Alexis Cabrera es ayudante de campo de la Primera División de la Comisión de Actividades Infantiles (CAI), además de técnico de la Reserva, de la Séptima y del femenino de la institución de Comodoro Rivadavia, mientras que también trabaja en la escuela de fútbol en sus maratónicos días ligados a la pelota. En la actualidad es formador de juveniles y DT, luego de haber sido campeón de la Copa Mercosur y de la Sudamericana con San Lorenzo y de los Juegos Panamericanos con la Selección argentina, hace poco menos de 20 años.

El ex mediocampista central conoció todos los vaivenes de la profesión: debutó con 14 años, llegó a un club grande y alcanzó la gloria, lo que lo llevó a vestir la camiseta albiceleste. Sin embargo, tiempo después colgó los botines de forma prematura para utilizar unos punta de acero en un pozo petrolero en el que tuvo que ganarse la vida para estar cerca de sus hijos, con una larga batalla judicial de por medio que le permitió volver a vivir con ellos. “Estoy en paz”, aseguró el “Chino” en una entrevista con Noticias Argentinas en la que repasó su historia.

¿Cómo hacés para llevar adelante tantos roles en la CAI?

A la mañana entreno con Primera y Reserva, a las 14 con séptima y a las 18 con la escuela de fútbol, mientras que los martes, miércoles y jueves, de 22 a 23, con el femenino. Prácticamente vivo en el club. Más las actividades de mis hijos y la escuelita “Los Matadores”. Es mucho laburo pero lo hago con gusto. Conozco desde el nene más chiquito hasta las jugadoras grandes o los muchachos de Primera. Estoy en todas las áreas.

¿Cuántas herramientas te brinda eso?

Es complejo pero lindo porque agarrás experiencia de todo tipo. Te vas haciendo en el camino. Pero es difícil salir de enseñarle a un nene de cuatro años y hacerlo con una adolescente. Después pasás al de Primera, que ya es un plano más profesional. Yo adquirí una herramienta cuando me rompí el tendón de Aquiles en Talleres de Córdoba, que empecé a trabajar con un psicólogo deportivo. Él me enseñó a ordenar mi cabeza como una cajonera. Si abro el cajón del fútbol infantil, estoy ahí, pienso en cómo tengo que dirigirme al chico para no marearlo, y cierro todos los otros. Así en cada caso, trabajo en una desconexión por completo del resto sobre todo en la parte del trato. También me ayuda mucho lo que viví como jugador.

¿Qué importancia se le da al resultado en la etapa formativa?

Yo trato de ser claro con los chicos y también con los padres, porque a veces hay que enseñarles también que el resultado en lo formativo tiene que ser totalmente anecdótico. Es una línea muy delgada porque ya desde muy chiquitos empiezan a competir, el nene cuando está en instancias finales quiere ganar y el papá quizás quiere ser más campeón que él. El objetivo no es salir campeón, es que tengan valores, que sepan defenderse en la vida, que respeten al rival y, si  a alguno le toca la suerte como me pasó mí, que jueguen al fútbol  de forma profesional a largo plazo. Cuando fui a San Lorenzo, no me preguntaron cuántos títulos infantiles había ganado. Se fijaron si sabía respetar, si se la pasaba al compañero, si le pegaba con las dos piernas y si tenía las virtudes para estar en un club tan grande.

En tu propio proceso pasaste por todas las etapas, tanto buenas como malas, de la profesión, ¿es una de las claves en tu rol como formador?

Considero que no hay que ser egoísta, no tenés que quedarte con nada adentro de todo lo que viviste. Tanto de lo bueno y de lo malo, trato siempre de transmitir mis experiencias para allanarles el camino a los chicos. También a los de Primera, intento mostrarles la realidad. No se puede hablar sin bases. El hecho de haber sido jugador de fútbol no quiere decir que lo sepas transmitir, pero creo que a mí hasta ahora me viene saliendo. Siempre busco que mi mensaje sea directo, real y sobre lo tangible. A los volantes centrales, puntualmente, trato de llenarlos de conceptos que yo usaba porque me tocó aprenderlos, quiero darles esas herramientas y cuando veo que las aplican es una satisfacción muy grande. Eso no tiene precio. Yo los tengo que preparar para lo que van a vivir dentro de la cancha y para lo que pueden vivir afuera. Uno como formador y DT tiene que capacitarse todo el tiempo para no quedarse sin herramientas que brindar, hay que tener la humildad de reconocer que uno no se las sabe todas y reinventarse una y otra vez. Siempre digo que en el fútbol sos como en la vida. Si vos sos capaz de sobreponerte en la vida a una eventualidad fea, yo calculo que en el fútbol lo vas a hacer y no te van a afectar las presiones o que te insulten.

¿No te afectan los insultos y la impunidad que suele haber en una tribuna? 

Acá voy a dirigir con 50 o 100 personas y me insultan por el solo hecho de haber tenido la suerte de vivir otra experiencia. Lo que te puedas imaginar, te lo gritan. Pero yo tengo que hacer una transformación, si me pongo a la par de ellos les estaría dando un ejemplo malo a mis jugadores y jugadoras. Igualmente me pasa de identificarlos, te das vuelta y los ves. Después yo salgo afuera, pero no me hace falta decirles nada porque los miro y sé que van para atrás. Con eso me alcanza. No hay que darles de comer.

¿Y cómo hacías cuando eras un pibe y te tocó jugar en San Lorenzo, con una exposición mucho mayor?

Fui aprendiendo. Me ha tocado jugar desde los 14 años con gente grande, me pasaba que me iba sorprendiendo, pero siempre fui un pibe de barrio. No me afectaba ni me asustaba, yo sabía que adentro de la cancha tenía que jugar y si afuera pasaba algo, pasaba. Fui madurando rápido porque en mi casa me dieron muchos valores y fui quemando etapas desde chico. Me ha pasado que nos han ido a apretar y tampoco sentí temor ni nada parecido, siempre seguí mi vida normal.

¿Te arrepentís de algo de tu carrera? ¿Si hoy tuvieses 19 años, harías algo diferente?

Sí, tomaría mejores decisiones. En lo personal, el hecho de estar muy solo, de no haberme manejado con representante en muchas partes de mi carrera, creo que me ha afectado. Creo que tendría que haber dejado que la parte contractual y la relación con los dirigentes la manejara otra persona y yo dedicarme enteramente a lo deportivo. Pero no podía entender cómo alguien que no había entrado a la cancha se llevaba parte de todo lo que había hecho, de todo el esfuerzo que había dedicado. Hoy veo que son un mal necesario. Me tocó estar muy solo en muchos aspectos porque tenía a mi familia lejos, en algunas situaciones tenía que resolver y quizás no lo supe hacer bien porque no tenía tantas herramientas. Me tocó codearme con los mejores cincos del país, con los jugadores más representativos de la Argentina en ese momento, y no me ha pesado. Quizás mi carrera podría haber sido diferente, aunque después tuve temas personales que me alejaron del mundo del fútbol.

El futbolista resigna muchas cosas desde el comienzo de la carrera para llegar a jugar de forma profesional. En tu caso, además, te tocó elegir hasta el último día al tener que retirarte muy joven…

Me tocó tomar una decisión realmente dura, dejar lo que amo, para lo que me preparé toda mi vida, pero fue por mis hijos. Yo amo ser papá, eso tiene un valor en la vida que  es incalculable. Cuando me dijeron que no iba a ver a mi hija, tuve que dejar todo y a cualquier precio. Dejé de ser jugador profesional para ser el mejor papá que mis hijos pudieran tener, para que el día de mañana ellos puedan decir que soy un buen tipo. No tenía la posibilidad de hacer las dos cosas, el mundo del fútbol se mueve allá. En ese momento no lo pensé pero fue la mejor elección porque hoy vivo con ellos. Soy el más feliz de que vivan conmigo, de poder transmitirles lo que es tratar de ser una buena persona. No hay plata que pague eso. Cuando tuve que elegir hice como cada vez que me iba y dejaba a mi familia: no miraba para atrás. Son mi vida y fue por amor lo que hice, me siento orgulloso. Sé que con el fútbol, en algún momento, nos vamos a devolver la parte que nos falta.

Tuviste que afrontar un tema judicial, ¿te tocó enfrentar estigmatizaciones?

Siempre, el hombre en ese sentido corre en desventaja. Me llevó seis largos años y sacrifiqué mi vida personal para poder recuperarlos y mostrar cuál era la verdad. Me ha tocado que me trataran de cualquier cosa, pero hoy ellos viven conmigo. Dejé de pensar en mí, de crecer y desarrollarme en lo profesional, perdí económicamente todo, pero tengo lo más preciado. El resto es material, no me inquieta. Haber peleado y luchado por lo que más amo, es el título más grande que gané en mi vida.

Alguna vez dijiste que cambiaste los botines Puma por unos punta de acero, ¿cómo sobrellevaste esa etapa?

En el petróleo tenés que trabajar muchísimas horas para ganar un buen sueldo. Mientras más horas metés, más cobrás, y son horas muy bien pagas. Entonces, para no pensar, trabajaba y trabajaba. Además, seguía con la lucha legal que fue muy desgastante. Cuando recuperé la tenencia, cambié todo para poder criarlos, me reinventé de vuelta y puse una escuela de fútbol para poder manejar mis horarios. Volví a vivir del fútbol y puedo ser un papá full time. Hoy llego a mi casa y tengo a mis hijos, estoy en paz. Ninguna batalla es más digna que la que es por amor. Lo único que quiero es darles la mejor calidad de vida posible y acompañarlos en lo que ellos decidan ser. Con eso, ya gané.

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