El patio del colegio o la plaza del barrio eran algunos de los escenarios ideales para que el aire se llenara de pompas de jabón que flotaban por ahí sin rumbo fijo. Es que el burbujero es un juguete clásico que trascendió todos los tiempos y generaciones. En él, el talento y la ilusión se conjugan en la voluntad de lograr la burbuja más grande posible gracias a la habilidad de soplar la suficiente cantidad de aire a la velocidad y en el tiempo adecuados. Un soplido muy fuerte puede hacer que todo explote y haya que comenzar de cero.

Trasladado al mundo virtual, la blockchain es un gran burbujero y el bitcoin, su agua con detergente. En esta ocasión ya no se trata de un juego. Esta burbuja también se infla y explota, y cada vez que esto sucede, arrastra consigo un sinfín de problemas económicos a los usuarios y también en múltiples ocasiones hasta a los Estados nacionales.

Si nos vamos a la historia tal vez podamos encontrar algunas certezas al respecto... En varias oportunidades, la burbuja especulativa del bitcoin se reventó. Sin embargo, el juego volvió a comenzar una y otra vez. Desde su nacimiento en 2010, en sus apenas once años de vida podemos identificar cuatro derrumbes muy marcados.

Un análisis pormenorizado de lo ocurrido nos permite establecer un patrón que hasta este momento se presentó de manera irrefutable -aunque claro está que el siglo XXI nos demostró que nada está dicho de una vez y para siempre-.

La primera crisis tuvo lugar cuando la moneda tenía poco más de un año de vida. En 2011, en apenas un mes su valor aumentó de 5 a 32 dólares. La emoción y la euforia por invertir en un activo que parecía crecer sin límites chocó rápidamente con una abrupta caída cinco meses más tarde. De esta manera, se desplomó más de un 94% hasta tocar un mínimo de 2 dólares por bitcoin.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra -aunque si de Bitcoins se trata, podríamos decir que el refrán le queda chico porque hay más tropezones por delante-.

En 2013, el fenómeno ocurrió una vez más. En solamente 30 días, la moneda trepó de 40 a 259 dólares. Sin embargo, en apenas dos días la ilusión se rompió y su cotización bajó a 45 dólares, lo que significó un nuevo descenso de más del 82%. Lo cierto es que en el cierre de ese año volvió a tener un crecimiento estrepitoso, llegando en pocos meses a un nuevo máximo de 1100 dólares.

Ese fue el puntapié inicial de la caída más larga en su historia, cotizando en agosto de 2015 a 152 dólares. Es decir, se derrumbó nuevamente cerca del 90% a lo largo de 21 meses.

Allá por diciembre de 2017, como si fuera un Deja Vu, la película comenzaba de nuevo. Su precio llegó a 19.800 dólares por unidad. Pero días más tarde, otra caída se hizo presente y terminó recién en noviembre de 2018 con una cotización de 3.500 dólares. De esta forma, cayó otra vez por encima del 82%.

Por todo lo expuesto anteriormente, un verdadero amante de los patrones y los gráficos en ejes cartesianos podrá rápidamente identificar que cuando comienza una caída, independientemente del tiempo que dure, la baja va a estar por encima del 80% del valor inicial.

El momento actual que está atravesando esta moneda no parece ser la excepción. Tras haber arrancado el 2021 con un envión que hacía pensar que su crecimiento no tenía techo, la triste realidad le dio un golpe seco y contundente que casi la deja knock out.

De abril a esta parte, el bitcoin entró en una gran montaña rusa descendente que lo llevó de los casi 65.000 dólares por unidad a un precio que hoy cotiza cerca de los 30.000.

Como en toda montaña rusa, en todo este tiempo también hubo algunas subas que fueron apenas la antesala de nuevas caídas que lo llevaron a la cotización actual. Si el patrón visto en los párrafos anteriores definitivamente se cumple una vez más, para que una nueva etapa de repunte y crecimiento definitivo inicie, primero su precio debería rondar los 12.000 dólares.

En estas últimas semanas se convirtió en vox populi el concepto del cruce de la muerte, según el cual cuando el precio promedio de un activo de los últimos 50 días es inferior al precio promedio de ese mismo activo de los últimos 200 días, ese bien cruzó una barrera que lo convierte en una inversión peligrosa y con un fracaso total casi garantizado. Según algunos estadistas, eso sucedió con el Bitcoin hace algunos días.

Sin embargo, este planteo no se condice con los hechos planteados en esta nota ya que el Bitcoin demostró en tres ocasiones previas que no solo recupera su precio inicial sino que lo multiplica de manera exponencial con el correr del tiempo. La teoría del cruce de la muerte no es una teoría aplicable a un activo como el Bitcoin. Si bien esta moneda cruzó ese límite, todavía no es la crónica de una muerte anunciada... O al menos es un cadáver que ya revivió en otras situaciones similares.

Bitcoin: ¿Existe un patrón de comportamiento entre tantas crisis?

Es momento de sumergirnos aún más en la cuestión y analizar cuáles fueron las causas aparentes de estas críticas subas y bajas repentinas. Viajemos en el tiempo hasta 2011, cuando la moneda cotizaba apenas cinco dólares. A partir la publicación de un reportaje sobre un mercado negro -The Silk Road- donde se tomaba el Bitcoin como medio de pago, su precio se disparó fuertemente a 32 dólares. Sin embargo, a los pocos días, este caso terminó desnudando el vínculo de las criptomonedas con el narcotráfico y las acciones ilegales y el precio se derritió en pizarra, llegando a dos dólares por unidad.

Dos años más tarde, la burbuja estuvo íntimamente relacionada al accionar de un Estado Nacional. Resulta que para ese entonces, Chipre se había vuelto un importante paraíso fiscal mundial. Pero de un instante a otro, una crisis económica abatía al país y a toda la Unión Europea. Y en ese momento, el gobierno de Chipre no tuvo mejor idea que recurrir a una fórmula bien conocida por todos los argentinos: el corralito. De esta forma, se prohibió sacar dinero de las cuentas durante casi dos semanas. Cuando la medida se levantó, automáticamente el precio del Bitcoin se disparó por el rápido aumento de la demanda de este activo. Así, esta moneda se convirtió en su nuevo paraíso al permitirles a los usuarios salir de la plaza en la que estaban de una manera veloz y ágil.

Sin embargo, la alegría duró poco ya que la compañía japonesa Mt. Gox, que manejaba más del 70% de todas las transacciones de Bitcoin, colapsó en menos de una semana. El precio se derrumbó estrepitosamente. ¿El resultado? La quiebra de esta corporación, una cotización por debajo de los 50 dólares y más de un millón de personas perjudicadas que perdieron sus ahorros.

Por último, el reciente terremoto que azotó a este activo tuvo dos actores principales. Por un lado, los ya conocidos comentarios públicos de Elon Musk, el polémico CEO de Tesla, que parece que no logra definir su relación con esta moneda y vive un amor/odio que generó más de una turbulencia.

Por otra parte, las medidas cada vez más restrictivas del gobierno chino respecto a la minería de criptomonedas.

Entonces, si pasáramos en limpio lo que acabamos de analizar, los actores que más influyen en esta montaña rusa de cotizaciones son las transacciones sobre negocios ilegales, el sistema tecnológico, los influencers económicos y los gobiernos nacionales.

Pero hay un solo factor que también establece un nuevo patrón, que, en definitiva, es lo que estamos buscando en este análisis: el Halving.

Desde su inicio, una de las claves del Bitcoin es su escasez -elemento que lo diferencia de otras criptomonedas del mercado-. Su creador Satoshi Nakamoto ideó que el sistema solo genere 21 millones de Bitcoins a través de un proceso de creación que varía la cantidad minada con el correr de los años. El halving es un evento que ocurre cada cuatro años en el que la emisión se reduce a la mitad. Esto sirve para desacelerar su nivel de aparición. Este suceso tiene un vínculo importante con la variación de precios de esta burbuja.

En primer lugar, al haber menos bitcoins producidos, su valor incrementa. A su vez, el inminente aumento de la escasez -producto de la disminución de los bitcoins emitidos- genera una especulación en los meses previos a que el evento suceda que hace que miles de inversores quieran ingresar en este mundo por el efecto FOMO -‘Fear Of Missing Out’- es decir, el miedo a quedarse fuera de la moda. Y esto no hace más que disparar su cotización. A cada gran suba de valor por este fenómeno, le sigue una tendencia bajista.

Los últimos 3 halving fueron en 2012, 2016 y 2020. Por si algún lector distraído no se percató, fueron los años previos a cada uno de los grandes sismos que sufrió la moneda.

Lo cierto es que como sucede en el patio del colegio o en la plaza del barrio, la burbuja se puede volver a inflar una y otra vez. Eso sí, hay algo que ya aprendimos cuando éramos chicos: aunque hayamos generado una burbuja perfecta que quede flotando en el aire delante de los ojos azorados de nuestros amigos, sabemos que tarde o temprano explotará.

Sergio Sabha es Contador Público egresado de la UBA, Socio de Estudio Sabha y Asociados