Por Juan José Moro (*)

Salvo que alguien me demuestre lo contrario, el duelo entre Nadal y Federer es, en realidad, EL DUELO. No hay otra rivalidad de 16 años y en LA CUMBRE del deporte. Las lesiones provocaron algunas interrupciones, apenas perceptibles, y el surgimiento de Djokovic colocó al serbio a la par, pero arrancó un poco más tarde como para compartir ese récord. Mucho menos Andy Murray, otro verdadero número 1, pero con aparición más tardía y cuasi retiro más que temprano.

¿Cómo fue esa rivalidad? Siempre cordial en lo formal. Es natural que las procesiones van por dentro y nadie quiere manifestar decepciones. Ni siquiera las hubo cuando el español sorprendió al mundo ganándole al suizo, no sólo el gran favorito, sino con una tendencia a la invencibilidad.

Acaso el tenista que cambió la historia fue el sueco Robin Soderling, quien después de 6 derrotas ante el rey del clay y Roland Garros, en un día de esos especiales, en que todas esas derechas potentes que lo llevaron a ser el el número 4 del mundo, entraban por las líneas sin pedir permiso. No se trató de un mal día de Nadal, sino de un día iluminado, para quien este semana sorprendió con sus declaraciones confesando que durante mucho tiempo sólo tenía la determinación, felizmente no llevada a cabo, de suicidarse por no encontrar una salida a una vida sin tenis. No sólo quien se retiró a los 31 años interrumpió una serie que hoy contabilizaría 13 títulos consecutivos en el abierto francés, sino que trajo en la mochila dos efectos vitales: muy posiblemente Federer no podría contabilizar Roland Garros entre sus palmarés, con un descenso en la consideración de su récord, sino que hoy, posiblemente, Nadal sería el que tendría 20 Grand Slams contra 19 de Federer, a la inversa de los números de hoy.

Rivales en una estadística histórica, de la que no está descartado Djokovic.

Esa convivencia sin ninguna declaración despectiva entre uno y otro jamás tuvo excepciones. Todo transcurrió dentro del máximo respeto, hasta llegar a las declaraciones que hoy el suizo le formuló a un periódico alemán.

Se refirió con simpatía a Rafa y confesó que "era muy tímido fuera de la pista, pero muy agresivo cuando competíamos. Hemos tenido mucha rivalidad, grandes duelos, a veces no ha sido fácil, pero siempre nos respetamos mutuamente".

Una declaración que excedió el ámbito deportivo: " Nuestras familias se llevan muy bien y nos felicitamos cuando uno de nosotros gana", al hablar sobre su amistad con el mallorquín.

Aquí habría que hacer una deducción: se trata de dos colosos con un historial, no sólo grandioso en lo deportivo, sino, como está dicho, de sumo respeto en la cancha y la vida pública. Vale y es más que plausible.

Aunque sin disminuir los hechos y las declaraciones de Federer, no hay que olvidar que se trata de un deporte individual muy competitivo, porque a diferencia del golf, juegan uno contra otro. Y ahora se entra en una etapa caliente, acaso decisiva, donde aunque nadie hace referencia, no sólo interesan los títulos en sí; se juegan las temporadas decisivas para ver quién liderará el rol de los vencedores de Grand Slams. Con Federer pensando en el retiro para el año próximo,

Nadal con dos majors si se cumple el programa en lo que resta del año, y sin descartar a Djokovic, a una par de títulos de Nadal y a tres de la cumbre. El más joven de los tres y en una forma tenística envidiable y con una fe inmensa.

Los duelos se acercan al epílogo, nada está dicho aún, y aunque no se altere la buena convivencia, nadie se alegrará por el triunfo del otro.

(*) Periodista de Radio Rivadavia.