Fue uno de los futbolistas más destacados de su época. Multicampeón con el Dinamo de Kiev, el Milan y el Chelsea, y ganador del Balón de Oro en el 2004.

Andriy Shevchenko, ucraniano, ahora dirige a la selección de su país.

La explosión de la central nuclear de Chernobyl y la caída de la Unión Soviética (URSS) fueron algunos de los hechos que dejaron una huella en su personalidad.

Nació en Dvirkivshchyna, una ciudad ubicada a a poco más de 200 kilómetros de la central nuclear que explotó en 1986.

A sus nueve años vivió muy de cerca las consecuencias del trágico hecho. 

Lo cuenta en sus memorias, que llamaron la atención de la prensa en los últimos días: “Forza Gentile. La mia vita, il mio calcio” es el nombre en italiano que recibe la autobiografía que Sheva escribió en colaboración con Alessandro Alciato y presentó en las últimas semanas.  .

“Todo me parecía normal. Yo tenía diez años. Me divertí como un loco jugando al fútbol en todas partes, haciendo cualquier deporte. Me llevaron a la academia del Dinamo de Kiev, sentí que estaba empezando a vivir un sueño. Luego explotó el reactor 4 y nos llevaron a todos”, relató en una entrevista con el diario italiano Corriere della Sera.

Luego, continuó: “Cerraron las escuelas de inmediato. Llegaron autobuses de toda la URSS, cargaron a jóvenes de entre 6 y 15 años y se los llevaron. Me encontré solo en el mar de Azov, en el mar Negro, a 1.500 kilómetros de casa. Sin embargo, todavía hoy no siento angustia. Me sentí como en una película, viví esa experiencia como un viaje. Yo era un niño”.

Para Shevchenko, crecer en la Unión Soviética “no estuvo mal”: “Todo fue igual para todos”. “Había mucha escuela y deporte por todas partes. Ni siquiera imaginabas que podía haber una vida diferente a esa”.

Lo peor, entonces, llegó después de la caída de la Unión Soviética.

Al evocar a sus amigos de la infancia en Kiev, el ex futbolista se entristece: “Están todos muertos. No por la radiación, sino por el alcohol, las drogas, las armas. Las grietas en el muro de la URSS eran cada vez más evidentes. Todo se derrumbaba, el mundo donde nacimos se derrumbaba. Mis amigos, como toda mi gente, dejaron de creer en nada y se perdieron“.

De sí mismo, dice que fue salvado por la dedicación de sus padres y, sobre todo, el amor por el fútbol, tema al que da paso luego.

Tras su exitoso paso por el Dinamo de Kiev, se convirtió en leyenda en el Milan (”Cuando firmé mi primer contrato real, me negué a mirar la cifra escrita en él”, admitió) y luego dio el salto al Chelsea.

Su carrera se vio opacada por la final de Champions League perdida con el conjunto italiano con el Liverpool en 2005. En ese partido, conocido como el Milagro de Estambul, el Rossonero estaba 3-0 arriba en el marcador, pero el elenco adversaio empató y se alzó con el título en los penales.

“En los primeros tres meses después de esa amarga derrota, me despertaba gritando por la noche y empezaba a pensar en ello. Todavía lo pienso hoy que han pasado dieciséis años. Muchos de mis compañeros de equipo no quisieron volver a ver ese juego nunca más. Me lo sé de memoria”, reconoció.