Historia de los mundiales: Brasil 1970, Pelé y un mundo que soñaba
El Mundial de México 70, fue la 9ª edición de la Copa del Mundo, y es considerado el mejor de la historia por la inmensa cantidad de partidos fantásticos que quedaron para la posteridad y por la voracidad ofensiva de sus participantes.
Si la aparición de Pelé hacía 12 años, en Suecia 58, había sido un soplo de aire fresco para el fútbol, ni que hablar de lo que significó el Brasil de 1970. Ya no era sólo la prestación que Pelé le daba al equipo sino, además, porque el resto de sus compañeros conformaron una orquesta que tocó la mejor música que uno pudiera imaginar. Eso fue Brasil en México 70: una fiesta. Y el fútbol cambió para siempre.
Un poco más abajo en el mapa se desataba otra fiesta. Pero en este caso era detrás de la cordillera de los Andes y con el triunfo de Salvador Allende en las elecciones presidenciales. Por primera vez en la historia, un marxista llegaba a la presidencia de un país luego de elecciones libres y democráticas. En América ya gobernaba Fidel Castro en Cuba, pero su ascenso había sido producto de una revolución y no de gente poniendo su voto en las urnas.
La legitimidad con que Allende llegaba al poder estaba dada por su militancia democrática y por la excelente elección realizada en 1970, pero mucho más por las derrotas que había sufrido en el pasado y que había aceptado sin chistar.
Porque Allende era marxista. Pero también era un demócrata. Y eso era algo que el imperio no le iba a perdonar en el futuro cercano. ¿Qué era eso de que los marxistas ganaran elecciones y llegaran al poder en elecciones?
Por eso el sueño duró apenas tres años y terminó de la peor manera: con Salvador Allende muerto luego de los bombardeos a la Casa de la Moneda y de la resistencia estoica del presidente al frente de su grupo de pertenencia para defender los intereses de gran parte de un pueblo que todavía hoy, a 50 años de su muerte, lo sigue llorando.
La cuestión es que el 4 de septiembre de 1970, Allende ganaba las elecciones después de haber intentado llegar a la presidencia en tres ocasiones. Su primer intento había sido en 1952 y apenas consiguió el 5,52% de los votos para quedar en el cuarto lugar. En 1958 su prestigio ya había crecido y quedó segundo detrás de Jorge Alessandri, quien sacó el 31,56% contra el 28,85% de Allende, que quedó por delante de Eduardo Frei (20,70%).
En 1964 arrasó Frei, que obtuvo el 56,09%, pero el caudal electoral de Salvador Allende seguía creciendo: alcanzó el 38,93%.
Pero llegó 1970 y ese fue el año. Y Allende se impuso a Alessandri con el 36,62% contra el 35,27% de su adversario político. Y eso no era todo, en las elecciones parlamentarias la diferencia fue aún mayor: 81,38% contra 18,62%. Así, el 3 de noviembre, Allende asumió la primera magistratura pese a que Richard Nixon, desde Washington, ordenó evitar que Allende ocupara la presidencia en una intervención extranjera sin precedentes para la región. Y menos para un país con una historia democrática irreductible. Nótese que mencionamos el resultado de tres elecciones en Chile entre 1952 y 1970 mientras que en el resto de la región se sucedían los Golpes de Estado y los Dictadores.
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En el primer año de gobierno, Allende llevó adelante la estatización de áreas clave del país: la nacionalización de la extracción del cobre, la reforma agraria, el congelamiento de precios, el aumento de salarios a todos los trabajadores y la modificación de la Constitución con la creación de una única cámara. El foco del gobierno estaba puesto en la redistribución de la riqueza y en la consolidación de la democracia participativa en lugar de la representativa.
No nos vamos a detener en la caída, porque estamos en 1970 y elegimos priorizar la felicidad de un pueblo que, después de haber sido castigado por décadas por los conservadores, se encontraba frente a su mejor versión. Lo que ocurriría tres años después, el 11 de septiembre de 1973. con el Golpe de Estado, será materia de alguna otra columna. Como decimos habitualmente, quién esté interesado, puede recurrir tranquilamente a Google.
Unos meses antes de la asunción de Allende, se disputó la 9ª edición de la Copa del Mundo, en México, entre el 31 de mayo y el 21 de junio. Otra vez los clasificados fueron 16 y se repitió el formato de los torneos anteriores.
El Mundial de México 70, más allá del fútbol de Brasil, es considerado el mejor de la historia por la inmensa cantidad de partidos fantásticos que quedaron para la posteridad y por la voracidad ofensiva de sus participantes.
Los clasificados de la primera fase fueron la Unión Soviética, México (Grupo 1), Italia, Uruguay (Grupo 2), Brasil, Inglaterra (Grupo 3), Alemania Federal y Perú (Grupo 4).
En cuartos, Uruguay dejó en el camino a la Unión Soviética (1-0), Brasil a Perú (4-2), Italia a México (4-1) y Alemania a Inglaterra (3-2). En esa instancia, todos los partidos tienen referencias recordadas: el triunfo de Uruguay en el alargue, la sólida actuación de Italia, la remontada de Alemania ante Inglaterra después de estar dos goles abajo y el extraordinario juego de Brasil y Perú, en el que hubo 49 tiros a los arcos: 27 brasileños y 22 peruanos, quienes tenían en sus filas al sensacional Teófilo Cubillas.
Las semifinales no dejaron de lado el costado emotivo. Cuatro ex campeones del mundo estaban en esa instancia: Alemania, Brasil, Italia y Uruguay. Brasil se sacó de encima a Uruguay por 3-1, como no podía ser de otra manera, en un choque durísimo.
Alemania e Italia merecen un capítulo aparte por el extraordinario 4-3 que definió el juego para los italianos en tiempo extra. La sola mención de la progresión en el marcador, marca qué tipo de partido fue: Bonisegna puso en ventaja a Italia, que resistió los embates alemanes hasta el minuto 90, cuando Schnellinger igualó. Nadie se imaginaba la media hora que se venía en el alargue: 2-1 de Müller a los 4, empate 2-2 de Burgnich a los 8 y 3-2 para Italia a los 14 del primer tiempo. Müller puso el 3-3 a los 5 del segundo tiempo y Riva el 4-3 final a los 6 de ese segundo tiempo del alargue para el 4-3 que depositó a Italia en la final contra Brasil. Esa, tal vez, fue la mejor media hora de fútbol que se tenga en la memoria.
En el partido decisivo, la paridad duró un tiempo: 1-1 con goles de Pelé y Bonisegna a los 18 y 37 minutos de la primera etapa. Y ya, en el complemento, fue un festival de Brasil entre la superioridad técnica de los sudamericanos y el agotamiento de los italianos que pagaron durísimo precio por el estrés y el desgaste del juego con los alemanes. Gerson, Jairzinho y Carlos Alberto, a los 21, 26 y 41 minutos del segundo tiempo, sellaron el 4-1 final y la consagración del equipo más grande que se recuerde en la historia de los Mundiales. Con Pelé como centro, por supuesto, pero con otros diez compañeros que dejaron lo mejor del fútbol para la historia de los tiempos.