Flamengo de Brasil le ganó a River la final de la Copa Libertadores “a lo Boca”, rememorando aquella mística xeneize de otras épocas cuando los de la Ribera eran quienes dominaban en el campo a fuerza de no rendirse nunca, de buscar siempre y de no dar nada perdido hasta el último instante.

La Argentina toda, pero particularmente Buenos Aires, vivió la final de una manera particular, con gran parte de la afición ilusionada con una nueva conquista, y la otra gran parte esperando un traspié de su tradicional rival y haciendo “fuerza” a su manera para evitar otro campeonato de quién se lo arrebatara hace un año.

El conjunto de Río de Janeiro fue ampliamente superado en la primera parte, pero aun cuando el partido se moría, cuando ya parecía que no había esperanzas, siguieron buscando, aprovecharon adecuadamente los errores de su rival y terminaron festejando.

“Esto a Boca no le pasaba”, sentenciaba un simpatizante no declarado “bostero”, observador simple de una realidad de otro tiempo en los que el protagonista tenía colores azul y oro y otro gran técnico, era el conductor de esa hora de gloria.

“River volvió a ser gallina”, decía otro no fanatizado, observando también aquellas épocas, cuando no estaba Gallardo, en las que los de Núñez terminaban claudicando sobre los finales.

La tristeza se asienta sobre una gran parte del país, otros festejan, pero la aseveración de “Flamengo ganó a lo Boca”, queda “picando” como la última pelota que aprovechó Gabigol para sellar la historia.