El Huracán de Menotti, "el campeón al que todos debemos aplaudir"
El 16 de septiembre de 1973, el equipo de Parque Patricios escribió una página inolvidable en la historia del fútbol argentino.
La tarde del 16 de septiembre de 1973, después de cuarenta y cinco años de espera, Huracán volvió a ganar un título de liga y dio su primera vuelta olímpica en la era del profesionalismo. Comandado por un joven César Luis Menotti, el conjunto de Parque Patricios escribió una página inolvidable en la historia de este deporte. Por calidad de juego, aptitud individual y llevar adelante conceptos con acento “lírico”, este equipo llegó a equipararse con la mítica Máquina de River que encabezó el quinteto Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau.
Pasaron 49 años de aquella inolvidable consagración del Globo. A pesar de la derrota frente a Gimnasia de La Plata por 2 a 1 en el Tomás Adolfo Ducó, el festejo no se empañó y se alzó con la gloria dos fechas antes de que terminara el torneo. La siembra de la conquista se regó durante todo el torneo Metropolitano y los dirigidos por Menotti, además de recoger la exitosa cosecha con el campeonato, hicieron escuela y se convirtieron en una leyenda futbolística.
"Es la explosión del postergado. El rechifle de una mishiadura que lleva medio siglo de proletaria resignación. Y, ahora, este domingo 16 de septiembre del año 1973. Domingo de Huracán. Domingo del Viejo Parque. De la Pompeya laburante. De la ilustre estirpe ciruja. De la lata y la madera de los caseríos de Soldati... Que, al cabo, ese Globo tantos años aprisionado en tantas manos temblorosas se hizo definitivamente pájaro... ¡Huracán campeón!", escribió en su crónica el ilustre Osvaldo Ardizzone, quien tituló "Huracán: el campeón al que todos debemos aplaudir".
"El Flaco" se hizo cargo de este Huracán en 1971, después de hacer experiencia como ayudante de campo del Gitano Juárez en Newell's. Se puso al frente de un equipo que estaba en el último lugar de la tabla y con muchas cuestiones para resolver. De a poco empezó a delinear su idea de juego y para el ’73, sus convicciones futbolísticas se hicieron realidad de la mano de Nelson Chabay, Coco Basile, Daniel Buglione, Jorge Carrascosa, Héctor Riganti, Francisco Russo, Babington, Miguel Brindisi, René Houseman, Roque Avallay y Omar Larrosa.
"Ese título fue cumplir un sueño. Por cómo se formó el equipo, por cómo jugaba, por todo lo que generó y porque se dio en un club impulsado por toda gente de barrio. Huracán del 73 fue un pedazo de historia del fútbol argentino, una bandera ideológica para muchos", fueron las palabras de Menotti al recordar aquel hito como entrenador.
La llave a ese éxito tuvo como protagonista estelar a Houseman, un desconocido jugador que venía de las profundidades del ascenso, al que Menotti le puso el ojo cuando lo vio desempeñarse en Defensores de Belgrano. “Necesitaba un wing derecho. Lo había visto a este pibe en Defensores, me gustaba pero le tenía miedo. En una de ésas era medio lotería. De esos pibes que hacen una genialidad y al rato chocan contra una pared, Lo veía como un diamante en bruto, al que habla que pulir”, explicó el DT campeón del mundo en 1978.
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"El loco" se sumó a la pretemporada de Mar del Plata y, según los testimonios de aquel momento, en la primera práctica ya dejó en claro sus condiciones de crack. "Yo era el Messi del Huracán del 73", dijo el propio Houseman en una entrevista, cuando se conmemoraron los 40 años de este equipo. "Yo vi jugar a Cruyff, Pelé, Maradona, Beckenbauer, George Best, Bobby Charlton. De todos ellos, Houseman fue el mejor de todos. Para mucha gente, que respeto, Maradona fue el más grande y yo digo que fue un super-crack, pero tenía una sola pierna, y además no cabeceaba. Houseman fue perfecto, no tenía defectos", dijo muchos años después el inglés Babington en el libro Fútbol, Memoria de medio siglo de Natalio Gorin.
Aquel equipo de Huracán enseñó que la diversión en el fútbol era posible y encabezó esa premisa a través de las gambetas de Houseman, que ante cada giro parecía que sus rodillas no tenían meniscos. El Globo del ’73 defendió su lema de "ganar, gustar y golear" y a fuerza de espectáculo, el aplauso y el delirio se convirtieron en una respuesta repetida cada vez que salían a jugar.
"Muchos quisieron copiarnos, pero no llegaron a nada. Hoy no hay más alegría en el fútbol, tirás un caño y el técnico te saca. Nunca vi un jugador que me recordara a mí, porque ahora a los pibes los entrenan para ser robots. Se preocupan más por lo físico que por la pelota. A algunos les falta ponerse el traje de Robocop y salir a jugar. Aquel Huracán era divertimento", explicó el Loco.