Daniel Passarella es quizás el estandarte del fracaso del jugador llevado a la parte dirigencial: De ser el mejor defensor de la historia del fútbol argentino, de ganar todo en River como jugador y DT pasó a transformarse en el presidente del club de Núñez que se fue al descenso.

El Kaiser ganó las elecciones más reñidas de la historia de River: en diciembre de 2009 superó por solo 6 votos a Rodolfo D'Onofrio. Todo lo que vino después fue el caos, con la barra brava manejando el club, deudas y el equipo descendiendo en la recordada promoción con Belgrano de Córdoba.

Otro ídolo que pasó del bronce al barro fue Carlos Babington: pudo tocar el cielo con las manos cuando el Huracán de Cappa casi sale campeón, pero terminó echando al creador del "ticki-ticki", dejó un club endeudado y hoy si va a la cancha recibe todo el repudio de Parque Patricios.

Juan Sebastián Verón es quizás el ídolo máximo de la historia de Estudiantes de La Plata, peleando mano a mano con referentes como Carlos Bilardo u Osvaldo Zubeldía. La reciente inauguración de la cancha lo pone un escalón por delante de Passarella y Babington pero desde lo deportivo pelea por no descender y desde su llegada las frustraciones deportivas estuvieron a la orden del día.

En Europa es más común que los jugadores se transformen en socios o presidentes de las Sociedades Anónimas que manejan el destino de las instituciones y solo tienen que mantener el rumbo de barcos, que salvo por casos de corrupción, jamás se hunden.

Justamente, uno que saltó el lugar de los clubes fue Michel Platini: se transformó en el presidente de la UEFA y terminó siendo arrestado este año en París por la investigación sobre la concesión del Mundial 2022 a Qatar.

Juan Román Riquelme aspira a ser presidente de Boca, busca el trampolín de la vicepresidencia segunda acompañando a Amor Ameal para llegar dentro de 4 años a manejar todo el club. ¿Podrá? ¿Logrará mantener la idolatría?