Hace unos días, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), emitió un documento en el cual se asegura que el precio de los alimentos en los supermercados cayó en todo el mundo salvo en la Argentina, donde el mes pasado registró una suba del 7,4%.

Es decir, para la entidad internacional el sistema de producción global de alimentos funcionó correctamente, a pesar de los vaivenes de la invasión rusa a Ucrania y del alza de los mercados de referencia como el de Chicago.

Sin embargo, en el mercado local el escenario es diferente, a pesar de que el país convive con los mismos síntomas globales ya que el mes pasado la canasta básica de alimentos trepó un 6,3% y en agosto continúa evidenciando una tendencia alcista que le suma presión al nivel general de inflación, que se ubicaría nuevamente por encima del 6%.

Es decir, la Argentina no sólo no logró sumarse a este fenómeno positivo global, sino que lidera la suba de los precios de los alimentos en toda América latina, un logro que no debe ser del agrado de las nuevas autoridades de la Secretaría de Comercio, encabezadas por el titular del organismo, Matías Tombolini. 

Si bien el funcionario viene manteniendo reuniones con diferentes sectores vinculados a la producción y comercialización, todavía no se observan medidas efectivas que permitan frenar la constante suba de los precios de los productos vinculados con la canasta de alimentos local. Ni siquiera el programa de Precios Cuidados parece tener éxito para funcionar como una herramienta de referencia que permita anclar los valores del resto de los productos alimenticios que se exhiben en las góndolas.

Es más, en lo que va del año, el país muestra tasas de inflación muy superiores a las de la región (cinco veces más en promedio) y una mayor aceleración en el ritmo de variación de los precios: en el 2021 fue del 3,5% mensual y en este 2022 ya llega al 5,8% versus 0,6% a 1,2% en el resto de los países, respectivamente.

En este sentido, un informe elaborado por el IERAL, el instituto de estudios económicos de la Fundación Mediterránea, asegura que el liderazgo argentino en la suba regional de los precios de los alimentos está muy asociado a las debilidades fiscales y a la incertidumbre respecto de la vocación y posibilidad del Gobierno de corregir los desequilibrios macroeconómicos.

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“El déficit fiscal se ha mantenido, con un gasto público muy activo y además se han reducido sensiblemente las posibilidades de conseguir crédito para refinanciar las deudas del Estado Nacional”, señala el trabajo titulado "Dinámica de precios de alimentos en LATAM ¿Cuánta más inflación registra Argentina en comparación a los países de la región?”.

En este escenario, el IERAL también entiende que el Banco Central ha quedado dominado por las necesidades del Tesoro, debiendo concentrarse en su asistencia, perdiendo su misión básica de defensa del valor de la moneda vía un manejo prudente del poder de señoreaje. “La gran emisión de dinero realizada para cubrir el desajuste de los gastos públicos ha sido en parte esterilizada con títulos de la autoridad monetaria, lo que a su vez ha generado presión sobre tasas de interés y, por tanto, un flujo de emisión endógeno a futuro muy significativo en términos de la base monetaria y el tamaño de la economía, que será uno de los principales obstáculos para reducir los niveles de inflación”, agrega el trabajo.

Además, advierte que el nuevo equipo del Ministerio de Economía liderado por Sergio Massa no ha logrado cambiar las expectativas ya que las restricciones económicas y políticas siguen siendo muy importantes.

Para el instituto de economía de la Fundación Mediterránea, este contexto doméstico hace  ue la Argentina lidere la aceleración inflacionaria de América latina en lo que va del año, en particular en lo que hace a alimentos y bebidas. Las estadísticas confirman que el país venía con una tasa del 3,5% mensual en el 2021 y ahora ha subido al 5,8%, mientras que Latinoamérica ha pasado del 0,6% al 1,2% mensual.

Los datos permiten apreciar también que mientras la tasa de inflación mensual aumentó en 2,3 puntos porcentuales en Argentina, en los países vecinos lo ha hecho por bastante menos, sólo 0,6 puntos porcentuales. “Si bien la inflación en alimentos se ha acelerado en toda la región, el problema de Argentina es claramente muy superior, con una inflación cinco veces más alta que la de la región”, agrega el paper del IERAL.

Esta brecha se hace más grande todavía en la comparación con algunos países: 9,8 veces la inflación de Bolivia, 6,7 veces la de Ecuador, 6,2 veces la de Paraguay; 4,9 la de Uruguay; 3,9 la de Brasil; por ejemplo.

Tendencia positiva

Los números también permiten asegurar que en la mayoría de países de Latinoamérica los precios de los alimentos han crecido más que los del resto de bienes y servicios de la economía. Uno de los factores que influye en este panorama, según el IERAL, es la política fiscal y monetaria adoptada por la mayoría de los países de la región y que fue muy expansiva durante la pandemia del Covid-19 a los efectos de atenuar la crisis económica.

En el caso particular de los alimentos, sobre este contexto de precios ya tensionados, se sumó la revalorización de los commodities agropecuarios y alimentos, que fue muy significativa en el primer trimestre del año.

Sin embargo, en los últimos meses, el contexto internacional ha cambiado de tendencia con precios externos que se han desinflado, devolviendo buena parte de la suba de valores del arranque del año. Es decir, una deflación de precios de commodities que, junto con políticas macroeconómicas pro estabilización debería empezar a mostrar resultados de acuerdo a los analistas del IERAL.

De hecho, en julio la inflación en alimentos se ubicó en niveles bastante más bajos en varios países de la región como Paraguay, Ecuador, Colombia, Chile y con una canasta de alimentos que monitorea la FAO, que se había encarecido un 19% en los primeros tres meses del año que muestra una caída del 12% desde abril pasado, con un ajuste muy fuerte en julio (-8,6%).

Debilidad fiscal y tipo de cambio

Otro factor que para el IERAL ejerce influencia sobre la dinámica de precios internos de los alimentos es el tipo de cambio que, en lo que va del 2022 se vino apreciando en términos nominales respecto del dólar en varios países como Uruguay, Brasil, Perú, México, atenuando el impacto de la revalorización de algunos commodities. Sin embargo, en la Argentina se vino acelerado la tasa de depreciación de la moneda, lo cual dificulta el proceso de estabilización.

A partir de este escenario, el IERAL estima que “el problema del país está muy asociado a sus debilidades fiscales y a la incertidumbre respecto de la vocación y posibilidad del Gobierno de corregir los desequilibrios macro como el déficit fiscal, que se ha mantenido, con un gasto público muy activo, y con una menor posibilidad de conseguir crédito para refinanciar las deudas del Estado Nacional”.

De hecho, en su informe se advierte que el contexto global de deflación de commodities y productos alimenticios básicos debería trasladarse a los precios que los consumidores pagan por los alimentos, cambios que se estarían comenzando a reflejar en varios países de la región, salvo en la Argentina donde se ha generado un doble efecto sobre precios internos con una revalorización externa de materias primas agropecuarias sumado a la devaluación de la moneda.