Estos días hemos visto desatarse en Ucrania una nueva expresión de la peor miseria humana. La guerra impulsada por Rusia en territorio ucraniano da paso a la muerte y la destrucción de todo lo que cruza a su paso. 

A pesar de los miles de kilómetros que separan a la Argentina de la zona en guerra, no serán menores las consecuencias que sufriremos si el conflicto se acrecienta. La fragilidad de la economía local hace que cualquier cimbronazo que ocurra del otro lado del planeta nos afecte fuertemente.

El déficit energético será el gran punto a tener en cuenta durante este 2022 si el fuego no cesa. Rusia es uno de los principales proveedores de gas y petróleo del mundo: solo para comprender la magnitud vale la pena entender que el 70% del gas europeo depende de los países en conflicto.  Si la guerra sigue su marcha el precio de la energía puede tornarse impagable: Argentina es un país que cada vez depende más de su importación en esquema donde cada vez hay menos dólares para hacerlo. Este año se estima que nuestro país deberá importar unos 4.400 millones de dólares de gas.

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Los alimentos jugarán un papel fundamental. El conflicto bélico tiene como participantes no solo a grandes productores de energía sino también a grandes productores de alimentos. Rusia es el principal exportador de trigo del planeta y Ucrania, el quinto. Esto traerá algo de alivio si ante una restricción en la oferta de granos de los países en cuestión los precios comienzan su raid alcista. Se estima que podría impactar en nuestras exportaciones y adicionarnos unos 1.800 millones de dólares los que dudosamente puedan compensar las pérdidas que ocasionen los movimientos en los precios de la energía.

El otro protagonista de este conflicto será el dólar, uno de los grandes refugios en tiempos de volatilidad internacional que comienza a tomar protagonismo. El “fly to quality” (vuelo a la calidad) podría impactar de manera temerosa en los países emergentes. Los capitales huirán de países riesgosos y se refugiarán en activos seguros. Ciertamente entre cepos y restricciones probablemente la Argentina sea el país menos afectado por estos movimientos. Si bien hoy el acceso a los mercados de crédito resultan de por si algo lejanos para nuestro país, esta situación se encargará de alejarnos aún más. 
El crecimiento en el mundo será probablemente menor al esperado lo que impactará también en el desarrollo del crecimiento argentino. Probablemente algunas proyecciones del gobierno y manifestadas al FMI deberán ser revisadas, especialmente en lo que refiere a subsidios energéticos y el sendero hacia donde nos dirigimos en cuestiones de déficit fiscal.

Un problema relevante es aquel que escapa a la economía, los precios y el dólar: la política internacional. El deplorable desempeño del gobierno en las relaciones internacionales probablemente nos posicione en una situación aún más comprometida. El Presidente Alberto Fernández hace algunas semanas hizo su aporte: en su paso por Rusia le transmitió a Vladimir Putin que “Argentina quería ser la puerta de entrada de Rusia a Latinoamérica”. No conforme con ello luego hizo su visita a China: la comitiva presidencial le explicó al Presidente Xi Jinping la “devoción” que sienten por el Partido Comunista Chino y Mao Tse-Tung (responsable de la muerte de decenas de millones de chinos). El mundo nos mira sin lograr entendernos.

Hoy, ante la necesidad de contar con el apoyo de EEUU en nuestra interminable novela con el Fondo Monetario Internacional Alberto Fernández tomó posición ante el conflicto armado: expresó su más absoluta indiferencia. Mientras el mundo condena enfáticamente el siniestro accionar ruso, para el Presidente parece que solo son “acciones emprendidas en territorio ucraniano” donde debe primar la diplomacia.

La Argentina necesita volver a ser lo que alguna vez fue: un país normal. Para esto, el liderazgo y el sentido común son requisitos esenciales y parecen hoy estar lejos de poder cumplirse.