Los cortocircuitos entre los dirigentes de San Lorenzo, los nuevos dirigentes, y el Gallego Insua no eran desde hora; venían desde hacía rato. Lo curioso es que Marcelo Moretti, el presidente, se valió de la figura de Insua para ganar las elecciones. Y hasta hipotecó económicamente al club al firmar un contrato por dos años que ahora deberá pagar como corresponde (se habla de más de 600 mil dólares).

Nadie le pedía tanto a Moretti. Si bien era lógico renovarle el contrato a Rubén, la sobreactuación de hacerlo hasta diciembre de 2025 era innecesaria. Y mucho más si cuatro meses después de la firma lo terminó echando por tres derrotas consecutivas. A la luz de esta determinación, ¿estaba en convencimiento de que el Gallego era el mejor profesional para el cargo? No. Aquella firma por dos años fue jueguito para la tribuna y ahora le saldrá carísimo al club. O sea que Moretti arrancó mal pisado su gestión.

¿Ahora bien? ¿Era el momento para cesantear a Insua? Claramente no. Más allá de que el equipo arrancó mal el año, esta no era la oportunidad para cambiar al capitán del barco. San Lorenzo está jugando la Copa Libertadores después de cinco años de ausencia (lo clasificó Insua) y le quedan cuatro partidos para resolver el grupo. Hasta ahora había disputado dos: el empate injusto con Palmeiras (en el mejor partido que el equipo jugó en el año) y la derrota ante Independiente del Valle (en el peor partido que le equipo jugó en el año). Todavía todo estaba abierto. Le quedaban dos partidos con Liverpool de Uruguay y uno con Palmeiras (de visitante) e Independiente del Valle (como local). Con 8 puntos de los 12 que quedan en juego, pasaría de ronda. O sea que todavía se podía enderezar la clasificación, más allá de que ahora está complicada.   

¿Por qué decimos que no era el momento de cambiar? Porque nada garantiza que un nuevo entrenador le dará a San Lorenzo un cambio de aire. Por ahí Zubeldía, Holan o Heinze consiguen algo bueno, pero no hay certezas. Y la decisión evidentemente responde más a cuestiones políticas que a futbolísticas. Y eso es grave. Que a un entrenador se le renueve el contrato o se lo eche por asuntos políticos no está dentro de los parámetros para juzgar su trabajo. Y el destino de Insua se decidió por asuntos que poco tenían que ver con lo que pasaba en la cancha. Fue una decisión de “patroncito de estancia” de Moretti. Y cuando las decisiones se toman de esta manera, todo tiende a irse al demonio. Porque los presidentes no son los dueños de los clubes. Los socios le prestan el poder por un rato.

A Moretti siempre le gustó Gorosito para el puesto. Pipo, un maravilloso jugador de fútbol, nunca dejó de ser un entrenador medio pelo, sin demasiada identidad. Bajo ningún punto de vista es la solución. Por eso, aparentemente, está descartado. 

¿Los son los otros tres candidatos? 

Zubeldía tiene la condición de apostar a las inferiores. En todos los lugares en donde estuvo generó buenos negocios para los clubes al potenciar juveniles, pero con magros resultados. 

Heinze por ahí es la apuesta más riesgosa, porque es un entrenador de esos que las cosas son blancas o negras. Sale campeón o te hunde en el infierno. Todo depende si arranca con el pie derecho. 

Y por último queda Holan, que es un DT que llega con chapa de conflictivo por no decir que en los lugares en donde llega monta una estructura que pocas veces beneficia al club.  Es un caso parecido al de Almirón: llega a los clubes y enseguida aparecen refuerzos que no se sabe muy bien para qué se traen.  

En esto anda San Lorenzo ahora. A la deriva con un partido decisivo dentro de diez días. El martes 23, a las 9 de la noche, se juega su futuro en el torneo continental ante Liverpool como visitante. Un mal resultado lo deja afuera de la Copa. Un mal resultado puede marcar el futuro de la presidencia de Moretti de aquí en adelante. Echarlo a Insua fue una jugada arriesgada del presidente. En un club que tiene la mecha corta para tolerar los caprichos de los dirigentes.