Thomas Wolfe, el incomprendido que tuvo una vida corta y dejó un legado de joyas literarias
Su escritura se caracterizó por ser extremadamente descriptiva y con un tono poético, algo que no era muy apreciado por los editores de su época.
Thomas Wolfe vivía por y para la escritura. No podía concebir la vida de otra manera, como tampoco podía escribir sin basarse en su propia experiencia. Y esta característica tan distintiva en su formar de abordar la literatura le trajo más de un dolor de cabeza a lo largo de carrera.
Nacido en Asheville, Estados Unidos, el 3 de octubre de 1900 fue el menor de ocho hermanos y siempre tuvo en claro que haría de las letras su profesión. Estudio en la Universidad de Carolina del Norte, donde tomó un curso de dramaturgia que lo llevó a escribir El retorno de Buck Gavin, una pieza de un solo acto que protagonizó y La tercera noche, entre otras obras. También fue editor de periódico de la institución y ganó el Premio al Mérito en Filosofía por un ensayo titulado La crisis en la industria.
Tras obtener su título académico en Artes continuó su formación en Harvard y siguió escribiendo obras de teatro y en simultáneo dio clases en la Universidad de Nueva York, pero al no lograr el éxito que esperaba como dramaturgo decidió ser novelista.
Luego de más de dos años de escritura minuciosa, Wolfe terminó su primer manuscrito, pero su escritura, que se caracterizaba por ser extremadamente descriptiva y tener un tono poético, no era apreciada por los editores de su época. Salvo por Maxwell E. Perkins -el descubridor de Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway-, quien no pudo resistirse a su talento más allá de que era consciente de que había mucho para trabajar con un autor de sus características.
Para encontrar un público lector que se aventurara en los textos que escribía, Perkins le propuso que redujera el volumen de sus libros, algo que no lo satisfacía por completa. Para él, cada detalle era indispensable y no había ni una sola palabra de más. "Mi defecto principal es que escribo demasiado, no solamente ese poco que es lo esencial, sino que me dejo llevar por mi entusiasmo para realizarlo extensamente y bien contado”, reconoció el autor.
Finalmente en 1929 publicaron El ángel que nos mira, una novela con la que Wolfe se ganó el respeto del ambiente literario estadounidense y también de Gran Bretaña. Pero su obra consagratoria fue Del tiempo y el río (1935). Había conseguido el reconocimiento que añoraba por su talento con las palabras y por la forma en la que reflejaba las costumbres y tradiciones de Estados Unidos en el siglo XX.
Su vida privada era, por lo menos, desprolija, ya que nada le importaba tanto como su escritura. Y cuando tenía todo para dedicarse de lleno a su pasión sin tener que preocuparse por otra cosa, enfermó de neumonía, que derivo en un diagnostico de tuberculosis cerebral. El escritor se sometió a una importante operación en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore a principios de septiembre de 1938 y en un momento de lucidez decidió escribirle una carta a Perkins, con quien había discutido antes de comenzar con sus problemas de salud, para agradecerle por la forma en la que había moldeado su trabajo, por su amistad y su paciencia. La relación entre ambos quedó retratada en la película Genius, traducida al español como El editor de libros, protagonizada por Jude Law y Colin Firth, con las actuaciones de Nicole Kidman, Laura Linney y Guy Pierce.
Wolfe murió 15 de septiembre de 1938, a 18 días de su cumpleaños número 38. Sus cuentos, ensayos, obras de teatro y fundamentalmente sus cuatro novelas hicieron que a pesar de su corta vida se convirtiera en uno de los máximos referentes de la literatura estadounidense moderna por su dedicación y la precisión en el uso de las palabras.