Estos días estuvieron marcados por el canje de deuda propuesto por el Ministerio de Economía para despejar los abultados vencimientos –o al menos parte de ellos- que operaban durante los próximos meses y que por su magnitud estaban generando un alto grado de volatilidad e incertidumbre.

La operatoria dejó sabor a poco. Adhirieron al canje voluntario de deuda títulos por 4,34 billones de pesos ($4.340.000.000.000) de un total de 7,7 billones de pesos. Ante una oferta generosa (los nuevos bonos se encuentran atados a la evolución de la inflación o el tipo de cambio y además cuentan con un seguro ante necesidades de liquidez por parte de las entidades financieras que les permite liquidarlos en el día en las ventanillas del BCRA) llama la atención que el canje no haya tenido una adhesión superior. Este 56% alcanzado deja cierto sabor a poco, más aún teniendo en cuenta que parte de los títulos públicos que eran pasibles de ser canjeados por los nuevos bonos pertenecían al propio Estado.

Lo cierto es que a pesar del resultado todavía quedan por resolver vencimientos hasta junio que oscilan los 2 billones de pesos y que el Ministerio de Economía deberá indefectiblemente encontrar la manera de lograr reperfilarlos si no quiere que previo a las elecciones y ante una eventual emisión de tamaña cantidad de dinero se genere un impacto en los ya frágiles niveles de inflación.

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No todo termina en junio: durante el segundo semestre del año –donde tendremos los diferentes actos electorales- vencen cerca de 6,7 billones de pesos adicionales que aún resultan una gran incógnita en lo que viene ante un año donde la política será siempre el gran protagonista.

La discusión acerca de la deuda y su sostenibilidad está generando que temas complejos que ocurren en la economía de todos los días no estén siendo abordados. La semana que viene se conocerá el índice de inflación de febrero. El mismo nos seguirá marcando que el 60% de inflación propuesto como objetivo por el gobierno se alejará cada vez más. Sin embargo, a nadie parece preocuparle demasiado.

Tampoco se discuten reformas estructurales, al menos en los sectores que más urgentemente las necesitan. Este año la sequía aportará 20.000 millones de dólares menos que lo habitual. Hasta aquí incluso el campo ha liquidado 6.000 millones de dólares menos que en el mismo período del año pasado. A pesar de esta catástrofe, nadie parece estar haciendo nada para incentivar al sector para lo que pueda venir hacia adelante.

La Argentina se ha transformado en una gran máquina de transportar problemas del hoy hacia el mañana, agravándolos para siempre tener entre manos la misma solución: rezar para que cuando llegue el momento de volver a enfrentar esos mismos problemas en el futuro, tengamos la capacidad para volver a postergar su impacto por otro tiempo más.