueva acepción a la palabra “puré” para describir esas transacciones.
Los límites a la posibilidad de compra por persona llevaron también a la utilización de sujetos que hicieran el trámite a cambio de una comisión. Como la práctica se hizo masiva años atrás, cuando el canal más empleado era el de las casas de cambio, el término elegido fue el de “coleros”, debido a que comenzó a hacerse evidente la proliferación de gente de pocos recursos formando largas filas en las calles del microcentro porteño.
Los avances informáticos, la mayor severidad en los controles de las operaciones financieras y, por si algo faltara, las restricciones a la movilidad social impuestas en medio de la pandemia del coronavirus, redujeron las posibilidades de compra de dólares a la población en general y a los “cueveros” en particular.
Se tornó necesaria, entonces, una nueva modalidad de prestanombres y nació así el “colero digital” o “virtual”. Ya no hace físicamente una fila frente a un banco o casa de cambios sino que forma parte de un esquema más complejo, del que podrían participar miles de personas, en su mayoría de escasos recursos e incluso indigentes.
Fue por eso que en un primer momento el equipo de Miguel Pesce analizó la posibilidad de bloquear la compra de dólares a los beneficiarios del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que luego desechó al comprobar que el esquema era más complejo de lo que se pensaba.
En rigor, Las sospechas en el Banco Central fueron tomando cuerpo hace por lo menos dos meses, a medida que se hizo evidente el crecimiento de la cantidad de gente (“personas humanas”, según la denominación tras la reforma del Código Civil) que compra dólares para atesoramiento.
El habitual informe cambiario que se elabora mensualmente da cuenta que de las 400.000 personas que compraron dólares para atesoramiento en marzo se pasó a 2,4 millones en mayo. Un incremento del 500% en apenas dos meses. Las propias entidades del sistema financiero (obligadas por lo establecido en la ley Penal Cambiaria 19.359) reportaron los movimientos inusuales al BCRA que, con los datos disponibles, pudo diseñar un esquema genérico de cómo funciona la nueva estructura de coleros digitales.
Se pueden valer de cuentas ya existentes o bien se abren nuevas. Una vez que se junta un número considerable de cuentas en un mismo banco, ya se está en condiciones de montar una estructura piramidal. En la base, las primeras cuentas reciben transferencias de pesos y compran los US$ 200 permitidos como máximo, que son transferidos a cuentas del escalón superior. Las operaciones de repiten hasta llegar a la punta de la pirámide, el único de la estructura que se queda con la parte del león.
Con las actuales cotizaciones ($97,825 del dólar PAIS y $130 del blue), la ganancia bruta por cada cuenta llegaría a $6.435, de los que habría que descontar las comisiones que se le pagan al prestanombres o “colero digital”.
Así, puede darse por sentada una ganancia neta de $5.500 por cuenta o, si se prefiere, 26,8% en pesos en un mes, una rentabilidad impensada en cualquier otra clase de operación financiera legal.
Pero no se trata de casos aislados sino de una estructura ilícita, que sólo en un día implicó la suspensión de 362 cuentas en una sola entidad. Hasta el momento la información disponible no permite dilucidar si esas cuentas son parte de una o más asociaciones, pero con doscientos casos el rédito para la cabeza de la pirámide superaría el millón de pesos por mes.
El BCRA ya dispuso la apertura de las investigaciones y citará a los involucrados: la ley indica que serán pasibles de enfrentar un proceso penal, recibir multas de entre una y diez veces el monto de la infracción cometida y, en caso de reincidencia, penas de hasta ocho años de prisión.
De todos modos, la historia de la caza al colero digital recién comienza. Las cuentas suspendidas del Brubank son solo las primeras de una tanda que se irá acrecentando en los próximos días y el Banco Central ya tiene puesta la mira en otras entidades digitales.
Pero en esta carrera para evitar la compra de dólares, la modalidad de coleros digitales es solo una más de una larga lista que se renueva constantemente.
Para aquellos que aún lo ponen en duda, quizás la vieja frase que los romanos acuñaron hace dos mil años sirva para convencerlos.