A la Selección que dirige Javier Mascherano le robaron el triunfo en la fecha inicial de la ronda clasificatoria de Panamericano Sub 23. Con un penal inventado, Venezuela consiguió sobre la hora el empate y dejó a Argentina con un punto en la tabla.

El sorpresivo triunfo de Paraguay sobre Brasil en la primera fecha dejó a los paraguayos con 3 puntos y a los brasileños con cero. Este resultado, además, convirtió a la segunda fecha en decisiva. Si Argentina le gana a Paraguay quedará bien parado para clasificar. Si empata, ya las cosas no serán tan sencillas. Y si pierde, quedará con un pie afuera de París.

Hasta aquí los resultados. ¿Pero qué pasa con el juego? ¿Mascherano logró revertir la mala imagen que dejó como entrenador con sucesivas Selecciones Sub 18 en varios torneos? No. Todavía no. Y eso que ya jugó varios partidos, a saber:

  1. 1-1 con Paraguay; con un rendimiento bajísimo en todas las líneas, sólo atribuible a los nervios de los chicos, que pudieron empatar sobre la hora en un partido complicadísimo.
  2. 2-0 con Perú; en un resultado más vinculado a la debilidad de los peruanos que a fortalezas del equipo argentino.
  3. 5-0 con Chile; en una noche en la que la eficacia fue la que coronó la actuación del equipo, ya que no jugó ni por asomo como para sacar semejante diferencia.
  4. 3-3 con Uruguay; en la mejor actuación del torneo, más allá de los errores defensivos que le permitieron igualar al equipo de Bielsa luego de ir perdiendo 0-2 y 1-3. Lo curioso fue que el equipo, que mostró momentos de un altísimo nivel ante un rival muy exigente, estaba integrado en su mayoría por jugadores que en los tres partidos anteriores habían sido, en su mayoría, suplentes.

En definitiva, otra vez debemos criticar las decisiones del entrenador, quien efectivamente ve cosas que nosotros no advertimos. ¿Por qué Redondo es suplente? ¿Por qué Gondou no juega de entrada? ¿Por qué insiste con el doble cinco en línea? ¿Por qué deja en el banco a Baltasar Rodríguez? ¿Por qué cada vez que se pone en ventaja manda al equipo para atrás y forma una línea de cinco defensores, cuatro volantes y deja sólo a un delantero? ¿Por qué el equipo maneja los partidos hasta que saca una diferencia y después le regala la pelota a su rival?

Sería mucho más fácil para quien firma esta columna escribir después del partido con Paraguay. Pero por honestidad intelectual queremos dar nuestra opinión antes de ese choque decisivo y advertir que, si el entrenador no cambia el rumbo, salvo que ocurra algo rarísimo, el porvenir no es demasiado auspicioso porque el once que habitualmente pone en la cancha carece de consistencia para hacerse dueño del juego y del resultado.

Por supuesto que queremos que Argentina gane y juegue bien. Pero por ahora eso sólo ocurrió de a ratos y especialmente en los segundos tiempos, cuando el entrenador hizo ingresar a los jugadores que había dejado sentados en el banco de suplentes. 

Decíamos que hay tres chicos que no pueden estar afuera del equipo: Redondo, Baltasar Rodríguez y Gondou. Con ellos en cancha, el equipo tiene otro peso específico y mejor manejo de la pelota y de las variables del juego. No entendemos por qué no son titulares. Ojalá que hoy entren los tres desde el arranque. Y si no los pone, esperemos que los que sean titulares puedan por fin mostrar sus cualidades, que seguramente las tienen. 

Está en juego la clasificación para los JJOO de París. Y francamente no nos gustaría quedar afuera de esa competencia.