"Sueño causado por el vuelo de una abeja...", de Salvador Dalí
Jamás un artista había idolatrado tanto a la mujer de su inspiración, Gala fue para el genial surrealista Dalí como un epítome de lo sagrado; objeto y fuente de su creación.
Por Gisela Asmundo
La mujer que duerme suspendida en el aire, es Elena Ivanovna Diakonova, conocida como Gala Dalí, la musa más venerada del siglo XX.
“El surrealismo soy yo”, Salvador Dalí.
Antes de describir a la obra, voy hacer una pequeña introducción al surrealismo y una aproximación a Dalí, para intentar generar un panorama más esclarecedor.
El surrealismo fue un movimiento cultural desarrollado en Europa tras la Primera Guerra Mundial, influenciado por el Dadaísmo.
Los artistas surrealistas formaron parte de un movimiento artístico y literario que intentó sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión automática del pensamiento o del subconsciente. Lo que se podría definir como automatismo psíquico que es el proceso creativo alimentado por la teoría psicoanalítica de Freud y consiste en liberar el inconsciente para reflejar el mundo interior del artista. Dado que el postulado de Freud no había sido propiamente "el sujeto”, sino que su propiedad fue el inconsciente. Y, ahí, la primera conclusión que se impone es que en cuanto al inconsciente es freudiano, el sujeto es lacaniano (en referencia al psicoanalista Jacques Lacan) (Cabas, 2009, p.29).
Los artistas surrealistas pintaban imágenes desconcertantes e ilógicas, creando extrañas criaturas de objetos cotidianos y desarrollando técnicas pictóricas que permitían desvelar el subconsciente.
El objetivo era, según el escritor francés y creador del manifiesto surrealista, André Breton, "convertir las contradicciones de los sueños y la realidad en una realidad absoluta, una súper realidad”.
Salvador Dalí:
Cuando Dalí se autoproclamaba personificar él mismo al surrealismo, en parte ponía en evidencia su vida que había sido una mezcla de genialidad y delirio, la cual parecía presentida: “Mi feto se enredaba en una placenta infernal’’.
Nació el 11 de Mayo de 1904, en Figueras, en la llanura gerundense del Alto Ampurdán, tierra profunda, fronteriza con Francia por donde atraviesa el viento furioso al que llaman La Tramontana, viento que baja ululando desde los Pirineos y que es capaz de soplar a más de ciento veinte kilómetros por hora. Viento que pese a sus devastaciones se le atribuían en otros tiempos propiedades antisépticas. La Tramontana puede afectar las emociones con la misma violencia con que trastorna al mar y al campo, y es un eterno tema de conversación entre los ampurdaneses. Se dice incluso que es responsable de no pocos suicidios y volver loca a la gente. (Ian Gibson, Dalí joven, Dalí genial, 2004, p. 16).
Salvador Dalí había nacido tres años después de la muerte de su hermano primogénito, a causa de meningitis cuando contaba con siete años de edad. En 1973 escribió: “Al nacer me puse a caminar sobre los pasos de un muerto adorado, a quien se continuó amando a través de mí, tal vez más aún. El exceso de amor que me infligía mi padre desde los primeros días de mi vida fue una herida narcisista. Solo por medio de la paranoia, esto es, la exaltación orgullosa de mi mismo, logré salvarme del aniquilamiento de la duda sistemática."
Debió ser muy angustiante para Dalí niño, tener que salvarse de la duda sistemática, exaltándose y reafirmándose a si mismo todo el tiempo para diferenciarse de la sombra de un muerto. El nombre que le pusieron es el mismo que tenia su hermano, el espejo viviente de aquel cuyo retrato se encontraba en el cuarto de sus padres.
El pequeño Dalí II se convertiría en un niño déspota, que para conmover a su familia incurría en crisis histéricas y teatrales habituales. Ni siquiera el nacimiento de su hermana Ana María logró aplacar sus caprichos. Al contrario a medida que pasaba el tiempo, mayor era el deseo de expresar con cinismo y ferocidad su propia diversidad.
Cuando asistía al colegio de los Padres Maristas con once años golpeó a otro niño solo porque estaba sucio y comía chocolate, hecho que consideró vulgar y de condición inferior.
En 1920 Dalí había descrito su ideal de mujer:
"Los ojos necesariamente deben parecer inteligentes. Una mujer elegante no puede tener una expresión estúpida, como característica de una mujer hermosa y perfectamente en armonía con la belleza ideal... ".
Habría que esperar hasta 1929 cuando un encuentro trascendental cambiaría su vida, ese encuentro sería con su musa la esposa del escritor surrealista Paul Eluard. Para el escritor los ojos de su mujer Elena (Gala), podían "penetrar las paredes”.
Después de tanto elucubrar la encarnación viva de su "Venus Calipigia” se presentaba ante Dalí.
Gala era hija de un abogado, había nacido el 7 de Septiembre de 1894 en Kazán, Imperio Ruso. Fue la esposa de Paul Eluard, el escritor perteneciente al mismo círculo surrealista, y ambos tenían una hija llamada Cécile de once años. En el momento del encuentro con Dalí ella era una mujer madura diez años mayor que el pintor, que por aquel entonces era un joven de veinticinco años con una carrera artística prometedora.
Una de las primeras conquistas de ella había sido el afamado artista alemán Marx Ernst, al cual conoce estando casada en 1921; Ernst llegó a Paris y se instaló en la casa de los Eluard; en donde compartiría intimidad con la pareja.
Marx Ernst empezó pronto a dibujar compulsivamente a Gala, uno de los cuadros dedicados a la musa fue Au Rendez- vous des amis de 1922.
Cuando Dalí vio por primera vez a Gala en la terraza del hotel Miramar en Cadaqués, sobre la costa mediterránea catalana, estaba con su marido.
Quedaron en encontrase la mañana siguiente, a las once, en la playa. Dalí decidió preparar este evento de una manera totalmente simbólica. Desgarró, cortó, se arremangó la ropa para hacer resaltar el bronceado (era un joven guapo con unos penetrantes ojos azules) las tetillas, el ombligo, los hombros, los pelos del pecho. Se puso al cuello un collar de perlas y en la oreja un geranio rojo. Se hirió al afeitarse la axila y se embadurnó el cuerpo con su propia sangre, a la que agregó una mixtura de cola de pescado, estiércol de cabra y aceite. Pero cuando vio a Gala desde la ventana, sobre todo cuando vio su espalda desnuda, quedó fulminado. Entonces decidió poner fin a aquel macabro rito nupcial y se quitó de encima los harapos y la insoportable pestilencia. (Entender la pintura, 1989, p.3).
En el momento del encuentro de ambos la situación financiera de Eluard estaba complicada y su herencia se había reducido a niveles alarmantes. Gala desde niña guardaba el intimo temor de no poseer dinero, quizás alimentado por sus experiencias tempranas.
André Thirion (escritor francés), que se había incorporado a los surrealistas en los años treinta expresó sobre la misma: “Gala sabía lo que quería, placeres del corazón, y de los sentidos, dinero y la amistad de los genios.”
Gala con Paul Eluard acostumbraban a mandarse cartas de amor, pero solo se conservan las que él les mandó a ella, ya que él quemó las cartas con la excepción a las anteriores a su matrimonio; en cambio Gala las preservó. De las cartas de Éluard se desprende que en el verano de 1929, Gala ya iba en pos de lo que quería, Dalí, con brutal determinación, provocando que el mismo escritor se sintiera horrorizado: “Ahora me doy cuenta que nada te detiene, eres despiadada”, le escribió el 30 de Julio.
Teniendo en consideración algunos aspectos de la personalidad de Gala es posible imaginar que una mujer inteligente, como lo era, y de temperamento decidido, (musa inspiradora de otros afamados artistas), no iba mostrarse fácilmente conmovida ante un jovencito narcisista y extravagante por más genial que fuera. Y por más que lo haya deseado internamente.
En cambio él sucumbió al instante:
Su cuerpo tenía todavía el cutis de una niña. Sus clavículas y los músculos infrarrenales tenían esa súbita tensión atlética de los de un adolescente. Pero la parte inferior de su espalda, en cambio, era sumamente femenina y pronunciada y servía de guión, infinitamente esbelto, entre la decidida, enérgica y orgullosa delgadez de su torso y sus nalgas finísimas, que la exagerada esbeltez de su talle realzaba y hacía más deseables… (Ian Gibson, Dalí joven, Dalí genial, 2004, p. 278).
Gala había sido una mujer interesante más que hermosa, tenía una cara ovalada por lo cual Dalí le pondría el apodo de Oliva u Oliveta, su boca era bella y su nariz recta un tanto excesiva; sus ojos eran oscuros y juntos, lo cual le daban un aire de ave de presa y cuando estaba de mal humor cosa que era bastante frecuente se resaltaba ese aspecto de su mirada depredadora.
Muchas de las declaraciones del artista fueron el despertar de mi conciencia para tener en cuenta la dialéctica de Hegel en el análisis de la obra de Dalí.
Así sostuvo él mismo:
“Toda mi pasión está por el amor que siento por Gala. Todo el conocimiento que tengo es gracias a ella, porque gracias a ella me di cuenta de que no era un artista mediocre, porque ella creyó enseguida que tenía un gran talento y yo no. Gala, mi esposa, que es rusa, y que tiene la fuerza de una batalla de Stalingrado, me protegió y ella hizo mi éxito mundial.”
Evidentemente algo en ella provocó la confianza en él mismo para convertirlo en lo que fue, un excepcional artista, de símbolos fetichistas y metáforas, que se repitieron de manera alucinada y alucinante.
Si observamos detenidamente la obra de Dalí, Sueño causado por el vuelo de una abeja… posiblemente encontremos oportuno definir que es el deseo humano o que representa, sobretodo en la creación de este artista. Para poder abordarlo, según mi apreciación La Dialéctica del amo y del esclavo de Hegel (filósofo del Idealismo alemán y último de la Modernidad), define muy bien estas cuestiones.
Esta dialéctica no solo explica los vínculos amorosos y eróticos sino casi todos los tipos de vínculos, y lo menciono porque considero que sirve para acercarse más a la obra; el que no lo sienta oportuno puede pasar directamente a la aproximación de la misma.
Según Hegel, la historia empieza cuando hay dos conciencias enfrentadas, que son dos conciencias deseantes, (en este caso Dalí/Gala) hasta el punto de que cabría decir que "la historia humana es la historia de los deseos deseados". Es decir, la conciencia humana desea deseos, desea ser reconocido por otro, desea ser superior al otro, y en el deseo el hombre adquiere conciencia de sí, esto es, autoconciencia.
El origen de la autoconciencia está cuando se pone en riesgo la vida de cara a un fin esencialmente no vital (en este caso lograr el reconocimiento del ser amado), y ello supone una lucha a muerte por el reconocimiento. Y sin semejante lucha por el prestigio no habrían existido seres humanos como tales sobre la faz de la tierra. Y esto significa hacer reconocer por el otro su superioridad sobre el otro.
Sólo el “deseo" de tal “reconocimiento" (Anerkennung), sólo la acción que se deriva de tal "deseo", crea, realiza y revela un “Yo" humano, no biológico.
Así pues, esta conciencia que desea ser reconocida por otra no es una conciencia que permanezca en su fuero interno, sino que es arrojada hacia fuera, buscando su reconocimiento fuera de sí misma.
Pero la otra conciencia a su vez desea lo mismo, y de ahí surge el conflicto: un conflicto que es a muerte por puro prestigio.
La resolución del conflicto va a suceder cuando una de las dos conciencias cede por temor (en este caso a perder al otro) y prefiere ser sometida antes que una conciencia muerta (una no-conciencia). Es decir, la conciencia que cede prefiere vivir en la servidumbre antes que morir (o ser abandonado). Por su parte, aquella conciencia en la cual el deseo de dominar es más potente que su temor a morir (o a perder al otro) es la que somete a la conciencia que cedió por miedo. Así pues, aquí tenemos a un amo y a un esclavo.
El amo es, una conciencia independiente que se sitúa por encima del esclavo, tiene bajo sí al mismo, el cual es una conciencia dependiente que ni siquiera se piensa.
El amo pone al esclavo a trabajar, y al trabajar la naturaleza el esclavo determina al amo; y es así cómo se vuelcan las tornas, ya que el esclavo al trabajar para el amo, y al trabajar la materia, es decir, al transformarla, comienza a construir la cultura, porque la cultura es el trabajo que el hombre ejerce sobre la naturaleza.
Por lo tanto el segundo momento de la dialéctica es el de la negación, es decir, cuando una de las conciencias logra que la otra se le someta, esto significa, una de las conciencias niega a la otra y la otra se le somete.
El tercer momento de la dialéctica es la negación de la negación porque la conciencia que había sido negada por miedo a morir (o a perder al otro) al ponerse a trabajar niega a la negadora, es decir, es la negación que el esclavo ejerce sobre el amo; niega al amo al superarlo creando la cultura, y en esta cultura está integrada toda la dialéctica, según Hegel la historia es el recorrido de formas que van surgiendo y que se van negando. (Fenomenología del Espíritu, 1807, Hegel).
Aproximación a la obra: “Sueño causado por el vuelo de una abeja sobre una granada un segundo antes de despertar” (1944).
Con este cuadro Dalí quiere explicarnos que el surrealismo tiene unas bases científicas, las teorías de Sigmund Freud (Stefan Zweig le presentó a Freud), ya que la libre asociación de imágenes son las que deben conducir el pensamiento inconsciente a la conciencia.
El cuadro lo pintó Dalí como consecuencia de un sueño que tuvo Gala sobre una abeja que volaba en torno a una granada, pero obviamente lo más interesante son las aportaciones propias del artista en la recreación de este sueño.
¿La simbología? En una pintura como esta pueden haber muchas versiones por ejemplo atribuidas a la granada, a la abeja, a los tigres, al elefante, al mar… y todas reconocerán un profundo erotismo.
Explicando anteriormente la dialéctica de Hegel lo hice con la intención de poder aproximarme a ciertos componentes de esta obra, aunque las características de este cuadro como casi toda la obra de Dalí es la falta de unidad y de totalidad.
Volviendo al tercer momento de la dialéctica, (ósea la negación de la negación, en donde el esclavo niega estar por debajo de la conciencia del amo, en este caso Gala) y se exterioriza creando, trabajando, o manifestando imágenes poderosas del subconsciente.
En esta composición aparecen elementos relevantes al erotismo como he señalado; la granada para los antiguos griegos guardaba una connotación erótica y amorosa, el claro ejemplo es el del mito del dios Hades cuando le ofrece unos granos de la fruta a Proserpina para retenerla en el inframundo y conseguir su amor (recomiendo leer El Rapto de Proserpina, de Bernini que está en este portal).
De la granada de la obra de Dalí surge un pez (también se le atribuía en la antigüedad connotación erótica) que de su boca emerge un tigre que a su vez se desprende otro, ambos enfurecidos con sus garras expuestas a punto de atacar.
Lo curioso de esta representación es que el cuerpo inerte, suspendido y sensual de Gala parece obviar por el sueño relajado el ataque de estos animales. Incluso Gala es indiferente al dolor que le provoca la bayoneta que inflige la carne de su brazo extendido, ignora incluso que está a punto de ser desgarrada por los tigres.
Y aquí es donde se asomaría a mi entender el tercer momento de la dialéctica de Hegel; el esclavo deseante en este caso Dalí, se revela e intenta infligir dolor al amo, ósea Gala; este deseo erótico guarda rencor, amor -odio, por así decirlo.
Es cuando el artista por medio del inconsciente se revela de su posición sumisa (esclavo hacedor de cultura, el arte es revelador) y aparece reinante y soberbio sometiendo a su amada a través de sus imágenes delirantes.
En la obra se distingue el método paranoico critico creado por Dalí, que es «método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes».
Los tigres representados en la obra están inspirados en los carteles del circo americano Ringling Barnum Bailey Circus.
Otro de los símbolos más recurrentes a lo largo de su obra es el elefante, que aparece por vez primera en esta obra “Sueño causado por el vuelo de una avispa sobre una granada un segundo antes de despertar”.
El elefante, con patas largas, casi invisibles y portando en su lomo un obelisco (símbolo fálico), está inspirado en el obelisco de Roma de Gian Lorenzo Bernini.
En el libro de Dawn Ades, Dalí y el Surrealismo, el propio pintor intenta explicar el significado de este símbolo: “El elefante es una distorsión en el espacio, con sus aguzadas patas contrastando la idea de ingravidez, definida sin la menor preocupación estética, estoy creando algo que me inspira una profunda emoción y con la que intento pintar honestamente”.
Esta obra fue uno de los pocos cuadros que pintó Dalí en Estados Unidos, donde residió entre los años 1941 a 1948.
Podemos observar que el cuadro es un paisaje marino, probablemente la costa de Port Lligat, a la que se mantendría fiel en sus lienzos y que es el paisaje de su infancia, una bahía abrazada de rocas.
La única vegetación que surge en el acantilado es un olivo. El azul del cielo y del mar permanecen separados por los primeros rayos del sol tal como nos indica el título es lo que acontece unos segundos antes de despertar, es decir el alba y por eso vemos aún la luna.
En todo el lienzo se percibe una tranquilidad gracias a la calma, el azul del mar y el cuerpo levitando de Gala sobre la placa continental.
Algunas otras obras en donde aparece Gala:
Para Dalí los protones y neutrones son elementos angelicales, “existen residuos de sustancia, por el hecho de que algunos seres me parecen cercanos a los ángeles…”
Gala, es representada como Leda, quien, según la leyenda, fue seducida por el dios griego Zeus transformado en cisne y dio a luz el huevo del que nacieron los dioscuros, Cástor y Pólux y las hermanas Helena y Clitemnestra.
A su retorno de Nueva York, en Marzo de 1953, Dalí anunció a la prensa que ejecutaría un cuadro de tema religioso "sensacional", un Cristo estallado. Será el primer cuadro pintado con una técnica clásica y una fórmula académica pero con elementos cubistas. “Cubismo metafísico trascendente…”.
Según Salvador Dalí:
Pinté una cruz hipercúbica en la que el cuerpo de Cristo se convierte metafísicamente en el noveno cubo, siguiendo los preceptos del discurso sobre la forma cúbica de Juan Herrera, constructor de El Escorial, inspirado en Ramon Llull.
Por Gisela A. Asmundo, licenciada en Historia del Arte.
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