De un tiempo a esta parte se ve que el fútbol toma de otros deportes ciertos movimientos tácticos para enriquecer su dinámica y para obtener diferentes variantes ofensivas ante rivales que, como Estonia, salen a esperar a su adversario y se abroquelan muy cerca de su arco para evitar que los lastimen.

Esta dinámica la vimos en esta última temporada en el City de Pep Guardiola, en el Liverpool de Jürgen Klopp y eventualmente en el Bayer Munich de Julian Naglesmann y en el PSG de Mauricio Pochettino. Es una escuela nueva que lentamente va ganando adeptos. También hay que decir que otros equipos como el Real Madrid de Carlo Ancelotti están bastante lejos de estas nuevas corrientes, más allá de su éxito deportivo.

¿Por qué decimos que el fútbol toma ideas de otros deportes? Porque esta nueva mecánica del “let’s not position” (“no nos posicionemos”) está muy arraigada en el básquet de la NBA, tal vez uno de los deportes y ligas más completas y que más innovaciones táctico-técnicas entrega temporada a temporada.

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Es difícil extrapolar conceptos de un deporte a otro, pero sí se pueden “robar” nociones generales que luego merecen ser adaptadas. Los dos equipos que llegaron a las finales de la NBA esta temporada, Boston Celtics y Goldes State Warriors, junto a otro que alcanzó las finales de conferencia (Dallas Mavericks) son los abanderados de esta nueva ola, de esta nueva idea que muestra a un pivot llevando la pelota como si fuera un base o a un base codeándose debajo del tablero como si fuera un pivote. Ni hablar de la cantidad de funciones que cumplen los viejos aleros, tanto en defensa como en ataque. Manu Ginóbili fue todo un adelantado en esta corriente que hoy es moneda corriente. Ginóbili, en sus últimos cinco años en los Spurs, era un multifunción que iba por cualquier parte de la cancha para tirar de tres, de dos, hacer una bandeja o una penetración, bajar un rebote, lanzar una asistencia y ni que hablar de su capacidad defensiva para interceptar, robar balones y hasta hacer tapas.

El equipo sin posiciones

Es cierto que para que la ecuación funcione a la perfección hay que tener jugadores capaces de llevarlas adelante. No todos los equipos de la NBA tienen a un Luka Dončić, como les pasa a los Maveriks. O a un Jayson Tatum, como ocurre con los Celtics. Pero si no los tienen, los entrenadores recurren entonces a los sistemas de juego, a conceptos, a la solidez del equipo para que las capacidades de los “normales” se potencien hasta lugares increíbles.

El equipo sin posiciones

Toda esta perorata viene a cuento de lo que se vio en la Selección argentina en los últimos dos partidos que disputó, ante Italia y Estonia. Si uno mira ambos partidos encontrará diferencias, muchas de ellas dadas por las características de los jugadores, pero también advertirá que la idea de una sola: las posiciones no importan demasiado.

Hay puestos que “no se tocan”, que son previsibles, más allá de que haya diferencias entre los intérpretes. Por ejemplo: el arquero está para atajar, pero es distinto si actúan Emiliano Martínez o Franco Armani. Martínez sabe jugar con los pies y, además de sus buenos reflejos, está muy atento para abortar los ataques rivales cortando centros o jugando al límite del área. Armani está debajo de los palos, es limitado con los pies y, más allá de que ha mejorado mucho en ese aspecto, le cuesta alejarse del arco para cortar algún ataque rival. Es imposible saberlo, pero tengo la sospecha de que Rojo no le hubiera cometido penal a Mbappé en los octavos de final del mundial de Rusia si el arquero era Martínez y no Armani. Miren el video de ese penal y verán que con seis o siete pasos hacia adelante (Armani arranca pero finalmente se queda), el arquero argentino se podría haber quedado con la pelota que Mbappé adelanta antes de la torpeza de Rojo.

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Pero no nos detengamos en situaciones contra fácticas. Volvamos al presente. ¿Qué puestos son los más previsibles en la Selección Nacional hoy? Los centrales, los marcadores de punta que hacen la banda, el volante central, especialmente si es Guido Rodríguez y el centrodelantero, aunque en este caso sólo si juega Lautaro Martínez. El resto de los futbolistas desarrollan ese concepto de “no nos posicionemos”. Y por eso vemos a Di María o al Papu Gómez en diferentes sectores del campo como oxigenadores. A De Paul por derecha, por izquierda, metido entre los centrales o con llegadas al vacío. A Paredes, Mac Allister y Lo Celso de “cinco”, de “ocho”, de “diez”, de asistidores o medias punta. A Julián Álvarez y Joaquín Correa recorriendo cada centímetro de la cancha, y hasta en los lugares defensivos más insólitos que uno de pueda imaginar. O a Exequiel Palacios por derecha o por izquierda sin dificultares de perfil o problemas para ubicarse.

El equipo sin posiciones

Y dejamos el último párrafo para Messi, para el diferente. El que hace mucho de lo que realizan sus compañeros, pero además define el partido con un gol de penal, otro desde la derecha como un wing con un remate cruzado, el siguiente como si fuera un centro delantero de área, después como pescador oportuno y el quinto como rebotero después de haber iniciado él mismo la jugada con un pase de otro mundo. O sea, el tipo se pone todos los trajes imaginables y corona una actuación memorable con cinco goles de otro planeta, porque hasta el más pavote, el cuarto, termina con dos jugadores de Estonia estrolados y desparramados por el piso antes del pase a la red.

Ya no es una novedad si decimos que está pasando algo muy bueno en la Selección Nacional, y que todo nace de una idea de juego, de un concepto en el que los jugadores creen y se sienten cómodos. Si Scaloni ha demostrado algo en estos años, es que es un tipo informado y muy hábil para captar lo mejor de cada casa para aplicarlo luego en la Selección.

El equipo sin posiciones

¿Le alcanzará la nafta para llegar a punto al máximo objetivo, al Mundial de Qatar? Imposible saberlo ahora. Ese asunto de los picos de rendimiento de los equipos es harina de otro costal. Ya tendremos tiempo para desarrollar el tema en alguna futura entrega. Por ahora, sólo queda disfrutar y analizar las razones por las que la Selección argentina pasó de ser un equipo normal a otro fuera de serie.

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