Luego del éxito de Petróleo, junto al grupo Piel de lava, Laura Fernández se embarcó en una nueva aventura teatral acompañada por Daniela Salerno. Juntas escribieron Pacífico, una unipersonal que se presenta los viernes a las 20.30 en el Portón de Sánchez, en el que Daniela actúa y Laura dirige.

La obra se centra en una empleada de la frontera migratoria de la Patagonia argentina, quien afronta una larga estadía en su puesto. Sola, aislada y combatiendo las bajas temperaturas, la protagonista pasa el tiempo hablando por teléfono con un ser querido y revela un secreto que la atormenta.

El resultado es una pieza profunda, introspectiva, que deja vestigios de las emociones que muchos atravesaron durante el inicio de la pandemia, con las restricciones más estrictas. Sin embargo, la dramaturga y directora asegura que el proyecto surgió mucho antes.

“Hace más o menos cuatro años Dani me llamó porque tenía ganas de hacer algo con las cartas que su padre cruzaba con su abuela mientras estaba exiliado en Suecia durante la última dictadura militar. Estas cartas eran muy extrañas porque suponen mucho dolor, con la familia separada y un tío desaparecido, pero a la vez no podían decir nada y son muy pavotas. Nos llamaba la atención esta distancia de lo que las cartas no podían decir, preguntaban cómo estaban tal, tal y tal, hablaban del idioma, el frío. Todas cosas periféricas a las que en realidad hubieran querido decir”, recuerda en diálogo con Noticias Argentinas.

Y reconoce que en el proceso, ambas terminaron volcando su experiencia durante el confinamiento. “La obra la empezamos mucho antes, pero inevitablemente estarán puestas ahí las extrañezas y las sensaciones del cuerpo que pasamos en ese tiempo, aunque no fuera predemitado. El unipersonal no fue un fruto de la pandemia, pero terminó tomando esa forma”, señala.

Laura Fernández: “Toda obra tiene algo autobiográfico, porque escribimos con el cuerpo”
Laura Fernández.

-Con las cartas de la familia de Daniela como punto de partida, ¿Cómo llegan a una obra ambientada en la Patagonia?

-Quisimos contar esta historia a partir de la idea del frío, la distancia y un interlocutor que es muy querido. Si bien las cartas son de una madre y un hijo, en la obra jugamos con la idea de la protagonista y su padre. No quisimos meternos en ese vínculo, pero en el medio mientras lo pensábamos, nosotras perdimos a nuestros papás, así que probablemente lo instrospectivo de la obra puede tener que ver con la oscuridad de la pandemia y lo oscuro de la pérdida.

-Esa oscuridad no solo está representada en el texto, sino que está muy presente en escena, con la ambientación, la escenografia, ¿Cómo encararon ese trabajo?

-Queríamos que hubiera una sensación de que cada espacio tuviera algo de la que pasa y lo hablamos mucho con el escenógrafo, Nicolás Botte, y el iluminador, Matías Sendón. Además, Daniela Tuvo, nuestra asistente de dirección es patagónica y en un momento el diseñador sonoro trajo un audio de un grillo, pero escuchándolo, Dani decía que allá no se escuchan grillos, sino cosas que vuelan por el viento. Hay algo de intentar tratar de recrear desde lo clásico y lo sonoro de ese universo, nuestra Patagonia árida, que son kilómetros y kilómetros de campo chiquito y nada que la vista pueda ver. Me gustan las escenografías extremas, tanto las reales como las ficcionales. Cómo son los cuerpos en esos lugares muy límites, de frío, viento, oscuridad... porque todo el mundo se transforma y en la ficción nos gustaba trabajar con esas sensorialidades

-¿La muerte de tu papá hizo que abordaras la obra de otra manera o pudiste separar los sentimientos de tu trabajo?

-Creo que nada se puede separar demasiado, porque creo que toda obra tiene algo de autobiográfico, porque escribimos con el cuerpo, o por lo menos es como concibo mi escritura. No desde una idea, sino trabajar sensorialmente, que es también lo que enseño en mis cursos de dramaturgia. Hay una pelea entre la dramaturgia y la literatura, pero independientemente de resolver ese tema teóricamente, me parece que está bueno darle una respuesta en ese sentido: escribir lo más teatralmente posible en términos de poner el cuerpo. En ese sentido, trabajamos con la idea de alguien que se fue y está solo en la Patagonia y que la soledad y el frio de muchos dias empieza a modificar el cuerpo. Primero trabajamos con eso y fue muy genuino el proceso de escritura. Era interesante que ver cómo ella vive en un lugar que invita a rajar.

-Se nota que detrás de la obra hay un proceso de investigación.

-Sí, nos gusta trabajar así. Por ejemplo, para Pacífico entrevistamos a un empleado de migraciones para que nos cuente cómo es el trabajo, la terminología, los chistes. Hay algo de lo verosímil y lo inverosímil que el teatro siempre tiende a preguntarse otras situaciones para presentar algo singular.

-¿Tienen ganas de recorrer el país con la obra?

-Es algo que está en agenda, nos dan ganas de salir de gira. Todavía no hay nada concreto, pero estamos viendo las posibilidades de trasladar todo. Pero todo lo técnico se nos fue de las manos, porque se puso más ambicioso, la escenografía quedó muy linda y es difícil de mover. En los personal, me interesa que las obras sean bella. Hay algo del modo de producción del teatro independiente que es muy hostil. La gente trabaja a cooperativa, gana poco, hay poca plata para las realizaciones, pero dentro de lo que se puede, me interesa mostrar lo más bello posible. Es una forma de devolverle algo al teatro independiente.