Por Gisela Asmundo

Licenciada en Historia del Arte

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La Vocación de San Mateo, Oleo sobre tela, 322 X 340 cm. San Luigi dei Francesi, Roma.

“Aunque vea el honor en un ojo y la muerte en el otro, a ambos miraré con indiferencia”, Shakespeare, Julio César

Tras la muerte de su madre acaecida en el año 1590 y luego del reparto de la herencia en 1592, el joven Caravaggio abandonaría su ciudad natal Milán, con veintiún años, para arribar y establecerse ese mismo año en Roma, sede Papal y ciudad cosmopolita.

Roma era el centro álgido de la cultura por ese entonces.

La Francia de los Luises y la Roma papal fueron los principales núcleos de la cultura barroca, como centros de poder político y religioso, respectivamente, y centros difusores del absolutismo y el contrarreformismo.

El Barroco se infundió en Italia, principalmente en la sede pontificia, Roma, donde el arte fue utilizado como medio propagandístico para la difusión de la doctrina contrarreformista.

La Reforma protestante había sumido a la Iglesia católica en una profunda crisis durante la primera mitad del siglo XVI, que evidenció tanto la corrupción en numerosos estratos eclesiásticos como la necesidad de una renovación del mensaje y la obra católica, así como de un mayor acercamiento a los fieles.

El Concilio de Trento (1545-1563) se celebró para contrarrestar el avance del protestantismo y consolidar el culto católico en los países donde aún prevalecía, sentando las bases del dogma católico.

La Contrarreforma tuvo como efecto la consolidación de la figura papal, cuyo poder acrecentó, traduciéndose en un ambicioso programa de ampliación y renovación urbanística de Roma, especialmente de sus iglesias, con especial énfasis en la basílica de San Pedro y sus aledaños.

La Iglesia fue el mayor comitente artístico de la época, y utilizó el arte como propaganda religiosa, al ser un medio de carácter popular fácilmente accesible e inteligible.

El arte fue un vehículo de expresión ad maiorem Dei et Ecclesiae gloriam, (también conocida por su abreviatura A. M. D. G., es la divisa de la Compañía de Jesús, una orden religiosa católica).

En latín significa literalmente: para la mayor gloria de Dios y se le atribuye al fundador de la orden, San Ignacio de Loyola, por el uso que hace de dicha expresión en su escritos.

Papas como Sixto V, Clemente VIII, Paulo V, Gregorio XV, Urbano VIII, Inocencio X y Alejandro VII se convirtieron en grandes mecenas y propiciaron grandes mejoras y construcciones en la ciudad eterna, ya calificada entonces como Roma triumphans, caput mundi («Roma triunfante, cabeza del mundo»).

A esa Roma con anhelos más que celestiales el joven Caravaggio asistiría al despliegue de las aspiraciones religiosas, políticas y culturales.

El arte que se respiraba guardaba el frescor de la manera o manierismo del 'divino' Miguel Angel, pero el lombardo Caravaggio todavía un anónimo talento proveniente del norte de Italia, traería consigo otras ideas.

Michelangelo Merisi da Caravaggio iba a instaurar en el arte algo diferente, un naturalismo junto con una halo de luz proveniente de la oscuridad que imbuiría de dramatismo al motivo retratado.

Fue un artista que se adelantó a su tiempo, que encarnó como pocos la vehemencia, el apasionamiento, y el espíritu revolucionario.

Se lo jugaba todo a cada paso que daba, por eso viviría rápido y moriría joven como un rockstar del siglo XX.

Caravaggio insinuó un mundo en el que las acciones cotidianas estaban envueltas por una realidad bíblica.

Los modelos tomados para esas representaciones religiosas serían extraídos del bajo mundo, prostitutas y mal vivientes, pero también personas comunes y reales que no se acercaban a la belleza idealizada de la pintura del momento.

Es por eso que por aquel entonces reuniría adeptos a su estilo, sobre todo jóvenes artistas con ansias de originalidad y triunfo que comenzaron a emularlo; pero por otro lado también atraería a lo largo del camino, por celos y por su carácter difícil y explosivo, a grandes enemigos.

Eso sería el principio del fin.

La Vocación de San Mateo es una pintura al óleo sobre lienzo que forma parte del ciclo de la Vida de San Mateo que le fue encargada a Caravaggio en 1599 para decorar la Capilla Contarelli en la iglesia romana de San Luis de los Franceses, y en donde todavía permanece.

Unos años atrás a su realización el cardenal Matteo Contarelli había dejado instrucciones especificas y una suma de dinero para solventar la decoración de una capilla basada en temas de su santo patrón.

La decoración de la cúpula había empezado con frescos del artista manierista de la época, uno de los más populares por entonces en Roma, Cavaliere d’ Arpino, anterior patrón de Caravaggio.

Cesari d’Arpino era un pintor de carácter exaltado al igual que Caravaggio y unos pocos años mayor, en cuyo estudio grande y animado se acogían a jóvenes y viejos en debates sobre estética de la competencia, sobre artistas tradicionales idealizados y nuevas formas de naturalismo.

Es posible que Caravaggio haya participado de esos debates.

Los pintores lombardos estaban encasillados como pintores simples y fuera de moda, y por lo tanto Caravaggio estuvo dispuesto a defender su destreza.

Empeñado Cesari d'Arpino con el mecenazgo papal y real, el cardenal Francesco Del Monte, nuevo patrón de Caravaggio y prefecto de la Fábrica de San Pedro (un ente creado expresamente para la gestión del conjunto de las obras necesarias para la realización arquitectónica y artística de la Basílica de San Pedro en el Vaticano) intervino para que Caravaggio consiguiera su primer gran encargo eclesiástico.

En el Evangelio de Lucas se le llama Leví, en el de Marcos, se le da el nombre de Mateo en la lista de los apóstoles, pero es llamado Leví cuando se relata la historia de su vocación.

Según los tres sinópticos, (la denominación evangelios sinópticos se utiliza para hacer referencia a tres de los cuatro evangelios canónicos, los de Mateo, Marcos y Lucas), Mateo lo dejó todo al ser llamado por Jesús.

Aproximación a la obra:

“Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:8)

La historia que se narra en el Evangelio del santo (Mateo 9:9) cuenta que Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme», y Mateo se levantó y lo siguió.

En la representación de Caravaggio vemos a Mateo Levi que luego se convertiría en el Evangelista, -uno de los doce apóstoles elegidos por Jesús de Nazaret- junto con cinco jugadores vestidos como contemporáneos del pintor (siglo XVII) y sentados en torno a la mesa de cambios de tamaño casi natural.

A la derecha de la composición aparece la figura de San Pedro que oculta casi por completo el cuerpo de Cristo, dejando ver solo la cara y la mano derecha del mismo.

Esta obra presentó para la época la más moderna disposición de personajes, porque refleja ser casi una escena de cine, en donde los actores fueron puestos en pose por parte del director.

Y donde todos se vuelven asombrados hacia la figura de Jesús que irrumpe en la escena, excepto por uno que prosigue abstraído contando el dinero.

Un halo de luz cinematográfico, característico del artista, surge de la derecha como un reflector que ilumina los rostros.

Está tan genialmente lograda la composición que las manos que interactuan entre si nos hacen casi oír la palabras esbozadas entre ellos.

Es una exquisita obra con sonoridad, en esta escena pareciera escucharse la voz de Cristo que dice: “¡Tu!”, el dedo dubitativo de Pedro hacia Matteo señalando: “¿El?” y Mateo asombrado dirigiendo el índice a su pecho se pregunta: “¿Yo?”.

Por la ventana a lo alto y en diagonal a la cabeza de Cristo, entra una luz generadora de una atmósfera de espacio atemporal que aúna.

La utilización de la misma santifica la imagen de Jesús en contraposición a la de los mortales.

Toda la gracia, de La Vocación de Mateo se encuentra en el rayo de luz física, que aparta las tinieblas y abre las puertas a Jesús, quien señala al elegido con el gesto de su mano.

Gracia que continua en los pies descalzos de Pedro y de Cristo que pisan el suelo santificando.

Caravaggio por medio de la ilusión de su pintura nos permitió a los espectadores, ser testigos y a su vez irrumpir en la escena de este relato bíblico.

Caravaggio:

"Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses". Friedrich Nietzche.

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Autorretrato, 1597. Oleo sobre lienzo montado en madera, 60 cm × 55 cm, Galería Uffizi, Florencia.

“Era un hombre grande y joven, de unos veinte o veinticinco años, con una fina barba oscura, de ojos negros y cejas espesas; vestía desaliñado, con unas raídas calzas negras, y sobre la frente le caía una masa de cabellos negros”.

Con estas palabras describió Luca, un barbero, a Caravaggio; este es el primer indicio de la época que Caravaggio pasó en Roma, y es parte del testimonio de Luca ante el notario del Tribunal del Gobernador de Roma el 11 de Julio de 1597, para una acusación de delito que luego se retiró.

Una serie de hechos desafortunados…

Estos son los mismos: el 28 de agosto de 1603, el pintor Giovanni Baglione lo denunció por haberlo difamado con poesías soeces; el 24 de abril de 1604, un camarero lo acusó de haberle arrojado a la cara un plato de alcauciles (alimento exótico para la época); de octubre a noviembre de 1604, dos veces en la cárcel por injurias a dos esbirros; el 28 de Mayo de 1605, arrestado por portar armas; el 29 de julio de 1605, agresión y lesiones al notario Mariano Pasqualone; en septiembre de 1605, fue querellado por Prudenza Bruna por apedrear su ventana; el 24 de Octubre de 1605 fue hospitalizado por una herida de espada; el 28 de mayo de 1606, riña por una apuesta de juego y homicidio de Ranuccio Tomasssoni da Terni.

Este último suceso fue el ocaso de su vida, a partir de allí se convertiría en una artista oscuro y atormentado, hasta el resto de sus días.

Pero regresemos a su más temprana edad, a su nacimiento, antes de convertirse en un fugitivo.

Nació el 29 de Septiembre de 1571, día de San Miguel de Arcángel, su santo patrono.

Fue bautizado en la parroquia de Santa Maria della Passerella, en el viejo Milán.

Su padre era Fermo, magister de la casa del marqués Francesco Sforza da Caravaggio, y su madre, Lucia Aratori, segunda esposa de Fermo.

Su familia no era pobre ni iletrada; las funciones de su padre, Fermo Merisi estaban entre las de superintendente y arquitecto de las casas del marqués, incluido el palacio de la localidad de Caravaggio.

En 1577 la peste asoló Milán y su familia se trasladaría a Caravaggio donde poseía tierras y una propiedad. Pero el padre moriría quedando la joven madre de veintisiete años viuda y a cargo de sus tres hijos.

Su cuñado prelado de aquel burgo la ayudaría.

En el año 1592 Caravaggio arriba a Roma, sin dinero, donde va a permanecer hasta finales de 1599, fecha del contrato para las telas de San Luigi dei Francesi, aunque no queda documentación para determinar su vida y actividad.

El pintor y biógrafo Giovanni Baglione conocido por ser un artista con aversión hacia Caravaggio, aunque luego lo emularía; cuenta que el lombardo trabajó con un tal Lorenzo Siciliano, para quien tenía que producir tres cabezas al día; y después con Antiveduto della Grammatica también especializado en cabezas, para quien Caravaggio pintó medias figuras un poco descuidadas.

Se alojó en la casa de monseñor Pandolfo Pucci, y más tarde en la de monseñor Fantin Petrignani, hasta que en el año 1593 entró de ayudante en el taller del pintor que gozaba de buena fama Il Cavalier d’Arpino.

Se haría amigo del principal ayudante de Cesari d’Arpino, su hermano Bernardino, un artista de segunda, era conocido como dibujante y se dice que igualaba al artista Giuseppe Arcimboldo en este campo.

En esa época va a conocer a Prospero Orsi, su mejor amigo durante varios años y sobre todo durante esta primera etapa en Roma.

Caravaggio pasó ocho meses en el estudio de Cesari D’Arpino, algunos autores sugirieron algún tipo de celos y rivalidad, pero lo cierto es que Caravaggio siguió admirando a G. Cesari, sin ningún tipo de interés.

Se cree que Caravaggio habría incurrido en algún tipo de delito junto con los otros dos hermanos de G. Cesari, según el testimonio de un tal Mancini.

Por lo que Giuseppe Cesari tenía miedo y se mostraba reticente a que alguien viera a Caravaggio trabajando en su cuadro, Muerte de San José.

Pero es imposible saber que tipo de delito cometieron.

Sin embargo su relación acabaría por romperse cuando Caravaggio cayó muy enfermo y tuvo que ingresar en el hospital Santa Maria della Conzolazione ( ese hospital acogía a personas con fiebre y víctimas de reyertas callejeras) a causa de la coz que le había dado un caballo.

Pero han quedado cuadros que sin duda se han pintado en el estudio de Cesari, o justo después, y que forman parte de la existencia de 1607.

Entre los que se cuentan Joven Baco enfermo, y Muchacho con Canasto de Fruta, en los que aparecen naturalezas muertas especiales.

El Joven Baco enfermo es un autorretrato que muestra por primera vez al joven Caravaggio de ojos profundamente hundidos, melancólicos y sombríos que se convertirían en el sello especial de su arte oscuro.

En esta obra se aprecia la melancolía del lombardo, el esbozo sutil y triste de su sonrisa, es posible que sufría de la enfermedad que lo llevó al hospital.

Medio desnudo se presenta al mundo artístico romano con sus habilidades lombardas como retratista y pintor de bodegones.

Sobre una simple mesa gris se apoya una pequeña naturaleza muerta compuesta por un racimo de uvas negras de piel brillante de manera realista y dos melocotones junto con unas hojas amarillentas; un especie de “vanitas” («vanidad de vanidades, todo es vanidad»), donde nos quiere señalar el deterioro y fragilidad de las cosas ante el paso del tiempo.

Un gran gesto naturalista de profundidad artística ante la grandilocuencia del arte vigente en ese período en Roma.

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Baco enfermo, Caravaggio, 1593-1594, pintura al óleo, 66 cm × 53 cm. Galería Borghese, Roma, Italia.

En 1595, el salto cualitativo por ser acogido por el poderoso cardenal Francisco Maria Borbón del Monte, embajador del gran duque de Toscana, responsable del acercamiento a Francia del poder papal.

En la casa del cardenal, “habiendo pan y provisiones…tomó ánimo y crédito” y comenzó la serie de sus obras maestras, para sus mecenas y para los nobles del entorno.

Su fama creció y generó frutos en el importante encargo de la Capilla Contarelli en San Luigi dei Francesi, en donde Caravaggio ilustró en grandes lienzos La Vocación de San Mateo.

Pero lamentablemente su satisfacción duró poco cuando rechazaron la obra de San Mateo y el ángel ( la obra fue destruida en el bombardeo de Berlín, solo queda una foto) y tuvo que realizar una segunda versión, más adecuada a los principios del decoro.

El santo debía ser representado en el acto de escribir el Evangelio, con el ángel inspirador de la palabra de Dios a su lado.

Caravaggio joven e impulsivo y fiel a su estilo lo representó de manera realista sin idealizar, había imaginado una escena profundamente humana y terrenal. Con un viejo pobre y trabajador de pies desnudos (típico del artista) y sucios de polvo, con la frente fruncida y la mano del ángel ayudándolo a escribir.

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Versión destruida durante la Segunda Guerra Mundial.

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San Mateo y el Angel, segunda versión,1602, Caravaggio, pintura al óleo,195 cm × 295 cm. Iglesia de San Luis de los Franceses, Roma, Italia.

Luego vendría la decoración de la capilla Cerasi en Santa Maria del Popolo con los maravillosos lienzos de La Conversión de San Pablo y La Crucifixión de San Pedro; también la primera versión de San Pablo fue rechazada, ( se encuentra en la colección Odescalchi) por lo cual tuvo que pintar una nueva.

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La conversión de san Pablo, de Caravaggio. 1600/01, Oleo sobre tela, 230 x 175 cm. Santa Maria del Popolo, Roma.

A partir de ese momento desafortunadamente comenzaría la etapa de violencia, extravagancias y momentos trágicos que contribuirían en su destino maldito.

Luego del asesinato a Ranuccio Tomassoni da Terni, para escapar de la pena capital, Caravaggio se refugió en los feudos de Colonna en Zagarolo y Paliano, y después en Nápoles; en ese momento la ciudad era la capital de la dominación Española, rica en actividad artística.

En esa época pintó algunas de sus obras maestras como la La Virgen del Rosario, La Cena de Emaus, y Siete obras de la Misericordia.

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Caravaggio,1607, Oleo sobre lienzo 364.5 cm × 249.5 cm., Kunsthistorisches Museum, Vienna.

Por una nueva reyerta huiría a Malta, donde permaneció con los Caballeros de la orden de 1607 a 1608.

Pintó la obra maestra La Degollación de San Juan Bautista, su firma se lee en la sangre que mana del tronco del santo.

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La Degollación de San Juan Bautista, Caravaggio, 1608, Óleo sobre lienzo, 361 cm × 520 cm, Concatedral de San Juan, La Valeta, Malta.

Cuando su secreto se descubrió volvería a escapar a Sicilia: Siracusa, Mesina, Palermo.

En todos lados dejaba obras que poseían el dolor que llevaba por dentro.

En 1609 de vuelta otra vez en Nápoles, donde aguardaría con cierta esperanza que el tribunal papal lo indulte y acepte la petición de perdón apoyada por sus protectores romanos, Del Monte, los Colonna, el cardenal Scipione Borghese; a este último le envió la obra de el David con la cabeza de Goliat, en la cabeza del gigante se retrató a si mismo, con una marca de herida en la frente que le había causado algún agresor.

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David con la cabeza de Goliat, 1609-161, Caravaggio. Óleo sobre lienzo 125 cm × 101 cm. Galería Borghese, Roma.

La gracia había llegado, Caravaggio emprendió su regreso por mar, en Julio de 1610.

Pero el destino le iba a jugar nuevamente una mala pasada, en Porto Ercole fue obligado a desembarcar para una comprobación, y el barco partió sin él.

Vagó por la playa desierta hasta que murió sin cuidados y cerca de allí fue sepultado.

Era el 18 de Julio de 1610.

Su influencia fue enorme en el nuevo estilo barroco que emergió del manierismo y se puede apreciar en las obras de grandes maestros como Rubens, Ribera, Rembrandt y Diego Velázquez.

Innumerables artistas de la siguiente generación, manifestaron su profundo influjo, fueron conocidos como «caravaggistas» o «tenebristas».

Tuvo que pasar algunos siglos para que nuevamente resurgiera el interés por Michelangelo Merisi da Caravaggio, y su importancia en el desarrollo del arte occidental.

Un crítico, André Berne-Joffroy, historiador del arte, lo rescató.

Afirmando que lo que comenzó con la obra de Caravaggio fue, simplemente, la pintura moderna.

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