El dilema de Scaloni de cara al próximo Mundial
¿Cuál es la receta para volver a ser campeón del mundo dentro de tres años? ¿Hay alguna fórmula mágica?
Para que un equipo se consagre campeón del mundo se tienen que dar varias circunstancias coincidentes. No alcanza con que los jugadores se quieran, con que se lleven bien con el entrenador de turno, con que se alineen los planetas y todos lleguen en el pico de rendimiento, con que dos o tres figuras excluyentes marquen la diferencia o con que los dirigentes respalden a entrenadores y jugadores. Aunque no lo crean, debe pasar todo eso. Por eso es tan complejo dar una vuelta olímpica en un Mundial. Porque son tantas las variantes que se deben dar simultáneamente que es muy difícil que eso pase. Y ni que hablar de repetirlo.
En la historia se dio solo dos veces que un equipo revalidara el título mundial a los cuatro años: Italia en 1934 y 1938 y Brasil en 1958 y 1962, con la salvedad de que por aquellos años se jugaba otro fútbol menos competitivo.
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Lo que sí ocurrió en varias ocasiones es que un mismo equipo alcanzara dos o tres veces seguidas la final del mundial: Países Bajos en 1974 y 1978 —perdió ambas—, Alemania en 1982, 1986 y 1990 —ganó la última—, Argentina en 1986 y 1990 —ganó una y perdió otra—, Brasil en 1994, 1998 y 2002 —ganó dos y perdió en 1998— y Francia en 2018 y 2022 —ganó la primera y perdió la segunda—.
Hoy Argentina es el equipo campeón del mundo y la pregunta que todos se hacen es si la estructura que se ha montado será capaz de perpetuarse en tiempo, no digo para ganar todos los mundiales, pero sí al menos para estar entre los cuatro mejores, que es el objetivo de mínima que un equipo como el argentino se debe poner como plan.
Argentina ha conseguido en los últimos tres años una solidez pocas veces vista. El mérito es de Scaloni y sus ayudantes (Aimar, Samuel y Ayala) pero también de los jugadores, quienes entendieron el rol que deben ocupar dentro de una estructura de Selecciones Nacionales.
Si la evaluación se lleva a otros niveles, por ejemplo el dirigencial, hay que decir que el presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, desde que Argentina ganó el Mundial ha dado pasos que claramente lo dejan expuesto como un dirigente que no está a la altura de las circunstancias. La sobreactuación que hace día a día por haber ganado ese Mundial, ya supera por mucho el buen gusto. Su último dislate —demagógico, fuera de lugar, innecesario— fue rebautizar al predio de la AFA con el nombre de Lionel Messi en lugar del de Julio Humberto Grondona, quien fue el que lo soñó, modeló, invirtió y puso en valor a ese lugar. Hay cientos de homenajes que se le pueden hacer a Messi, pero este último es absurdo. Y lo dice alguien que combatió al despotismo de Grondona desde 1982 hasta el día de su muerte. Si no me creen no tienen más que repasar las tapas de la extinta revista Un Caño —de la quien firma esta columna formaba parte del consejo editorial— para que les quede claro que Grondona no era santo de mi devoción ni mucho menos.
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En lo dirigencial, Tapia aparece como un palo en la rueda para cualquier esperanza de volver a ser campeón del mundo, y eso que ni siquiera nos ponemos a indagar sobre la empresa que creó para tercerizar la publicidad de los sponsors de la Selección o ese invento de último momento para vender las entradas de la Selección para los partidos con Panamá y Curazao. Si algo sabía Julio Grondona era ubicarse cuando Argentina era campeona. Era pillo en el triunfo y hábil en la derrota. Tapia, por el contrario, piensa que los goles los hizo él y está corriendo más rápido de lo que le dan las piernas. Y cuando se hace eso, lo más probable es que se termine tropezando. Todavía tiene tiempo de reflexionar, bajar un cambio, y mirarse en el espejo de su mentor.
Por el lado de Scaloni, que en definitiva es la pata más importante, ahora deberá afrontar un dilema que todos los entrenadores campeones del mundo enfrentan: tendrá que hacer un recambio sin afectar la integridad del grupo para llegar con el mejor equipo posible a Canadá, Estados Unidos y México 2026.
Hay jugadores que por edad están recorriendo los últimos tramos de su carrera en la Selección. Ellos son: Franco Armani (36 años), Nico Tagliafico (30), Germán Pezzella (31), Marcos Acuña (31), Nico Otamedi (34), el Papu Gómez (34), Ángel Di María (31) y en esta lista hasta incluiría a Leandro Paredes (28), Guido Rodríguez (28) y Paulo Dybala (29).
Hay dos otros dos casos, pero están fuera del molde: Lionel Messi (35) y Rodrigo De Paul (28). Sobre el primero no hay que agregar demasiado: él será el primero en decir cuando le tenga que decir adiós a la Selección, aunque por lo que a mí respecta aliento la esperanza de que va a llegar al 2026 para convertirse en el único jugador de la historia en disputar seis mundiales de fútbol. Eso sí: queda claro que ese futuro Messi tendrá un rol distinto al actual en la Selección, ya que con 39 años habrá que encontrarle el lugar dentro del equipo o entre los suplentes para que aporte su magia. El caso de De Paul es distinto: a pesar de llegar al próximo Mundial con 32 años, su presencia dependerá del nivel que exhiba en su equipo en ese momento, con el agregado que él le pone siempre que se calza la camiseta de la Selección.
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Bien, dijimos que hay diez jugadores con un pie afuera por edad y dos que están en veremos. Esto que afirmamos, por supuesto, puede cambiar si Di María sigue jugando al nivel actual, Dybala se mantiene como ahora y Otamendi está firme en el equipo que le toque jugar. Pero el paso del tiempo normalmente es invencible.
Luego quedan un montón de jugadores con, por lo menos, un mundial más por delante —siempre dependiendo el nivel que tengan en sus clubes, claro, porque este asunto de las convocatorias es día a día–: Rulli (30), Dibu Martínez (30), Foyth (24), Montiel (25), Cuti Romero (24), Lisandro Martínez (24), Naheul Molina (24), Exequiel Palacios (24), Mac Allister (23), Enzo Fernández (21), Julián Álvarez (22), Ángel Correa (27), Thiago Almada (21) y Lautaro Martínez (25).
A estos jugadores se suman otras figuras: Juan Musso (28 años, del Atlanta), Lautaro Blanco (24, Elche), Nehuén Pérez (22, Udinese), Nicolás González (24, Fiorentina), Giovani Lo Celso (26, Villarreal), Máximo Perrone (20, Manchester City) Facundo Buonanotte (18, Brighton), Valentín Carboni (18, Inter), Emiliano Buendía (26, Aston Villa), Marcos Senesi (25, Bournemouth, Alejandro Garnacho (18, Manchester United), Giovanni Simeone (27, Napoli), Tiago Gerlanik (19, Villarreal), Nicolás Paz (18, filial del Real Madrid), Franco Carboni (19, Monza), Matías Solué (19, Juventus), Luka Romero (18, Lazio) y tantísimos otros futbolistas que pueden aparecer y que hoy no les conocemos ni el nombre.
Con esto queremos decir que material hay. Pero como ya dijimos, con esto no alcanza: la sabiduría no está solo en convocar bien, sino también en saber cómo amalgamar todas las otras variables que llevan a ganar un título.
Menotti en 1978 se quedó con 11 de los 22 para 1982 he hizo sapo con el mejor jugador del mundo en el plantel. Los que repitieron fueron Fillol, Baley, Olguín, Galván Passarella, Tarantini, Ardiles, Gallego, Valencia, Kempes y Bertoni. Bilardo sólo repitió 6 de la lista de 22 jugadores que fueron campeones en México: Maradona, Pumpido, Ruggeri, Batista, Giusti y Burruchaga; y el equipo llegó al subcampeonato pero jugando un fútbol para el olvido. Como se ve, no hay fórmulas mágicas. La única verdad está en la realidad, dijo alguna vez alguien que nos merece respeto.