No es ninguna novedad que el fútbol americano es un deporte violento. Todos los que ven ese deporte (el que firma esta nota se incluye) saben que en la cancha (o el emparrillado, tal como le dicen los relatores) suceden cosas que muchas veces están al límite de lo humano.

Por eso la NFL, en los últimos años, ha extremado los recaudos para que los jugadores no se golpeen salvajemente en lugares que pueden producir lesiones irreparables. Eso no quiere decir que el deporte sea menos violento; apenas se lo ha suavizado un poco y nada más.

El lunes por la noche, en el partido entre los Buffalo Bills y los Bengals de Cincinnati, el defensor profundo (o safety) Damar Hamlin realizó una tacleada de rutina sobre el receptor Tee Higgins y, cuando el atacante tocó el piso, ambos se pararon como si nada. Era una jugada común y corriente. Pero un par de segundos después, y luego de acomodarse el casco, Hamlin se desmoronó y cayó de espaldas al piso. No había dudas de que algo grave le había pasado. Y ni que hablar cuando los médicos de ambos equipos ingresaron al campo y los jugadores formaron un círculo, entre lágrimas, para evitar que la televisión captara lo que estaba ocurriendo con su compañero.

La cuestión es que Damar, jugador de primer año en la NFL, había sufrido un paro cardíaco y debió ser reanimado con desfibrilador en dos ocasiones. Quince minutos después, la ambulancia que había ingresado de culata al campo se lo llevaba al Hospital Central de Cincinnati, en donde aún permanece internado en estado crítico, aunque algunas señales entregan una luz de esperanza sobre su futuro.

Los partes médicos indican que Damar despertó y que parece no haber perdido ninguna de sus funciones cerebrales por la falta de oxígeno. Ahora se espera que el resto de sus órganos, especialmente, los pulmones, comiencen a funcionar en forma normal. Su estado de salud es una noticia en desarrollo, por lo que tampoco queremos entregar más detalles.

La cuestión es que luego de lo ocurrido con Damar Hamlin, insisto, en una jugada de las que se ven al menos 50 por partido, se desató una ola de críticas hacia un deporte que pocos entienden, pero del que todos se creen autorizados para opinar.

Primer punto importante para dejar claro: lo que le pasó a Hamlin fue un accidente. Según consignan los especialistas, sufrió “commotio cordis” que en latín quiere decir “agitación del corazón” y que traducido a palabras menos específicas indica que padeció un fuerte golpe que le produjo muerte súbita cardíaca. Esta afección o reacción no dañó el músculo cardíaco, pero modificó la señalización eléctrica del corazón. El golpe desencadenó una fibrilación ventricular porque se produjo en un momento muy específico del ciclo de señalización.

El doctor Manesh Patel, jefe de cardiología de la Universidad de Duke, explicó que “existe una gran chance de que Hamlin haya sufrido commotio cordis, que es un fuerte golpe en el tórax justo en el momento exacto en que el corazón pasa de un estado de contracción a un estado de reposo y de nuevo a un estado de contracción”. Y agrega que se “notifican menos de 30 casos al año de este tipo de situaciones y la edad media en el registro es de 15 años”. Digamos que Damar tiene 24.

Patel explicó también que para salvar a una persona que sufre este tipo de anomalías “hay que practicar reanimación cardiopulmonar de alta calidad, porque la clave está en conseguir que la sangre fluya al cerebro y a los órganos mientras un desfibrilador devuelve el ritmo normal al corazón”. Si la persona es salvada de la crisis, el paso siguiente es mantener al paciente sedado para que el cuerpo se recupere. “Por eso no es infrecuente que tras un paro cardíaco se mantenga al paciente en coma farmacológico”, dijo Patel.

Hasta aquí la explicación técnica de lo ocurrido con Hamlin, por lo que se nota claramente que este tipo de situaciones se pueden dar con un pelotazo en el pecho de un futbolista, un codazo de un basquetbolista o cualquier otro golpe fuerte en un momento muy preciso. Es como si Hamlin y Higgins se hubieran encontrado en el momento menos oportuno para que la acción casi terminara en una tragedia.

En toda la historia de la NFL este es el segundo caso en el que un jugador tiene un paro durante un partido. El anterior a Hamlin terminó pésimo: el 24 de octubre de 1971 el receptor de los Detroit Lions, Chuck Hughes, murió luego de correr 15 yardas en un partido ante los Chicago Bears. En aquella oportunidad, y con menos herramientas a la mano, los médicos también entraron al campo de juego, pero no pudieron reanimar a Hughes, quien tenía apenas 28 años. La autopsia arrojó que Hughes padeció una trombosis coronaria por un coágulo. A la fecha es el único jugador de la NFL que ha muerto durante un partido.

Decíamos que todo lo que se dice sobre la violencia del fútbol americano es real, pero también quedó claro, que lo que le pasó a Hamlin no tuvo mucho que ver con esa violencia habitual sino con una situación tristemente azarosa. Por eso da bronca tanto análisis frívolo y oportunista sobre este deporte. La NFL tiene miles de lugares para ser criticada, pero hacerlo utilizando este caso es poco serio.

¿Quieren críticas? Vamos a por ellas: la NFL es un deporte, pero también es un show creado para atrapar la esencia del espectador medio estadounidense, ya que la violencia, el marketing y el merchandising es su principal característica.

Por eso lo más atinado sería plantear que el fútbol americano trae consecuencias para sus jugadores a largo plazo: muchas de sus grandes estrellas retiradas sufren de adicción a los analgésicos (juegan todas las semanas después de sufrir golpes terribles) y Encefalopatías Traumáticas Crónicas. Esta última afección se encontró en el 99% de los cerebros de ex jugadores de la NFL y en el 91% de los practican fútbol americano universitario. Tal vez si miráramos para ese lado, la preocupación por la salud de los deportistas sería mucho más seria que enfocarse en el suceso que protagonizó Hamlin y que es una rara avis dentro de este deporte.

También podríamos señalar como en espanto la falta de sensibilidad de los dirigentes, que sólo ven el signo U$S en cada decisión que toman. El lunes, mientras la ambulancia se llevaba a Hamlin, les comunicaban a los jugadores que tenían cinco minutos para calentar y seguir con el partido. La firme negativa del entrenador y los jugadores de los Bills llevaron a que el partido se cancelara y que todavía no tenga fecha para su realización cuando quedan apenas dos semanas para que se empiecen a jugar los play off.

Vale recordar, en el mismo sentido que, cuando murió Hughes, el partido se siguió jugando pese a que los dirigentes de la NFL sabían que el jugador había sido retirado sin vida del campo. El partido tardó en reanudarse exactamente el tiempo que se demoró en cargar el cuerpo de Hughes en una camilla: 10 minutos.

Después de aquella experiencia, los miembros de ambos equipos lamentaron que el partido hubiera finalizado, pero eran tiempos en los que los jugadores tenían poca influencia en lo que sucedía. 52 años después del caso Hughes, el partido entre Bills-Bengals se suspendió.

Al menos la humanidad dio unos pasos adelante en algunas cuestiones.