Palo por palo
Boca le ganó a River 3-2 en un Superclásico atípico: los dos jugaron un fútbol ofensivo de alta calidad.
Los Superclásicos, por lo general, defraudan. Se habla un montón antes del partido y luego, los 90 minutos, entregan poco y nada. Pero este no fue el caso. Porque este choque por los cuartos de final de la Copa de la Liga fue un partidazo, desde el minuto 0 y hasta el 97.
Llegadas de todos los tipos y colores, jugadas ofensivas, muy buenas asociaciones, juego colectivo, atajadas, muchos goles, una que otra patada… Es decir, lo necesario para coronar un partido de fútbol excepcional. Todo salió tan redondo que hasta el arbitraje de Yael Falcón Pérez estuvo a la altura.
Los dos fueron al frente, ambos tuvieron oportunidades para ganarlo y, finalmente, se lo quedó Boca con justicia. Fue claramente mejor.
Uno podría decir que River le abrió la puerta a Boca en la mitad del primer tiempo, cuando eligió tirarse quince metros atrás y tenía el partido absolutamente controlado. Por alguna razón inentendible River cambió, tal vez porque se enamoró de la posibilidad de liquidar el partido de contraataque.
Esa actitud de River le dio oxígeno a Boca, que hasta ese momento no daba pie con bola. Y Boca supo aprovecharlo cabalmente, tanto que desde esos 25 minutos y hasta el final, fue mucho mejor que su adversario, que perdió la línea y jamás volvió a ser el del principio.
Ya a los 10 minutos el equipo de Demichelis se puso en ventaja con un muy bonito gol de Borja. Bonito por la concepción y por la finalización. Robó Villagra en la mitad, tocó rápido para Nacho y este, de primera, lo dejó libre a Echeverri que encaró contra Lema y Rojo, los únicos dos que habían quedado en el fondo. El Diablito tenía la opción de darle la pelota a Borja por la derecha, a Colidio por la izquierda o de patear el arco. Amagó con la tercera opción, pero optó por la primera. Y lo dejó a Borja libre para que definiera mano a mano ante Romero, quien había quedado desacomodado porque también pensó Echeverri iba a rematar directamente.
Ya fue dicho que desde los 25 River bajó en intensidad y permitió que Boca se transformara en un equipo ambicioso y con variantes. Y lo fue tanto que, sobre la hora del primer tiempo, Advíncula se escapó hasta el fondo por la derecha, envió el centro atrás y Merentiel quedó para definir. 1-1. Merecido. Los dos habían hecho lo suficiente para marcar.
En el segundo tiempo River casi se pone en ventaja. Un rebote en Lema pareció meterse en el arco de Romero. Pero el VAR dictaminó que la pelota no había entrado por lo que el 2-1 para los de Demichelis quedó desactivado.
El DT de River quiso cambiar y metió en la cancha a Lanzini y Barco por Nacho y Echeverri, en lo que pareció una mala lectura del juego porque ambos -especialmente Echeverri- eran una fuente de preocupación para Boca.
Y enseguida llegó un error de Herrera en el despeje, el centro de Zenón y el gol de Cavani de cabeza. El 2-1 era un justo premio para Boca porque a esa altura era mucho mejor que su adversario.
Al encontrarse en desventaja River perdió lo poco que le quedaba de elegancia. Y Boca no lo dejó pasar. Porque unos minutos después llegó el 3-1 de Merentiel, en otra falsa salida del fondo de River esta vez por un error de González Pires.
Ya con el 3-1 en contra la desesperación se apoderó de River y todo era tirarla de punta para arriba sin grandes ideas. Boca se defendía y contraatacaba con peligro. Parecía que el equipo de Martínez estaba más cerca del cuarto que River del descuento, pero el chileno Rojas le dio a River el 3-2 a los 6 de descuento. Ya no había tiempo para nada más. El clásico y la clasificación eran de Boca.
Fue un partidazo, desde esos clásicos que se ven muy de vez en cuando. Los dos con sus herramientas fueron al frente. Y Boca impuso las suyas. Los que quedamos agradecidos somos los que tantas veces prendemos la tele para ver este partido y quedamos defraudados. Esta vez, nos llenaron de fútbol.