Tras el portazo de Paloma Herrera, las autoridades y el cuerpo de baile del Colón se resguardan para que nada cambie
La renuncia de la ex directora del ballet estable se produjo por enfrentamientos con bailarines y falta de apoyo para cambiar el statu quo por el cual los artistas son también empleados públicos.
Usualmente, la individualidad, por más poderosa que sea no puede terminar por imponerse a la maquinaria burocrática, por más oxidada que se encuentre. El gran artista Julio Bocca debe haber sopesado esta cuestión que lo llevo a declinar en su momento el ofrecimiento para dirigir en el coliseo lírico de la Ciudad de Buenos Aires convencido de la imposibilidad de importar los métodos vigentes en otras compañías del exterior para implementarlos en la Argentina.
En el fondo, la reciente renuncia de Paloma Herrera luego de cinco años de dirección artística del ballet del Teatro Colón, obedece a la impotencia de no haber podido modernizar las estructuras, rígidas hasta el ridículo teniendo en cuenta la problemática de la jubilación de los bailarines y bailarinas, ni desarticular privilegios sindicales que terminan por atentar contra la excelencia que el público merece.
Paloma Herrera puso punto final a su labor de directora entre cuestionamientos por maltratos y peleas por cartel entre las bailarinas, que se difundieron por la prensa de espectáculos sensacionalista, y un vacío de autoridad generado por la actual conducción del Teatro representada en las figuras del Director Ejecutivo, Martín Boschet, quien la habría desautorizada explícitamente, y por la directora general, la profesora de historia, María Victoria Alcaraz.
Si bien, la ex bailarina que se formó en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y tuvo como maestra a Olga Ferri, demoró un lustro en tomar nota que la modernización buscada para su plan artístico no se iba a formalizar, la dirección del ente autárquico del Teatro, parece estar dispuesta a dar vuelta la página, y reforzar el estado de cosas.
No puede haber otra lectura luego de la designación del reemplazante de Paloma Herrera, el prestigioso coreógrafo, Mario Galizzi, que a los 75 años asumirá por tercera vez el cargo de director del Ballet Estable.
La primera declaración periodística que realizó fue la de declararse “como un fanático defensor de la estabilidad en el Ballet del Teatro Colón” oponiéndose, de esa manera, a la tendencia impulsada por Julio Bocca en el Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos de Uruguay donde comenzó a instrumentar contratos anuales para los artistas.
Julio Bocca, en línea con el pensamiento de Paloma Herrera, señaló, “La vez que me ofrecieron ir al Colón puse mis condiciones y me dijeron que no. Si yo voy a una compañía de ballet, mínimo que se trabaje ocho horas, que la clase sea obligatoria, que se pueda tener una programación a dos o tres años y se hagan entre 80 y cien funciones por temporada. Y que los contratos sean anuales, para que si una persona no está como tiene que ser se le pueda decir ‘gracias’ y que otra tenga la posibilidad”.
En su carta de renuncia, largamente comentada y explicada en declaraciones periodísticas, Paloma Herrera señaló, “…existen problemas crónicos y hay una muy compleja dinámica del teatro, que está reñida con la calidad del espectáculo. Las clases no son obligatorias, los horarios de trabajo son muy acotados, los bailarines son empleados públicos y como tales gozan de su estabilidad”.
La respuesta no demoró en llegar en un largo manifiesto dirigido a los medios de comunicación de parte de quien fuera una de las figuras del Ballet durante 22 años, el director Guido De Benedetti.
En su carta abierta dirigida a Paloma Herrera se lee “…la Estabilidad para ud. es dañina para la danza, mire ser estable no significa ser eterno e inamovible, ni que por ello un agente deje de entrenar y faltar a sus obligaciones y respeto por la profesión, para ello hay funciones que el Director del Ballet por ley debe realizar, siempre y cuando no se les ocurra aprobar la CARRERA propuesta por los Funcionarios, ud ¿cumplió con esas normativas? No, y entonces ¿porqué su queja?? Además, de los 50 bailarines que ud dice que pueden bailar hay alguno que según su criterio no está a la altura??? Quién? Porqué?? Y los que no lo están ya cumplieron con corrección y dedicación sus 20 años exigidos por el gobierno de la Ciudad? Y en ese caso quien es entonces el que no está a la altura, esos empleados públicos que cumplieron o los Funcionarios que incumplen con la parte del contrato que asumió el Ejecutivo para con los empleados??? Cierto!! No es su tema!!! A ud le parece perfecto que a un bailarín de un día para el otro LO VUELEN DE UN PLUMAZO como dijo en un reportaje que le hicieron en el canal TN , sabe que ocurre en nuestro país?? Le cuento, quizás no lo sepa, hace unos 4 o 5 años VOLARON A UNA COMPAÑÍA DE 65 BAILARÍNES COMPLETA DE UN PLUMAZO, el Ballet Clásico Nacional, por razones de presupuesto, desde que se aprobó su creación durante el gobierno del Dr Raúl Alfonsín hasta que la formaron pasaron 30 años y al tercer año FIN, DE UN PLUMAZO!!!! Y como aquí vivimos de crisis en crisis económica….mire, mejor que las plumas no vuelen solas, es muy peligroso”.
Acaso el escándalo desatado tras la renuncia y los cruces públicos que se están produciendo puedan tener una lectura positiva para que la política se haga cargo de una situación completamente anormal en el sistema previsional argentino.
Paloma Herrera explicó que en la base de su negativa a continuar con la dirección artística se hallaba la imposición de trabajar con bailarines con edad avanzada para ciertos roles. “La razón de mi renuncia es artística, si no puedo trabajar de la forma adecuada no me puedo quedar” había redactado y explicó luego, “es de público conocimiento que de la planta de 100 bailarines del Teatro a duras penas los que trabajan llegan a 50”.
Esto sucede porque a mediados de los años ’90, el elenco dejo de tener la jubilación especial conocida como 20/40, que habilitaba a un artista del baile a retirarse a partir de los 40 años de edad si tenían cumplidos 20 años de actividad. A no ser que quisiera continuar trabajando si se hallaba en condiciones. De hecho, ese régimen está vigente en ciudades como La Plata, Bahía Blanca y Córdoba, pero en Ciudad de Buenos Aires, los bailarines del Teatro Colón se jubilan como en cualquier otra actividad por lo que hay artistas que orillan los 60 años con los que la dirección artística, generalmente, no quieren contar a no ser que exista un rol específico para esa edad. Paloma Herrera señaló la falta de ingresos y oportunidades para nuevos bailarines en una compañía relativamente grande pero con una elevada edad media de sus integrantes.
Para el reemplazante de Herrera, Mario Galizzi, la cuestión de contar con 50 de 93 bailarines, no parecer ser un gran escollo, en declaraciones al diario La Nación sostuvo, “…si tu compañía es contemporánea o neoclásica no necesitas esa gente. Esta es la tradición del ballet y en ese aspecto el Colón tiene la mayor tradición del continente. Y la voy a defender le guste a quien le guste. A la gente del Instituto la tenés que traer, pero no podés hacer una estudiantina. Los tenés que tener para que hagan reemplazos y empiecen a estudiar, justamente, de los más grandes. Sino ¿de quiénes aprenden? Con el tema de las edades, es importante saber usar la gente”.
Para el septuagenario Gallizi, “…el bailarín necesita un buen retiro. En el Argentino de La Plata se jubilan a los 40, ¿por qué nosotros no? Pero, a su vez, hay gente de 45 años que puede hacer cosas fantásticas”.
El previsional es el único aspecto en donde las opiniones de los involucrados parecen coincidir. Al menos en intentar hallar una solución para el futuro, que la carta de renuncia de Paloma Herrera, logro visibilizar y mostrar el absurdo de una cuestión burocrática-sindical que no se destraba desde hace 30 años.
Es allí, donde los funcionarios y la política muestran su ineptitud para solucionar un problema que está a la vista de todos.
Para Darío Lopérfido, ex director general y artístico del Teatro Colón en el año 2015, “…estamos ante un claro caso de deficiencia de la gestión. Lo que tiene que hacer una persona que está al frente de una institución pública es prever los conflictos y solucionarlos. Si bien, el Teatro Colón es una institución muy compleja que depende de muchas normativas, en el caso puntual del ballet, cuando a mí me tocó ser el director general, no me puse a lloriquear diciendo que no se podían hacer las cosas. Hablé con el gobierno, conseguí un retiro voluntario para 25 bailarines que ya no podían ejercer por edad e hice un concurso donde se regularizó la situación de muchos bailarines jóvenes que estaban trabajando de forma irregular y ocuparon esos cargos. Hubo una renovación del Ballet y eso se debió a una gestión, de una conducción, que entendió que lo que tenía que hacer era solucionar los problemas. A la gestión actual, mediocre, poco ejecutiva, le estallan los problemas en la cara por no atreverse a solucionarlos. No hacer nada es lo que no debe ocurrir porque el Teatro le cuesta mucho dinero a la ciudadanía y los que están al frente cobran muy buenos salarios y estos escándalos le provocan un descrédito al Teatro porque Paloma Herrera es una figura mundial y el Colón queda, una vez más, como que no está a la altura de su historia”.
De hecho la dirección del coliseo habrá tomado nota de la cancelación de la participación en Giselle de Isaac Hernández, primera figura del English National Ballet, que había sido invitado por Paloma Herrera a participar de lo que iba a ser una de las galas más importantes de este año, el 5 de abril próximo.
Acerca de una posible solución alrededor del tema de las jubilaciones, Lopérfido explicó “debería aplicarse un convenio con la Anses. Que los bailarines aporten hasta los 40 o 45 años, y que al mismo tiempo la Ciudad haga un aporte en una caja local. Y, así se puedan jubilar a esa edad, y cobren de esos dos aportes. Si eso sucediera, el bailarín se iría con una buena jubilación y la Ciudad se ahorraría pagarle el sueldo completo hasta los 65 años”.
Para otra de las estrellas del Teatro Colón, Maximiliano Guerra, formado en el Ballet del Teatro y elegido Bailarín Emérito del Colón por sus logros artísticos junto a Maya Plisetskaya y Alessandra Ferri, el problema comenzó “cuando desapareció la caja municipal, que básicamente se la afanaron, y que recibía los aportes para que el bailarín se pueda retirar a los 40, 45 años”.
Acerca de las polémicas que estallaron luego de la renuncia de Paloma Herrera, Maximiliano Guerra, defendió la posición asumida por el Ballet Estable que en un comunicado afirmó, “No respondemos a ningún gremio. No tenemos delegados, desde hace cinco años. El porcentaje de afiliados al Sutecba es menor al 10% de la planta. Nos autoconvocamos de manera espontánea a reuniones de cuerpo para tratar tesituras que surgen y nos competen y contamos con una comisión representativa que transmite nuestra voz. Los bailarines del BETC somos artistas que entregamos nuestra vida a la profesión y tenemos el derecho a jubilarnos dignamente. Aguardamos con esperanza que esta visibilización del problema nos permita abordarlo con una nueva mirada altruista, sabiendo que en el medio quedamos prisioneros los artistas que pasamos de las luces y el reconocimiento social, al abandono y la vergüenza”.
De esta manera se revelan, en el mundo de la danza y los gestores culturales, posiciones irreductibles en torno a la estabilidad laboral de los artistas o a la posibilidad de realizar contratos anuales, según los estándares de compañías privadas. La designación de Galizzi sugiere, indudablemente, que continuará un régimen de estabilidad que, al menos, debiera rever la forma de jubilarse que, desde hace tres décadas, parece ser un escollo difícil de superar para los burócratas y políticos de la Ciudad.