Por Belén Canonico

"Nosotras no queremos los derechos de los hombres, que se los guarden. Saber ser mujer es admirable, y nosotras solo queremos ser mujeres en toda nuestra espléndida feminidad. Las descentradas somos las que no pensamos, las que no sentimos, las que no vivimos como las demás. Las que entre gente burguesa somos ovejas negras y entre ovejas negras somos inmaculadas. Todas somos raras". Este fragmento de "Las descentradas" deja ver un poco de lo que fue Salvadora Medina Onrubia, una dramaturga y periodista argentina que rompió con todos los estereotipos de su época.

Nació en 1894 en La Plata, trabajó como maestra rural y a los 16 años fue madre soltera. Nunca reparó en las opiniones ajenas ni en los mandatos que una mujer de su época debía seguir. Desde su adolescencia definió sus ideales anarquistas, que marcaron su vida política y profesional.

Se convirtió en la primera argentina en escribir una obra de teatro con temática anarquista, Almafuerte (1914), y también fue una de las primeras mujeres en dar un discurso en un acto político multitudinario, nada menos que para pedir la liberación de Simón Radowitzky, el autor del atentado que se cobró la vida del jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón. Nunca tuvo miedo a expresar sus convicciones y mucho menos a luchar por ellas.

Se casó con el empresario Natalio Botana, el fundador del diario Crítica, y tuvo una vida llena de lujos. Vestía pieles, manejaba un Rolls-Royce y se codeaba con los personajes más importantes del mundo de la cultura y el poder. Y aunque en más de una oportunidad se la señaló por adoptar posturas mucho más conservadoras de las que decía defender, siempre se mantuvo firme en su discurso. Incluso, tras ser detenida junto a su pareja y un grupo de periodistas tras la clausura de Crítica, se animó a mostrar su desprecio al por entonces presidente José Félix Uriburu en una célebre carta, donde dejó en claro que su espíritu desafiante estaba intacto.

La muerte de Botana en 1941, la llevó a ser la primera mujer en dirigir un diario, donde se encargó de marcar su impronta. No estaba a favor de la militancia por ningún partido político, fue una gran defensora del voto femenino y la ampliación de derechos para las mujeres. A través del papel transmitió sus ideas, con las que instó a muchas a que se alzaran en busca de un futuro mejor. Y a pesar de que tenían varias ideas en común, no tuvo un buen vínculo con Eva Duarte de Perón.

De hecho, por pedido de Juan Domingo Perón, en 1947 publicó una carta abierta a Evita para mostrarle su apoyo luego de las críticas que había recibido por su visita a la España franquista. "Nunca mires, Evita, las miserias del suelo. Lucha y sirve a tu ideal desde el lugar que el destino -que es el aspecto exterior de las fuerzas que rigen y ordenan el mañana del mundo- sabe por qué ha preparado para ti, porque no sirves al azar. Sabe, Evita, que la jornada de servicio es corta y preciosa y que el derecho a servir exige y demanda las facultades íntegras de cada ser... No te gastes mirando el suelo. Trabaja. Sirve. Da con ese tu seguro don sereno y eficaz, de saber dar... Y ten por cierto que no estás sola, ni en el sentido de poder material, ni en el otro, en el espiritual; que quien sirve con fe, amor y desinterés a un gran ideal de superación es, a su vez, servido", escribió Salvadora y terminó de marcar sus diferencias para con la primera dama.

Hay quienes aseguran que Medina Onrubia solo tuvo buenas intenciones, otros dicen que pecó de irrespetuosa ante la investidura de Eva. Lo cierto es que luego de que se aprobara el voto femenino, insinuó que Evita se llevaba los créditos de una lucha colectiva que se venía gestando mucho tiempo antes de que el peronismo llegara al poder.

Más allá de su éxito como dramaturga y periodista, Salvadora vivió momentos de mucha tristeza a nivel personal. Nunca superó el suicidio de "Pitón", su hijo mayor, sufrió las infidelidades de su esposo y se vio inmersa en excesos y adicciones. Sus últimos días los vivió en la pobreza y en soledad, ya que no mantenía una relación muy estrecha con su familia. Y aunque en su momento fue duramente criticada y la tildaban de loca, con el paso del tiempo, sus creencias y acciones la enaltecen no solo como una escritora exquisita, sino también por su compromiso.