María Graña da por terminada su carrera como intérprete de tango, tras medio siglo de profesión
En adelante, la vocalista que fue definida por The New York Times como “La Judy Garland del tango”, se abocará a un repertorio de folklore y boleros.
En una decisión sorprendente, pero meditada, la cantante María Graña festejará su medio siglo cantando tangos con un espectáculo de despedida del género, para dedicarse en adelante a un repertorio que combinará estilos que le representen un menor desgaste emocional.
Para el tango-canción, su fuerte, la ausencia de Graña será un hueso duro de roer, pero no se trata de una determinación que no pudiera leerse en su trayectoria: en sus mejores momentos, muchas veces pareció una intérprete dominada por la intensidad de sus propias emociones.
“La verdad es que hay sentimientos que no puedo manejar a esta altura de mi vida”, explica ahora Graña, que comenzó a estudiar canto lírico con la profesora Elvira Aquilano cuando era casi una niña y antes de su éxito profesional como tanguera cantaba rock.
Graña era una adolescente todavía cuando ganó en 1970 el concurso televisivo Canta el pueblo, de Canal 7, con su versión de “La canción de Buenos Aires” y tres años más tarde fue convocada para pararse al frente de la Orquesta del Maestro Osvaldo Pugliese, un gran honor para cualquier intérprete.
En la década siguiente resultó una figura clave en el boom parisino del espectáculo Tango Argentino, que generó una especie de revival de los grandes éxitos históricos del género, combinando las destrezas de sus bailarines con un seleccionado de músicos y cantantes, entre ellos el Sexteto Mayor, Horacio Salgán-Ubaldo De Lío, Roberto Goyeneche y Raúl Lavié,
Graña, que fue considerada en 1985 por el influyente diario The New York Times como “La Judy Garland del tango”, se destacó en varios de los programas importantes que la televisión argentina le dedicó al género, entre ellos El tango del millón, Buenas noches Buenos Aires, Tango Club, Grandes valores del tango y La botica del Ángel.
El elogio del diario neyorquino puede esconder varias capas de significado: la niña que protagonizó El mago de Oz, cantó para siempre “Over the rainbow” y luego fue madre de Liza Minelli resultó una súper estrella de la historia del espectáculo mundial, pero sufrió de una fragilidad anímica que terminó acorralándola.
“La calidad, la calidez y la seguridad de su voz, en los distintos registros, obedece a la perseverancia en el estudio, camino ineludible que deben imitar todos aquellos que están y que ingresan en el cancionero popular”, escribió sobre Graña el maestro Pugliese, para la contratapa del segundo de los nueve discos que grabó.
El autor de “La Yumba”, que era por demás exigente con los músicos con que trabajaba en cooperativa, a ella no le daba ni consejos ni instrucciones, sostenía que las interpretaciones de la cantante a la que le había dado un gran protagónico debían valorarse por “la sensibilidad en los distintos momentos emotivos que exigen la letra y la música”.
“Yo no puedo explicar mi éxito”, respondió María cuando le preguntaron a que se debía que despertara tanto entusiasmo en Colombia y en Brasil, en Canadá, Estados Unidos, Japón y Francia. “Yo sólo sé que soy una cantante que cultiva un estilo melódico, con algunos detalles gardelianos. Creo haber aportado al tango una sensibilidad marcadamente femenina”.
Admiradora de Gardel, un legado de su padre, que también cantaba tangos, y de Astor Piazzolla, pero además de Frank Sinatra y Barbara Streisand, Graña vivió de niña en una casona colonial en Villa Urquiza y luego en el conurbano bonaerense, en San Justo, con los programas musicales de la radio como parte central de su educación sentimental.
Rodeada de cuidado especiales de su entorno ya que era extremadamente joven para el mundo nocturno del género, trabajó en sus inicios con figuras legendarias, como Libertad Lamarque, Roberto Rufino y Alberto Marino, pero fue el oído, luego declinante de Pugliese, el que la metió en las grandes ligas, hasta que la dejó ir, convencido de que “la crisálida se había convertido en mariposa”.
Para ella, que nació en 1953 y fue madre de cinco hijos, el problema de la abundancia de emociones dramáticas que le representa a esta altura el género del que es emblema mundial es que no solo le producen desgaste emocional, sino que pueden inducirla al fantasma que para cualquier buen profesional representa no poder afinar bien ante su público.
“Le pasó a María Callas… se quedó muda sobre el escenario”, puntualiza antes de explicar que cuando canta tangos, hay letras que le recuerdan “a mi barrio, a mi papá, a mi mamá, a personas que ya no están, y eso me produce emociones excesivas, un estado de ánimo que por momentos no puedo controlar”.
Una de las grandes admiradoras de su estilo fue la tucumana Mercedes Sosa –otra cultora de la importancia de la diversidad en el repertorio- que dejó un testimonio de su aprecio en su último trabajo en estudios, “Cantora”, antes de la muy emotiva grabación a dos voces de “Nada”, tratándola para la historia con el respeto que ambas siempre se tuvieron en la vida privada.
En el video que documenta esa larga la grabación, registrando el desfile de artistas que la acompañaron –entre ellos Charly García, Joan Manuel Serrat, Luis Alberto Spinetta, Jorge Drexler, Caetano Veloso, León Gieco, Pedro Aznar, Residente. Teresa Parodi, Vicentico, Fito Páez, Liliana Herrero, Joaquín Sabina y Ruben Rada- Mercedes Sosa dice: “Yo siento a veces que canto bien. Pero como cantante, María es mejor”.
“La vida de un artista mujer es muy difícil, si señor muy difícil”, dijo para la posterioridad, mientras ensayaba con Graña, la tucumana, que murió en 2009, luego de un largo proceso de declinación de su salud. “Es una vida en la que hay que trabajar, cantar, saber cómo comen los hijos de una aunque uno no esté. Muy difícil”.
Graña, que dijo alguna vez sentirse parte de “la resistencia” de la música argentina antes las invasiones foráneas, presentará en su espectáculo de despedida del tango, que llevará adelante junto al cuarteto del guitarrista Esteban Morgado, con quien trabaja hace varios años, algunos de los temas de su futuro repertorio permanente que cualquier espectador asocia con Mercedes, entre ellos la clásica zamba “Alfonsina y el mar”.
Para aquellos que la conocen no será una novedad, siempre lo hizo, que aparezcan más de los boleros con que solía condimentar sus espectáculos tangueros, entre ellos “Cuenta conmigo”, “Perfidia”, “Bésame mucho”, “Somos novios, “Sombras, nada más”, “Acompañada y sola”, “Nuestro balance” o “Esa tarde vi llover”.