La bomba explotó en la mañana apacible de Parque Patricios. A cuatro días de una elección que define el futuro de David Garzón y del oficialismo en Huracán, la única noticia que no se podía filtrar era justamente esa: perder a la bandera, al emblema, a la estrella del primer equipo. Perder a Ignacio Pusetto.

Pero las charlas previas, aunque se pretendan mantener ocultas, no eran un secreto. Hace varios días que Diego Martínez llamó a Pusetto y a Rodrigo Echeverría para contarles sobre su proyecto en Boca y, claro, sumarlos. En la lista de refuerzos que le extendió al Consejo de Fútbol, esos dos nombres están subrayados y en negrita. Martínez los quiere sí o sí. Y Riquelme está dispuesto a darle el gusto.

No sólo para mantener feliz a un entrenador que él mismo fue a buscar: también considera que el chileno Echeverría puede representar un gran negocio a futuro para el club y que Pusetto puede ser el complemento ideal para un ataque que, más allá de brillar con nombres propios, no tiene hoy por hoy el recambio de jerarquía que Boca requiere.

Claro, detrás de las oportunidades también abundan los obstáculos. Huracán puso condiciones. Los dirigentes del globo no se quedaron contentos ni con las situaciones de Diego Martinez ni la de Lucas Merolla, quienes fueron seducidos por Boca en su momento siendo parte de Huracán. El DT, ya se sabe, decidió aprovechar la oferta xeneize, dar las gracias y despedirse sin más.

Una de esas condiciones estaba asociada al proceso electoral. Garzón, que impulsa a Abel Poza como su reemplazante, no quería que las negociaciones se filtren antes del próximo domingo, día de las elecciones quemeras.

Pero algo pasó, en el medio hubo un cortocircuito. En el marco de las negociaciones, desde la tesorería de Boca reclamaron a Huracán por una deuda millonaria vencida en enero de este año que El Globo mantiene aún por la venta de Franco Cristaldo al Gremio (a Boca le correspondían 2 millones y medio de dólares de esa operación) y Garzón puso el grito en el cielo. Se volvió a sentir pisoteado por Riquelme. Regresaron los fantasmas de todo el conflicto con Martínez y Merolla, de la relación tortuosa entre ambos clubes.

Entonces, las cosas pasaron a mayores. El diálogo se cortó por completo. Y Garzón y compañía vieron con preocupación venir lo que se advertía: con la política colándose en el medio del proceso electoral de Huracán, la noticia de la venta de Pusetto se filtró mágicamente. El Presidente de Huracán estalló. Y ocurrió lo que todos vieron: desmentida a gran escala de una noticia que no hizo más que confirmar que ambos jugadores finalmente terminarán recalando en Boca luego que pase el proceso electoral de Huracán.

Una noticia que el mismo Pusetto casi que se encargó de confirmar ayer cuando, un par de horas después de la entrevista de Garzón en medios nacionales, admitió su sentido de pertenencia con Huracán, pero también sus ganas de jugar en Boca en el marco de una serie de objetivos personales que aún le restan por cumplir. Dicen que Nacho, que en principio iba a mantener silencio, se sintió expuesto por las declaraciones de Garzón y por el quiebre de un acuerdo que estaba preestablecido. Un pacto de caballeros que el propio Garzón rompió.