No soy de creer en las brujas, pero que las hay… las hay. En esta semana se recordó la figura de Jacobo Urso, quien murió el 6 de agosto de 1922, a las 18:05. Urso tenía 23 años y era una de las figuras de aquel San Lorenzo amateur de comienzos de siglo.

Su muerte se produjo en el Hospital Ramos Mejía, en donde permanecía internado desde hacía una semana por haber sufrido la perforación de un pulmón y del riñón por un encontronazo con dos jugadores de Estudiantes de Buenos Aires, Comolli y Van Kammenadeun, quienes involuntariamente le rompieron dos costillas.

Urso había debutado en San Lorenzo hacía 6 años, con apenas 17, y era el emblema del equipo. Tanto lo era que en el fatídico partido que le costó la vida, a pesar de la lesión sufrida y de los dolores que obviamente padecía, terminó de jugar los 90 minutos para no dejar al equipo con uno menos, ya que en esos años no había cambios. Cuenta la leyenda que jugó lo que restaba mordiendo un pañuelo para soportar el dolor y controlar el sangrado por la boca. Una escena dantesca.

Ya conocida la muerte de Urso, los hinchas se congregaron en su casa de Beauchef 811 y más de 10 mil personas pasaron para despedirlo en su velatorio. La procesión hasta el Cementerio del Oeste (actual Cementerio de la Chacarita) alcanzaba a las cinco cuadras detrás del féretro.

El signo trágico de San Lorenzo: los jugadores que murieron o sufrieron accidentes mientras estaban en actividad

Esta tragedia de Urso no fue la única que sufrió San Lorenzo y sus hinchas con jugadores en actividad. Es más, hasta se podría decir que el club tiene un sino trágico en ese sentido.

Victorio Casa era un endiablado puntero que debutó con las Carasucias del 62. Sus condiciones eran fantásticas. Hasta que su carrera sufrió un cambio radical. Y todo pasó por estar en el lugar incorrecto a la hora incorrecta.

El 11 de abril de 1965 llovía en Buenos Aires por lo que el partido que San Lorenzo debía jugar con Argentinos se postergó. Los jugadores fueron liberados y abandonaron la concentración del Hotel Argentino, de la calle Carlos Pellegrini.

Casita, como le decían, se había comprado un Valiant, todo un lujo para la época. Con el auto nuevo pasó a buscar a una chica por Caballito y se fue a comer a un carrito de la Costanera. Terminada la cena partieron para encontrar un lugar tranquilo en los bosques de Palermo, pero finalmente decidió estacionar el auto en Republiquetas (hoy Crisólogo Larralde) y Libertador para escuchar música y disfrutar de un buen rato junto a su chica.

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La cuestión es que la música les impidió escuchar los gritos de alerta que les lanzaban desde la Escuela de Mecánica de la Armada y, ante la falta de respuesta, el puesto de guardia no tuvo mejor idea de cocinar a tiros al Valiant. Eran tiempos en los que con los milicos no se jodía. Uno de los disparos casi le arrancó el brazo a Casa. Su acompañante, milagrosamente, no recibió ni un rasguño. El auto era un colador. Mientras Victorio deambulaba por la calle herido y repetía como una letanía “yo no hice nada, yo no hice nada…”, nadie se animaba a auxiliarlo. Imaginen la escena: un tipo herido en la calle por balas de las fuerzas militares. ¿Quién se iba a acercar a asistir al supuesto terrorista? El que sí lo hizo fue un taxista, que lo reconoció, lo subió a Falcon y se lo llevó al Hospital Pirovano.

Casa perdió el brazo, pero a pesar de eso pudo seguir jugando. Entre 1966 y 1971 fue a Platense y luego cerró su carrera, en el 72, en Quilmes, con apenas 28 años.

El signo trágico de San Lorenzo: los jugadores que murieron o sufrieron accidentes mientras estaban en actividad

Pero si de tragedias hablamos, una que no tiene nombre es la que sufrió Hugo Osvaldo Tomate Pena, el 9 de enero de 1981 con apenas 30 años. Ese día, Tomate murió electrocutado en un accidente doméstico: quiso cambiar de canal (no existían los controles remotos, obvio) mientras tenía un pie adentro de una palangana para mejorar el estado de su tobillo, tras sufrir un esguince. Hugo, padre de Sebastián –también un gran defensor argentino– no pudo ser reanimado en el Hospital Vélez Sarsfield, adonde fue llevado de urgencia. Una muerte absurda.

El signo trágico de San Lorenzo: los jugadores que murieron o sufrieron accidentes mientras estaban en actividad

El Chino Jorge Pedro Coudannes fue a jugar a San Lorenzo en 1983, en el equipo que dirigía Héctor Veira y que el año anterior había conseguido el ascenso a primera. El 16 de junio de 1985 sufrió un intento de robo en su casa de Belgrano. Había salido a comprar cigarrillos por la noche y dos tipos lo encararon para robarle el auto. El Chino se resistió y uno de los delincuentes le disparó por la espalda. La bala le perforó un riñón, le tocó el pulmón y el hígado y le diseccionó la arteria aorta, por lo que perdió mucha sangre y cuando llegó al Hospital Pirovano estaba agonizando. Murió al día siguiente luego de dos operaciones. Por el asesinato fue condenado un menor de edad, Silvio Velázquez, quien fue encontrado penalmente responsable del crimen, pero quedó con prisión preventiva por su edad.

Dos tragedias más conmovieron a San Lorenzo en los años siguientes.  La primera fue el accidente con una moto y posterior muerte de Alejandro Rubén Bernuncio, quien había debutado en la primera de San Lorenzo a los 16 años.

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Bernuncio, hermano de Ángel, era un goleador potente y en pocos meses fue considerado una de las grandes promesas del fútbol argentino. Los avatares de la vida fueron diluyendo su carrera luego de pasar por el fútbol coreano, Mandiyú y Argentinos. Pese a su derrotero, Bernuncio siempre fue una parte de San Lorenzo y así se lo hacían saber sus hinchas cada vez que los cruzaban en alguna competencia. Todo hasta que sucedió la tragedia, el 23 de noviembre de 1996, cuando su moto fue arrollada por un colectivo en San Justo. Tenía apenas 20 años. Quedó cuadripléjico hasta que el 18 de julio de 1999, a los 23 años, se lo llevó una infección urinaria, ante la más profunda de las tristezas.

El signo trágico de San Lorenzo: los jugadores que murieron o sufrieron accidentes mientras estaban en actividad

La última tragedia que golpeó fuerte a San Lorenzo fue el suicidio de Mirko Saric, el 4 de abril de 2000. Zurdo, elegante, de buen manejo, llegó incluso a estar en el radar del Real Madrid por su parecido con Fernando Redondo. Una rotura de ligamentos sumado a una situación familiar que prefiero no profundizar lo llevaron a la depresión y al suicidio, con apenas 21 años.

El signo trágico de San Lorenzo: los jugadores que murieron o sufrieron accidentes mientras estaban en actividad

Esta nota surgió por el homenaje de San Lorenzo a Urso, a 100 años de su muerte. Cuando leí la noticia se me ocurrió recorrer otras historias que cruzaron la vida de un club como San Lorenzo. Elegí narrar las de Casa, Pena, Coudannes, Bernuncio y Saric para también homenajearlos. Para honrar sus vidas. Porque la historia se nutre de éxitos y alegrías, pero también de tragedias. Los fracasos construyen el sentido de un club. Y San Lorenzo es todo eso. Es el primer campeón invicto, el primer bicampeón, pero también el primero en descender. No tuvo cancha como 20 años y anduvo paseando por distintos estadios ante la burla de los rivales. Pero es el que ahora añora el regreso a Boedo.

San Lorenzo le dio al fútbol decenas de figuras al fútbol argentino pero dejó otras historias tristes, de esas que desgarran. Seguramente San Lorenzo no es el club más grande o importante del mundo, pero es el más rico, el más interesante, el más complejo, el que cayó y supo levantarse en innumerable cantidad de veces. Es el que rió y sufrió casi en igual medida. Y lo digo con conocimiento de causa porque soy hincha de San Lorenzo.