El concepto económico de destrucción creativa evolucionó de manera peligrosa cuando se trata de inteligencia artificial (IA), lo que compromete la preparación para el dolor de la disrupción, según escribió para Diplomatic Courier el profesor de Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MTI) y ganador de la Medalla John Bates Clark en 2005, Daron Acemoglu, quién se pregunta si la humanidad está preparada.

El economista turco radicado en EEUU exhortó a prestar mayor atención a cómo la próxima ola de innovación disruptiva podría afectar nuestras instituciones sociales, democráticas y cívicas: sacar el máximo provecho de la destrucción creativa requiere un equilibrio adecuado entre políticas públicas proinnovación y aportes democráticos.

Y advirtió que si se permite a los empresarios tecnológicos a que salvaguarden las instituciones, el riesgo será sufrir más destrucción de la esperada.

El profesor y miembro del Consejo de Dirección de la UTDT y profesor titular de la UBA, Bernardo Kosacoff, tuiteó que se trata de una "enorme reflexión sobre los impactos de la innovación disruptiva. La necesidad de maximizar sus beneficios, pero evaluar sus impactos negativos y costos".

La inteligencia artificial (IA), aunque prometedora, también conlleva ciertos riesgos:
* Filtración de datos personales: puede comprometer la privacidad al filtrar información personal, afectando el bienestar de las personas.
* Vigilancia extrema y manipulación: organizaciones privadas o gubernamentales pueden utilizar la información alimentada a la IA para vigilancia y manipulación.
* “Cámaras de eco” o “filtros burbuja”: estar expuesto a las mismas ideas y noticias puede fortalecer sesgos preconcebidos, especialmente entre tomadores de decisiones.
* Subrepresentación en modelos de IA: pueden no representar adecuadamente cuestiones como acceso a la salud y educación.
* Información sin un plan de acción: contar con información es importante, pero también son necesarias las hojas de ruta para abordar problemas sociales.

Estos riesgos pueden anticiparse y mitigarse mediante protocolos claros en el desarrollo y uso de tecnologías de IA. 

Regulaciones

En la actualidad, existen diversas regulaciones y marcos legales en diferentes países y regiones para abordar el desarrollo y uso de la Inteligencia Artificial (IA).

En Argentina, se propuso un proyecto de ley para establecer un marco legal que regule la investigación, desarrollo y uso de la IA, cuyo objetivo es garantizar la protección de los derechos humanos, la privacidad y la seguridad de los ciudadanos, así como fomentar la transparencia, la ética y la responsabilidad en su aplicación.
En México, se formó, en 2020, un comité para regular la Inteligencia Artificial. Busca establecer requisitos de transparencia y responsabilidad para las empresas que desarrollan y utilizan IA, así como sanciones por incumplimiento.
La Unión Europea tiene una estrategia sobre Inteligencia Artificial y publicó directrices éticas para que la IA sea confiable. Además, se trabaja en aspectos de seguridad, responsabilidad y ética de los vehículos automatizados.
El Marco Regulatorio Global: en la era de la digitalización, Europa lidera el marco regulatorio de la IA con una propuesta de reglamento enfocada en riesgos y protección de datos.

Advertencias 

Daron Acemoglu sostiene que este sería el momento de reevaluar estas ideas, ya que las esperanzas en materia de inteligencia artificial superan incluso las de Facebook en sus inicios.

Concede que la innovación es a veces disruptiva por naturaleza y a la vez que el proceso de creación puede ser destructivo, como lo imaginaron pensadores como el economista austriaco Joseph Schumpeter, y da cuenta de que la historia muestra que la resistencia implacable a la destrucción creativa conduce al estancamiento económico y por lo tanto no debe celebrarse.

La identifica más bien como un costo que a veces podría ser reducido, entre otras cosas creando mejores instituciones para ayudar a quienes salen perdiendo y, en ocasiones, gestionando el proceso de cambio tecnológico.

Tras vincular las ideas de ¿Estamos preparados para la destrucción creativa de la IA? con la formación de la base de la teoría del crecimiento económico, el ciclo del producto y el comercio internacional, alude a dos acontecimientos relacionados que catapultaron el concepto de destrucción creativa a un pedestal aún más alto en las últimas décadas.

1) El éxito arrollador del libro de 1997 del profesor Clayton Christensen de la Escuela de Negocios de Harvard, El dilema del innovador, que avanzaba la idea de “innovación disruptiva”. En ese aspecto, destaca que las innovaciones disruptivas provienen de nuevas empresas que persiguen modelos de negocios que los operadores tradicionales consideran poco atractivos, a menudo porque atraen sólo al extremo inferior del mercado. Dado que los operadores tradicionales tienden a seguir comprometidos con sus propios modelos de negocios, se pierden “la próxima gran ola” de tecnología.

2) El ascenso de Silicon Valley, donde los empresarios tecnológicos hicieron de la “disrupción” una estrategia explícita desde el principio. Google se propuso revolucionar el negocio de las búsquedas en Internet, y Amazon se inclinó a revolucionar el negocio de la venta de libros, seguido por la mayoría de las demás áreas del comercio minorista. Luego vino Facebook con su mantra de "muévete rápido y rompe cosas". Las redes sociales transformaron nuestras relaciones sociales y la forma en que nos comunicamos de un solo golpe, personificando tanto la destrucción creativa como la disrupción al mismo tiempo, pone de relieve.

El atractivo intelectual de estas teorías radica en transformar la destrucción y la perturbación de costos aparentes en beneficios obvios.

Proceso de destrucción

Schumpeter reconoce que el proceso de destrucción es doloroso y potencialmente peligroso, mientras los innovadores disruptivos de hoy sólo ven resultados beneficiosos para todos.

Por lo tanto, el capitalista de riesgo y tecnólogo Marc Andreessen escribe: “El crecimiento de la productividad, impulsado por la tecnología, es el principal motor del crecimiento económico, el crecimiento de los salarios y la creación de nuevas industrias y nuevos empleos, a medida que las personas y el capital están continuamente libres para hacer más. cosas más importantes y valiosas que en el pasado”.

Y si bien la globalización crea importantes beneficios económicos, también destruye empresas, empleos y medios de vida.

Aclara que si por un lado el instinto lleva a celebrar esos costos, deja como interrogante si se encuentra el modo de intentar mitigarlos, aunque se esperanza de que hay mucho más que podría hacerse para ayudar a las empresas afectadas negativamente (que pueden invertir para expandirse a nuevas áreas), ayudar a los trabajadores que pierden sus empleos (mediante reentrenamiento y una red de seguridad) y apoyar a las comunidades devastadas.

El no reconocimiento de estos matices abrió la puerta a la excesiva destrucción y disrupción creativa que Silicon Valley impuso en las últimas décadas.

Exhorta a que, de cara al futuro, sean tres los principios que guíen los enfoques, especialmente cuando se trata de IA.

Primero, como ocurre con la globalización, ayudar a quienes se ven afectados negativamente es de suma importancia y no debe ser una ocurrencia tardía.

Segundo, no dar por sentado que la disrupción sea inevitable, ya que la IA no tiene por qué conducir a una destrucción masiva de empleos. Si quienes la diseñan y la implementan lo hacen sólo teniendo en cuenta la automatización (como desean muchos titanes de Silicon Valley), la tecnología sólo creará más miseria para los trabajadores.

Tercero, las relaciones sociales y económicas existentes son sumamente complejas y, cuando se interrumpen, pueden producirse todo tipo de consecuencias imprevistas. Facebook y otras plataformas de redes sociales no se propusieron envenenar el discurso público con extremismo, desinformación y adicción, pero en su apuro por alterar las formas de la comunicación, siguieron su propio principio de actuar rápido para luego buscar el perdón.