Ninguna familia está preparada para soportar que un hijo o una madre no tengan para comer. Tal vez sea una de las situaciones más traumáticas que debe afrontar un ser humano. “A La Tota siempre le dolía la panza cuando nos teníamos que sentar a comer”, recordaba Diego Maradona. La Tota veía que la comida no alcanzaba para todos en esa humilde casita de Villa Fiorito, pero tampoco quería que sus hijos supieran que no había suficiente.   

Hoy se cuentan por miles las madres que le dicen a sus hijos que les duele la panza. El drama social de la otrora opulenta Argentina se hace cada vez más patente en el día a día, con mujeres que se desparraman en las calles más transitadas para pedir “una ayuda por favor”. Muchas llevan sus bebés a cuestas. Algunas personas se acercan para darles agua, o algunas galletitas. El calor arrecia. Los mendigos ya son moneda corriente, así como también los cartoneros que transportan como pueden enormes carros rumbo a esos camiones que se ubican en esquinas estratégicas a la espera de la preciada carga que luego llevarán a alguna industria de reciclado. “Prohibido tracción a sangre”, se podía leer en los barrios de conurbano hace un par de décadas. Aludían a los caballos que tiraban carros desvencijados. La tracción a sangre sigue, y se ve desde el balcón de la Casa Rosada. Ahora son seres humanos los que arrastran pesadas cargas.

“La Argentina nunca fue tan pobre”, aseguran los informes de la Universidad Católica Argentina, que ubican a la pobreza relevada por nivel de ingresos rumbo al 50%. La razón principal: la clase media baja terminará de caer en los próximos meses en la pobreza, si no lo está ya. El sablazo de subas de tarifas que se viene será el golpe de gracia para las familias que desarrollan tareas en los sectores más postergados salarialmente de la economía, como el empleo doméstico, la gastronomía, el comercio, la limpieza y, aunque cueste creerlo, el propio periodismo, que atraviesa una crisis de caída del ingresos que sorprende, con numerosas empresas pymes en una delicada situación financiera y redactores con salarios por debajo de la línea de pobreza.

En distintos sectores de la economía argentina son cientos de miles los trabajadores que deben apelar al pluriempleo para redondear algún número que les permita llegar a fin de mes con lo justo. Ocurre hasta en el rubro de la medicina, en el que los médicos penan ante los financiadores del sistema (prepagas y obras sociales) para que les mejoren el monto absurdo que se les paga por consulta.

En este escenario, los sectores que toman a diario decisiones de inversión y en muchos casos juegan a la ruleta financiera, también dicen estar preocupados.

“En la última reunión de directorio veníamos proyectando en qué mes esta caída se frenaría, hasta que un gerente hizo una pregunta que nos dejó mudos”, contó a Noticias Argentinas el CEO de una compañía vinculada al rubro servicios. Cuál fue la pregunta: “¿Y si todavía no vimos lo peor?”.

El resto de los que estaban sentados a la mesa oval ensayaron algunas sonrisas de ocasión, pero muchos se quedaron pensando y empezaron a repasar en su memoria la cantidad de rubros que debieron pensar en recortar en los últimos meses.

Esa es la gran pregunta que circula también en una City porteña casi desierta, donde basta recorrer la calle de las casas de cambio sobre San Martín, las peatonales Lavalle o Florida, o la alguna vez mítica avenida Corrientes, para entender que la pandemia no fue lo único que trastocó la fisonomía del alguna vez pujante microcentro. Somos más pobres.

En el tradicional Bar Bidou de Diagonal Norte casi Suipacha, parte de esa transformación se nota con fuerza. Ya no abre más viernes, sábado y domingo. Los que antes eran días muy fuertes. “A esta zona no viene ni el loro esos días”, exagera el mozo más antiguo de ese bar histórico. Un puñado de turistas brasileños y norteamericanos comparte una sabrosa comida en una mesa grande. ¿Sabrán que muy pocos argentinos se puedan sentar allí, donde el cubierto de un almuerzo no baja de los $12.000 por cabeza? “Está barato, nos conviene”, explica un español con euros en las manos que no termina de entender muy bien que a cada paso alguien le grite “dólar, euro, real”… 

Son los “arbolitos”, esos trabajadores informales que nacieron el mismo día de 2011 en que Cristina Kirchner impuso el cepo cambiario el día después de ganar la reelección con el 54%. Hasta ese día, los argentinos sólo habían visto a esos cambistas improvisados al llegar a Caracas, donde en medio del chavismo decenas de venezolanos se arremolinaban alrededor de los turistas para hacerse de los ansiados dólares. La operación generalmente terminaba en alguno de los baños del aeropuerto. Macondo a pleno.

La pregunta que casi nadie se atreve a hacer en voz alta.  

La anunciada decisión de Javier Milei de imponer un ajuste ortodoxo del gasto público, anunciada varias veces en campaña, sí está tomando por sorpresa a la clase media, que no imaginaba que el recorte de gastos fuera a pegar tan fuerte en su vida cotidiana. “Yo pensé que iba a tocar sólo a la casta, como repetía en las caravanas", le dice a NA un programador de 40 años que manifiesta decepción con el presidente libertario, pero admite que tampoco lo quería a Sergio Massa.

"Aún no vimos lo peor", alertan empresarios y financistas sobre el impacto que tendrán las medidas oficiales. Coinciden en que a Milei hay que darle tiempo, pero también advierten que si no empieza a haber señales de que la inflación se desacelere, hay muchos sectores que no estarán dispuestos aguantar nada, porque de lo que se trata ahora es simplemente de tratar de comer todos los días.

El empresariado por ahora banca a Milei en líneas generales -salvo los vinculados a la obra pública que se la tienen jurada por haberles frenado todo-, pero tienen muchas dudas sobre la gobernabilidad, ante un peronismo que parece haber vuelto a estar agazapado a la espera de algún error. La repentina suba de la brecha cambiaria, explica en parte esas prevenciones.

El ruido que llega a quienes toman decisiones en la Argentina explicaría, en parte, las disparadas del contado con liquidación a la zona los $1.200 y del dólar MEP a $1.160. También el hecho de que la cuevas hayan llevado el blue a $1.120. El gran problema para Luis Caputo es que esas subas llevaron la brecha cambiaria a niveles del 50%. En caso de mantenerse, la pregunta que ya se empieza a hacer el mercado es muy clara: ¿A cuántos días estamos de tener que meter mano de nuevo en el tipo de cambio? Por ahora, la respuesta no la sabe ni Luis “El mago” Caputo.