Las imágenes se contraponen por peso propio: la de la gloria y la del ocaso. Una con Diego Armando Maradona en lo más alto, a 35 años de la conquista más importante para el fútbol argentino en el estadio Azteca.

La otra y la más triste, fue la última postal de Diego en una cancha, arrastrando las piernas y con dificultades para comunicarse, únicamente para cumplir con un sponsor como YPF que lo “necesitaba” a toda costa a pesar de su salud endeble. La excusa: festejar sus 60 años, cuando a nadie le quedó duda alguna de que lo estaban llevando de la mano sólo para utilizar su imagen para la petrolera argentina.

Ese 30 de octubre de 2020, fue el empujón final del Maradona hacia su muerte. Una muerte evitable según todos los peritajes médicos, producto de una mala atención y un entorno que parecía más preocupado en que cumpliera con sus compromisos comerciales que con su salud.  Matías Morla, su abogado y representante sabía que ese no era el deseo de Maradona, pero tampoco hizo nada por impedirlo: “Vas a la cancha, pero no te quedás al partido”, dicen que le dijo.  El sueño del Diez era poder pasar su cumpleaños con Dalma, Gianinna, Jana, Diego Jr. y Diego Fernando, pero no se pudo dar porque Morla estaba más peleado con alguna de sus hijas que el propio Maradona.

Aquel fallido homenaje en la cancha de Gimnasia organizado por el Chiqui Tapia también fue una señal de alerta, un pedido desesperado que no fue escuchado. A tal punto de que fue el día que cumplía 60 años cuando se lo vio en público por última vez.

Un día cómo hoy de 1986, Maradona se coronaba como el rey del fútbol en México. Con actuaciones brillantes y superlativas, había sido el artífice del título. Sería también su último logro con la camiseta de la Selección, porque en Italia el sueño se frustró con la derrota ante Alemania y de Estados Unidos se tuvo que ir tempranamente por un doping positivo de efedrina.

A ocho meses de su último cumpleaños, duele que esa haya sido su última foto. Obligado a recorrer sin fuerzas un campo de juego sólo para mostrar la marca de YPF en el pecho. Y el cuerpo de Maradona avisó que el final estaba cerca y no aguantó siquiera esa farsa de cumpleaños para los amigos del sponsoreo. Los amigos del campeón.  “Triste, solitario y final” podría haber titulado Osvaldo Soriano si lo hubiera visto arrastrar la zurda en el Bosque. 

Lo que vino después no tuvo retorno. Esa misma noche anunciaron que lo operarían de un hematoma subdural en la cabeza en una clínica de Olivos y que luego iría a una casa de un barrio cerrado de Tigre para la rehabilitación.  A pocos les importó que Maradona terminara sus días solo, sin la atención clínica adecuada. Y así se les fue de las manos la vida del más grande jugador de todos los tiempos.