La expulsión de Marcos Rojo por dos amarillas casi sucesivas, a los 14 y 16 minutos del primer tiempo, fue una decisión del árbitro Fernando Rapallini que torció la historia del Superclásico, siendo la segunda la más cuestionable, aunque el experimentado defensor fue imprudente en cometer otra falta estando amonestado.

Apenas empezado el partido, a los 4 minutos, el juez le sacó tarjeta amarilla al capitán de River, Enzo Pérez, por un planchazo, mostrando así que iba a ser riguroso con las infracciones.

Poco después, a los 6 minutos, un cruce entre Diego González y Julián Álvarez derivó en un tumulto de futbolistas y el juez terminó llamando a los capitanes para buscar calmar los ánimos.

Jugados 14 minutos, Rojo cruzó a Braian Romero en la mitad de la cancha cuando el atacante se iba en velocidad hacia campo de Boca y Rapallini amonestó al zaguero surgido en Estudiantes.

Poco después, a los 16, Rojo salió a cortar a un par de metros del área de Boca a Agustín Palavecino, lo atropelló y le cometió falta, acción por lo que vio la segunda amarilla y la consiguiente roja.

El juez consideró que fue una acción desmedida, valedera de tarjeta amarilla, aunque también podría haber advertido al defensor boquense, quien de todos modos no hizo notar su experiencia en este tipo de partidos al continuar con el juego brusco.

A partir de la prematura salida de Rojo, el partido tuvo un claro dominador, River, que no tardó en abrir el marcador y pasar a prevalecer desde lo futbolístico y lo anímico.

En el resto del encuentro, donde no hubo más acciones polémicas, Rapallini tuvo un desempeño correcto y sacó solo dos amarillas más, ambas en River, a Julián Álvarez, a los 25 minutos del primer tiempo, y a Benjamín Rolheiser, sobre el cierre del partido, por sendas infracciones.