Desde antes de partido que Boca le ganó a Palmeiras en la definición desde el punto del penal, escuché a muchos hinchas de Boca (casi todos diría) que preferían empatar en Brasil para después darle la chance a Chiquito Romero de lucirse en los penales, tal era el convencimiento que tenían que si llegaban a esa instancia iban a ganar.

Lo curioso es que si uno de les decía: “Entiendo, pero lo mejor es ganar tranquilos, jugando bien y sacar una buena diferencia para que la noche sea más placentera y productiva, ¿no?”. Y la sorpresiva respuesta era: “No. Antes de ganar 3-0 y jugando bien, prefiero hacerlo por penales”.

No puedo negar que, para mis parámetros de periodista y mucho más de hincha de fútbol, la respuesta me sonaba disparatada, insólita, ridícula, poco seria y tantas otras cosas que pueda decir. Pero era así nomás. Entre jugar bien, gustar y golear y ganar por penales, los hinchas de Boca se quedaban con la opción de ganar por penales.

Repasemos un detalle que no es menor: Boca es el primer equipo de la historia de la Copa Libertadores que llega a la final del torneo sin ganar ni perder un solo partido en los cruces de octavos, cuartos y semifinales. Empató los seis cruces: 0-0 y 2-2 con Nacional, 0-0 y 0-0 con Racing y 0-0 y 1-1 con Palmeiras. De esos seis partidos, solo en dos jugó bien un rato: en los partidos de ida ante Racing y Palmeiras. Lo que sí tuvo fue una eficacia feroz en los penales: ganó las tres series 4-2, 4-1 y 4-2 con Sergio Romero como gran figura.

LEE: Atención Boca: cuánto salen y cómo comprar las entradas para la final de la Copa Libertadores

Recuerdo que cuando era chico, uno de los orgullos más grandes que uno tenía era ganarle al eterno rival pero, más aún, tener la certeza de que esas victoria se había conseguido, además, con una gran actuación, con un baile, con un paseo o cualquier otro adjetivo de jerga que se nos quiera ocurrir.

Pero es evidente que las cosas han cambiado. En estos tiempos de redes, en donde las distancias no existen, en una era en la que la hipercomunicación es una realidad, el fútbol dio otro paso hacia el post fútbol, hacia algo que se parece a eso que jugábamos y veíamos hace algunas décadas pero que ya no es lo mismo.

Boca, el Boca de Almirón, llevá una racha desde el 2 de agosto que marca que jugó 14 partidos, ganó 2 (a Platense y a Central Córdoba), empató 8 y perdió 4. Anotó 12 goles y le marcaron 10. Esto quiere decir que Almirón cosechó apenas el 33.33 por ciento de los puntos en juego. Lo que equivale a decir que lleva adelante una campaña espantosa por tratarse de Boca. Y en el medio, además, perdió como local el superclásico con River, por 2-0.

Pero resulta que a los hinchas de Boca nada les importa porque pasaron a la final de la Copa Libertadores de la manera que más deseaban -por penales- porque, supuestamente, dicen que eso era lo que más le iba a doler a los hinchas de River.

Me cuesta muchísimo esgrimir argumentos para defender y justificar esta posición. Ni el más acérrimo bilardista puede estar conforme con la perfomance del Boca de Almirón. Dirán que lo único que importa es ganar y que Boca está en la final. Y yo digo que todo estos argumentos se podrán sostener si Boca finalmente sale campeón de la Copa Libertadores y le gana al Fluminense por penales o como sea. Si eso no ocurre, el balance será otra frustración. Y mucho más grande. Porque el consuelo que tienen aquellos equipos que no salen campeones es el recorrido realizado para llegar hasta esa final perdida. Y Boca, de verdad, no tiene nada para recordar de ese tránsito más que los revolcones de Chiquito Romero para atajar penales. Y eso, para Boca, es nada. Por más que los hinchas hoy crean que lo que les está pasando es lo mejor del mundo. Mañana, cuando repiensen esta Copa Libertadores rara, si la ganan se reirán como quien ha realizado una travesura. Y si la pierde, la bronca por no haber dado algo más será inmensa. Casi tan grande como el boleo en el traste que le pegarán a Almirón si no consigue coronar al club con la séptima Copa Libertadores.