Mientras la Argentina busca respaldos en Europa para un acuerdo con el FMI, el presidente Alberto Fernández elogia el modelo implementado por Portugal a partir del 2015, que le permitió retomar la senda del crecimiento y ordenar las cuentas públicas en una forma inédita para ese país.

Desde ese año, la nación europea cambió la estrategia tradicional de ajustar primero para crecer después, y finalmente logró no solo pagar lo abultada deuda con el FMI, sino reducir casi a cero el déficit fiscal -algo inédito para ese país-, contando con la ayuda de fuertes ingresos por el turismo y las exportaciones.

En el marco del encuentro que el presidente Alberto Fernández mantuvo con su par portugués, hubo elogios para la receta adoptada por el país europeo a partir de la llegada de la coalición socialista al poder.

En el 2010, Portugal sufría un déficit fiscal del 10% del Producto Bruto, cuando firmó un exigente y tradicional acuerdo por casi 80.000 millones de euros con el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.

En 2011 ascendió al poder el conservador Pedro Passos Coelho, y una de sus primeras medidas fue firmar otro acuerdo con el Fondo por una deuda de US$ 38.000 millones, con la receta tradicional de reducir el déficit para hacer frente al endeudamiento.

Esto incluyó recortes de salarios, despidos en el sector público, suspensión del cobro de aguinaldo para empleados públicos y jubilados, y hasta ampliación de la jornada laboral a 40 horas. 

Con esa receta ortodoxa avalada por el FMI, en 2012 el desempleo de Portugal se había disparado al 17% y en el 2014 la pobreza orillaba el 30%.

Ante semejante cuadro social y económico, en 2015 el gobierno de Passos Coelho perdió las elecciones y asumió el socialista António Luís Santos da Costa, al frente de una coalición de izquierda que dio un giro de 180 grados a la política económica. 

No sin antes vencer las resistencias del FMI, Da Costa incrementó las pensiones, redujo impuestos, revirtió los recortes salariales y recuperó la jornada de 35 horas semanales para los empleados públicos.

El boom del turismo lo ayudó, y el nuevo modelo empezó a rendir frutos, al tender a un mayor equilibrio fiscal y crecimiento económico. 

El gobierno de Da Costa logró reducir a 0,5% el déficit fiscal y, por primera desde la recuperación de la democracia, Portugal tiene las cuentas equilibradas.

La administración portuguesa destaca que consiguió en simultáneo cumplir los tratados firmados, consolidar las cuentas públicas, estabilizar el sistema financiero y promover el apoyo a la inversión.

Y destaca que a partir de la recuperación de los ingresos y la baja de impuestos, se logró reactivar la economía.

A tal punto, que para 2018 Portugal ya había logrado cancelar la totalidad de la deuda con el FMI, en forma anticipada. 

Ante esa experiencia portuguesa, el Gobierno de Fernández dice que busca firmar un acuerdo con el FMI que le permita recuperar el crecimiento sin afectar los ingresos de los argentinos ni agravar un cuadro social donde casi el 45% de la población está en la pobreza, lo cual se ve agravado por la pandemia.

Lo que más destacan en la Casa Rosada es que a contramano de las recetas recomendadas por el FMI en acuerdos anteriores, el "modelo portugués" apeló a políticas expansivas para reducir el déficit fiscal vía aumento de la recaudación. 

Cuando Da Costa llegó a fines de 2015 el déficit fiscal estaba en 4,4% y logró reducirlo al 1,9% en 12 meses, en el primer año de su gestión. 

En 2019, el año de su reelección, Da Costa había logrado llegar al borde del equilibrio fiscal (0,1%), algo impensado. 

En su negociación con el FMI, planteó que Portugal dejara de lado la senda de la austeridad para priorizar el crecimiento económico.

El organismo finalmente lo aceptó y, boom turístico mediante y crecimiento de las exportaciones, Da Costa logró sobrecumplir el plan de metas fiscales acordado.

Pero el modelo portugués incluyó también ordenar las cuentas públicas, además de incrementar las exportaciones, motorizar el consumo y llevar adelante políticas expansivas.

Son ideas que Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán, dicen pretender aplicar también en la Argentina.