Triste, solitario y final: la trágica muerte de Roy Buchanan
Hace 32 años, "el mejor guitarrista desconocido del mundo" apareció ahorcado en una celda del estado de Virginia. La causa se cerró como suicidio, pero quedaron dudas.
Por Martín Sassone
¿Qué pasó en la celda del Centro de Detención de Fairfax County, en Virginia, la noche del 14 de agosto de 1988? La versión oficial es que Roy Buchanan ató su camisa a los barrotes de la ventana y se ahorcó. En los registros policiales quedó consignado que fue ingresado a las 22:55, que a las 23:05 un guardia pasó por la celda y vio que estaba todo en orden y once minutos después, a las 23:16, cuando volvieron a verlo, ya estaba muerto. La investigación se cerró como suicidio, pero sus allegados declararon entonces que tenía unos moretones en la cabeza que pusieron en duda la causa de la muerte.
Esa noche fatal, hace hoy 32 años, comenzó con una borrachera en un bar llamado Ruby Tuesday’s, y al volver a su casa, Buchanan comenzó a discutir en un tono elevado con su esposa, Judy. Ella se puso nerviosa y llamó a la policía. Buchanan arrancó el teléfono y se fue en medio de un escándalo. Poco después, dos agentes lo detuvieron mientras vagaba por la calle. Si bien faltan algunas piezas del rompecabezas y las dudas contra la policía siempre estarán -¿le habrán dado una paliza para calmarlo, lo mataron y armaron la escena del suicidio?- lo cierto es que el mejor guitarrista desconocido del mundo, tal como lo apodaron en la década del setenta, murió en una oscuro y húmedo calabozo policial.
El legado de Roy Buchanan es inconmensurable. Su estilo fue único e inigualable, era muy poco ortodoxo para las escalas y utilizaba una depurada técnica en la digitación, combinando el uso de sus dedos con la púa. Lograba sacar unos agudos muy intensos, casi hipnóticos, concertando la melancolía del blues con cierto toque country. Roy Buchanan marcó un antes y un después en la historia de la guitarra eléctrica con la Telecaster como emblema.
Su música se puede rastrear hasta la década del cincuenta, cuando integró la banda de Dale Hawkins, con quien grabó en 1958, para Chess Records, una versión de My babe, de Willie Dixon, que fue un éxito, y dos años después se sumó al grupo de Ronnie Hawkins, lo que sería la génesis de The Band. De hecho, Robbie Robertson reconoce a Roy Buchanan como una de sus máximas influencias.
Pese a su virtuosismo y su fuerza emotiva, su personalidad retraída chocó siempre con las pretensiones de la industria discográfica. Tal vez por eso atravesó la década del sesenta entrando y saliendo de distintas bandas -entre ellas la de Charlie Daniels- o trabajando como músico de sesión. Fue recién a comienzos de los setenta que firmó con Polydor y editó cuatro discos que son la columna vertebral de su carrera. Su firma de esos años quedó asentada en temas como The Messiah will come again, Roy’s bluz y Tribute to Elmore James. Luego tuvo un paso por Atlantic Records, con la que grabó otros cuatro álbumes, en los que se destacan los efervescentes covers de Down by the river (Neil Young), If six were nine (Jimi Hendrix) y Green onions (Booker T & The MG’s).
Pero su desencanto con el negocio de la música y los malos manejos de Judy, que además de su esposa también era su manager, lo llevaron a alejarse durante cuatro años de la escena a comienzos de los ochenta. Fue Bruce Iglauer, de Alligator Records, quien lo vio en vivo en Toronto y lo fichó de inmediato. Así fue como el guitarrista que había dejado boquiabierto a Eric Clapton, que le había enseñado la técnica de la Telecaster a Jeff Beck, que le hizo un desplante a John Lennon y que estuvo en la órbita de los Rolling Stones para reemplazar a Brian Jones, editó tres discos más para el poderoso sello de Chicago: When a guitar plays the blues (1985), Dancing on the edge (1986) y Hot wires (1987).
Pero los ochenta también lo acercaron a la cocaína y con el consumo excesivo de alcohol, que durante las últimas décadas había entrado y salido de su vida, se convirtieron en un cóctel explosivo. Así volvieron a aparecer todos sus demonios y su interior se volvió más tormentoso hasta llevarlo a ese triste, solitario y final.