La relación entre el presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia y el entrenador de la Selección Nacional, Lionel Scaloni, no pasa por su mejor momento. Y más allá de que esto puede ser nuevo para muchos que no conocen el entramado de la Selección, es justo decir que el deterioro de la sociedad no comenzó luego de la obtención de la Copa del Mundo, pero sí terminó de estropearse.

Ya sabemos que Tapia es un dirigente pragmático tal como aprendió de su líder espiritual y político, Julio Humberto Grondona. No posee un anillo que dice “Todo pasa” como usaba Grondona, pero tiene muy bien aprendida esa máxima. Y más aún si sobre su presidencia al frente de la AFA descansa una Copa América, una Finalísima y un título mundial.

Vamos al antes y al después. Ya en una columna publicada el 13 de enero se narró algunos sucesos antes del Mundial de Qatar que habían puesto en alerta a Scaloni (¿Por qué Scaloni todavía no firmó contrato?).

La AFA y Scaloni no terminan de definir la continuidad al frente de la Selección

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Contaba en aquella nota lo siguiente: “Hay una anécdota que quedó grabada en el entrenador argentino y que no quiere que se repita. Ocurrió el lunes 26 de septiembre en el Hotel Westin, de Nueva Jersey. Esa noche, la previa al partido amistoso con Jamaica, Tapia realizó una fiesta en la suite que ocupaba para disfrutar con los dirigentes del ascenso que habían viajado a la gira por Miami y Nueva York. Esos dirigentes eran los que no iban a ir a Qatar, por el cupo impuesto por la FIFA, y Tapia decidió llevarlos a esa gira para ‘pagarles’ los votos que lo llevaron a la presidencia de la AFA. El asunto es que la fiesta organizada por Tapia avanzaba y, ya de madrugada, Scaloni le golpeó la puerta para pedirle que, al menos, bajaran el volumen de la música porque los jugadores estaban descansando. Cuando Tapia lo vio, se acercó y le dijo: ‘Andá pibe, que vos estás acá porque yo te puse’.  Y cerró el diálogo con un portazo.” Esta lógica es la que el entrenador quiere romper. Ya no es el pibe al que Tapia puso "ahí". Ahora es el entrenador campeón del Mundo.

Pero después del Mundial ocurrieron cuatro hechos que molestaron al entrenador, quien está lejos de considerarse una estrella o de habérsela creído y apenas desea que las cosas fluyan como corresponde:

1)   El fallido desfile de la Selección frente al pueblo argentino por los caprichos de Tapia de cobrarle al presidente Alberto Fernández y otros funcionarios minucias políticas. Tapia fue pequeño en el triunfo, algo que demuestra su falta de inteligencia para algunas cosas.

2)   Que haya salido a los medios a decir que con Scaloni “está todo arreglado porque somos dos hombres de palabra”, cuando en realidad todavía quedaban cuestiones operativas y económicas para conversar. Scaloni sintió esa declaración como un apriete.

3)   Que el presidente de la AFA haya desfilado con la Copa del Mundo por diferentes lugares del país como si él hubiera convertido uno de los goles de la final. La exposición de Tapia no sólo molestó en el cuerpo técnico sino también en los jugadores.

4)   Que no lo haya llamado por teléfono para hablar del caso Mascherano, que quedó eliminado del Sub 20 en la primera fase de Sudamericano de Colombia. Maschercano había renunciado al cargo pero fue ratificado por Tapia. La importancia que tienen las Selecciones juveniles para Scaloni es capital para el recambio permanente que quiere llevar adelante. Ni él ni su cuerpo técnico están “felices” –por decirlo de alguna manera elegante– con la presencia de Mascherano en ese escalón previo clave para dar el salto de la Sub 20 a los mayores. Y no lo es porque a Mascherano le haya ido mal en un Sudamericano sino porque en realidad Scaloni y su cuerpo técnico quieren a otro hombre más cercano a su estilo futbolístico en ese lugar: Lucas Bernardi.

La AFA y Scaloni no terminan de definir la continuidad al frente de la Selección

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Dicho todo esto, y más allá de que Tapia en estos últimos años mostró que es apto para conducir a la AFA en la tormenta, pero es que es muy torpe y con pocas luces para hacerlo durante el éxito; el contrato de renovación –salvo que ocurra una catástrofe que no se vislumbra– se va a firmar.

Tapia y Scaloni quieren que así sea. Pero entre hoy y la firma ambos se deben dar una charla para saldar estas cuestiones. Y allí se verá con cuál Tapia se encuentra Scaloni: ¿será el humilde presidente que piloteó a la AFA cuando iba al garete o el engreído y soberbio de los últimos meses que se cree el más vivo del barrio? Si Tapia no se baja del pony, puede haber problemas.

El que tiene la palabra es Scaloni. O sea el único que, hoy por hoy, es capaz de ponerle freno a un dirigente que, de no ser porque todavía le queda algo de capacidad para darse cuenta de que no es un superhéroe, aparece desbocado.