Desde el cambio de gobierno, el sector automotor argentino vive un profundo debate. La apertura económica ha revitalizado la discusión sobre la competitividad en el mercado, los precios y la presión impositiva, temas que dividen a fabricantes locales, autopartistas e importadores. 

La Cámara de Importadores y Distribuidores Oficiales de Automotores (CIDOA) sostiene que la apertura podría reducir costos, aumentar la recaudación y crear nuevos empleos, pero los fabricantes no ven con buenos ojos este avance, advirtiendo sobre posibles consecuencias para la producción nacional.

El reciente informe de CIDOA plantea los beneficios de una apertura del mercado automotor, apostando por reducir impuestos y aumentar la competencia mediante importaciones. Según la cámara, “una mayor competencia llevaría a una baja de precios y mejoraría la recaudación estatal a través del crecimiento en las ventas de vehículos importados”, lo que, además, dinamizaría la creación de empleos en áreas como ventas y servicios postventa.

El documento también desafía la idea de que la apertura impactaría negativamente en la demanda de divisas. Los importadores argumentan que el déficit comercial del sector podría incluso reducirse, dado que, según el informe, los costos de autopartes para ensamblaje local son altos y terminan aumentando la salida de dólares.

El déficit automotriz: ¿real o inflado?

CIDOA asegura que en 2023 el déficit comercial del sector alcanzó los 8.700 millones de dólares. Aseguran que, si bien el mercado local requiere aproximadamente 450.000 vehículos, ensamblarlos con piezas importadas representa un mayor costo en divisas que si fueran traídos completamente armados (CBU). 

CIDOA critica las prácticas de precios de transferencia entre terminales, en las que los autos se facturan internamente entre distintas filiales. "Esto solo beneficia a las casas matrices y limita el acceso del consumidor a modelos más modernos y eficientes", afirman.

Desde la Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA), que agrupa a las terminales locales, señalan que la información de CIDOA es imprecisa y que el balance comercial negativo es mucho menor. Según datos de ADEFA, en 2023 las exportaciones alcanzaron los 9007 millones de dólares, con un superávit de 5609 millones en vehículos terminados. Sin embargo, el sector autopartista sí experimentó un déficit de 8375 millones, generado en buena medida por el alza de las importaciones de piezas.

Los fabricantes nacionales destacan la importancia de esta industria para el país y advierten que una mayor apertura podría poner en riesgo la continuidad de algunas plantas, afectando a miles de trabajadores. "Nuestra industria emplea a decenas de miles de personas de manera directa e indirecta. Una apertura sin límites podría poner en peligro estos puestos de trabajo, ya que los costos locales no pueden competir con países como China", afirmó un vocero de una terminal local.

En paralelo, la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC) reportó una caída del 6% en la venta de autopartes durante el último año. La baja se debe, en parte, a una menor producción en algunas terminales, pero también a un crecimiento en las importaciones de piezas desde países como China, que abastecen el mercado de reposición.

Este fenómeno lleva a que algunas empresas nacionales dejen de fabricar piezas locales debido a los costos y la disponibilidad de alternativas importadas más baratas. Esto, advierten los autopartistas, no solo afecta a sus empresas, sino también a la balanza comercial y a la autonomía de la industria automotriz argentina.

Una cuestión de eficiencia y modernización tecnológica

A medida que se acentúa el debate, muchos recuerdan el contexto de 1989, cuando la escasa competencia hizo que el mercado automotriz nacional quedara desactualizado frente a los avances internacionales. 

La falta de modelos modernos, eficientes y con menor impacto ambiental podría repetirse si la participación de autos importados continúa restringida, advierte CIDOA. Para los importadores, la apertura podría reactivar la competencia y brindar acceso a vehículos con tecnología más avanzada y precios competitivos.

A corto plazo, el debate parece inclinarse hacia un modelo mixto de apertura moderada que contemple las necesidades de todos los actores. La necesidad de competitividad frente a la protección de la industria local continuará generando posturas enfrentadas. 

En definitiva, el desafío del sector automotor argentino será encontrar un equilibrio que permita mantener su competitividad, adaptarse a la demanda de autos más modernos y menos contaminantes, y proteger a la vez el empleo y la industria local.