"La Venus del Espejo" de Diego Velázquez
Velázquez poseía un virtuosismo en el toque de su pincel que podía penetrar en la personalidad del retratado. Su pintura posee "por pincelada y por color, el aire".
Por Gisela Asmundo.
Licenciada en Historia del Arte
Esta pintura a lo largo del tiempo ha sido objeto de muchos estudios para lograr entender el significado de su composición.
Aproximación a la obra:
“…Y que Venus fue nácar y jazmín transparente…” R. Alberti
Cuando miramos esta figura femenina lo que capta la atención en primera instancia es la sinuosidad de la curva de su cadera y la belleza de sus nalgas. Las pinceladas imperceptibles de un rosa y blanco nacarado denotan la frescura y tensión de la carne.
Pareciera ser un estudio sobre la linea curva, linea que continua a lo largo de su columna y culmina en la inclinación de la cabeza sostenida por su brazo.
Sus cabellos están delicadamente recogidos y su rostro borroso se refleja en un espejo.
Todo nos lleva a pensar que estamos ante un bello cuerpo desnudo de identidad anónima, pero en realidad no es así. Velázquez supo como dirigir nuestra atención al guiarnos en el recorrido de la composición, y redireccionar nuestra vista en el siguiente detalle. A la izquierda del cuadro aparece un pequeño niño alado, que resalta por el colorido impactante del rosa carmesí del cortinado y nacarado de la seda.
Justamente ha utilizado esos recursos estilísticos para compensar el equilibrio formal de la composición.
El niño alado, es Cupido, el dios del amor hijo de la diosa griega Afrodita, conocida como Venus para los romanos.
Venus nos da la espalda, y nos observa por el espejo.
Su rostro borroso podría ser un indicio de que en realidad no esta interesada en su propio menester, ni en su propio arreglo. Además no aparece ningún atributo representado que nos sugiera que estamos ante la diosa de la belleza y el amor.
La rosa, el mirto, el atavío de joyas son algunos de los atributos que otros artistas habían incorporado a las representaciones de Afrodita, pero que en esta obra no aparecen.
El lugar donde se encuentra tampoco da muestras de los aposentos de la diosa del Olimpo, ella está de espaldas recostada sobre un lecho en un espacio indefinido. Ni siquiera Cupido sostiene sus propios atributos el carcaj y la flecha. Solo porta un lazo azul entrecruzado en su hombro y sujeta con sus manos una cinta rosada que cae sobre el espejo inclinado.
En el cristal del espejo, se refleja en forma indefinida, abocetada, el rostro de Venus, perdiéndose la parte baja entre las telas del lecho.
Y es justamente la inclinación del mismo lo que nos insinúa que no se está mirando a si misma, sino que está observando a quien la mira. Es en el espejo donde contemplamos, sobre una bruma indefinible de formas vagas, el esbozo de un rostro que ni siquiera podemos calificar de bello.
Dentro del ámbito grecorromano se observa que el espejo es el atributo más frecuente de Afrodita, desde la representaciones griegas tempranas del Juicio de Paris. Hacia finales del siglo VI y principios del V a.C la pintura de vasos reproduce con frecuencia el espejo, pero raramente la imagen especular. Empieza a ser mas frecuente en la época Helenística a partir del siglo IV a.C.
J. Gallego ha resaltado que el repertorio de Velazquez para reproducir la verdad y el ilusionismo provenía de la pintura griega, "que todos reputaban aunque nadie la conociera". Por otro lado J. Portús ha sostenido que el interés de Velázquez por la mitología y la antigüedad se deben a su formación sevillana y a su deseo de insertarse en la gran tradición artística de todos los tiempos.
La inspiración de la pose de espaldas también podría aludir a la Venus Calipigia, Aphrodite Kallipygos, "Afrodita de Bellas Nalgas” es una estatua femenina semidesnuda de época helenística en que la diosa se levanta el peplo hasta la cintura, mientras mira hacia atrás, con el fin de que se le vean las nalgas.
El término "calipigio" es una voz griega, se forma por kallos ‘bello’ y pyge ‘nalgas’, las mismas se muestran de tal forma que atraen el interés del espectador.
Venus Calipigia (copia de un original helenístico del siglo III a.C.). Creación Siglos II-I a.C., mármol blanco, Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Tanto Paolo Veronese como Rubens retrataron a Venus vista desde atrás, acompañada de un cupido que sostiene el espejo, pero en los dos cuadros la diosa no está recostada en un diván, sino que se ha sentado en almohadones.
El tema de la Venus que se mira o parece mirarse en una superficie reflectante no era algo novedoso para la época. Tiziano y Rubens, ambos muy vinculados a la corte española, lo habían tratado en repetidas ocasiones. No obstante, el desnudo recostado y visto de espaldas de Velázquez difiere de sus composiciones prácticamente en todos los aspectos. Y es también el color de sus cabellos lo que la hace diferente a las otras representaciones de Venus, la de Velázquez es morena, siendo la primera vez en ser retratada así.
Venus del espejo, 1555, Tiziano, Oleo sobre lienzo 124 x 104 cm.
Sus antecedentes en la pintura renacentista veneciana, la Venus dormida de Giorgione y el desnudo recostado de Jacopo Palma ambos yacen también sobre paños análogamente lujosos, pero en medio de un paisaje. En grabados de Giulio Campagnola y Agostino Veneziano las mujeres están vistas de espaldas, por primera vez como estudios de desnudo enmarcados por amplios fondos de paisaje. Pero incluso en la Venus de Urbino de Tiziano, el paisaje se reduce a un detalle limitado por el parapeto y la cortina, tiene precedencia la intimidad de la alcoba.
A partir de 1500, «las imágenes especulares aparecen en gran número en el norte de Italia, sobre todo en el Véneto; las encontramos en obras de Bellini, Tiziano, el Parmigianino, Savoldo, Tintoretto y Lotto. (Andreas Prater, 2002, p.29).
¿Por qué Velázquez sintetizó los aspectos esclarecedores que aluden a la diosa Venus?
La representación naturalista puede guardar un parangón con la obra de Caravaggio, en donde las figuras de sus santos no parecen estar inspiradas en imágenes celestiales sino en personas reales.
Pero por otro lado, desde mi punto de vista, que la figura nos de la espalda marca un espacio de distancia con el observador. Resguarda en cierta medida su propia intimidad y señala un posicionamiento para el espectador, el de contemplar pero de manera alejada, no se ofrece. En cierta medida el esbozo de sus facciones sugieren cierta mofa.
Su aspecto aurático se denota en el espacio intimo e irrepetible de su aposento, "un espacio de culto". Aura: “la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar). Existe una tensión en la aplicación del termino “aura" que se manifiesta entre su origen religioso o vagamente espiritualista del termino, y la pretensión del filósofo Walter Benjamin de haberlo utilizado en favor del materialismo histórico. Cuando me refiero al espacio aurático de la diosa Venus me refiero al lugar sagrado, privado, que lo señala la presencia del dios Cupido y Venus desnuda.
Bertolt Brecht anotó en su diario, la siguiente aclaración sobre el concepto aurático:
[Benjamin] parte de algo que llama aura y que se relaciona con el sueño (con soñar despierto). Dice: cuando sentimos que se nos dirige una mirada, aunque sea a nuestras espaldas, la devolvemos. La expectación de que lo que miramos nos mire a nosotros procura el aura. Ésta se encuentra últimamente en desmoronamiento […] Todo esto es mística en una actitud enemiga de la mística. De forma semejante se adapta la concepción materialista de la historia. Resulta bastante atroz. (Juan Antonio Ramirez,2009, p. 165)
Habría que resaltar que Walter Benjamin vinculó el concepto del aura con el misterio y con la idea del alejamiento, como han sido los espacios sagrados y la imaginería religiosa. Por eso mi intento de extrapolar este pensamiento del filósofo alemán con la manera en que Diego Velazquez compuso pictóricamente un lugar indefinido como aposento intimo de Venus. El espectador puede observar pero no se le permite “entrar" dentro de la obra. De ahí parte mi idea de espacio sagrado que resalta la condición divina de la diosa, sin demasía de los atributos obvios que la identifiquen.
Esta obra pintada en el Siglo de Oro español sigue siendo un misterio, porque en la época de la Inquisición española los desnudos estaban prohibidos.
Durante la Guerra de la Independencia Española, la pintura fue extraída de las colecciones españolas y llevada a Inglaterra en 1813. Fue adquirida (por quinientas libras, y por consejo de su amigo Thomas Lawrence) por John Morritt, quien la colgó en su casa de Rokeby Park, Yorkshire, de ahí deriva su denominación como “The Rokeby Venus”. Luego fue vendida a Agnew and Son.
El Fondo de las Colecciones de Arte Nacionales, adquirió la obra en 1906 por 45 000 libras, para la National Gallery, siendo su primera adquisición triunfal.
El rey Eduardo VII fue un gran admirador de la obra y anónimamente proporcionó 8 000 libras al fondo para su compra, convirtiéndose en Patrón del Fondo en adelante.
Velázquez:
“Serena y severa, sin hechos improvistos…Ninguna otra vida de artista se presta menos a ser novelada…Casi parece que no tuvo vida íntima…” A. Perez Sanchez
Diego Rodriguez de Silva y Velázquez nació el 6 de Junio de 1599 en Sevilla, España. Su madre de la cual tomó su apellido artístico era sevillana; su padre era probablemente de origen judío portugués.
Se lo ha considerado “Pintor del rey” pero de uno solo en toda su vida, de Felipe IV.
Su existencia la conocemos más que nada a través de sus obras y de su carrera de cortesano. Nos ha llegado noticias sobre algunos de sus encargos, o sobre los viajes emprendidos por envío del rey, en la búsqueda de obras para las colecciones reales.
Lo que si nos queda claro es que en la historia del arte Velázquez representa la grandeza absoluta.
Desde el naturalismo de sus comienzos en Sevilla, continuando por los retratos que realizó y su única manera de ahondar en lo más profundo de las personalidades de los sujetos, lo sitúan en la cúspide de los artistas.
Poseía una genialidad en la ejecución de los espacios creados dentro del lienzo como lo demuestra su obra maestra “Las Meninas” en donde convergió toda su destreza y conocimiento acumulados a través de los años de estudio y ejecución de sus pinturas. Esta obra la definió Luca Giordano como “teología de la pintura”, por la complejidad del entendimiento sobre la misma. No fue casual que Picasso le dedicara a "Las Meninas” mucho tiempo de estudio y la realización de bocetos, dibujos, grabados y pintura, en donde su obsesión se centró en el estudio del oficio de artista.
Las principales fuentes sobre su vida son El tratado de Francisco Pacheco, quien fuera su maestro, en Arte de la pintura, publicado en Sevilla en 1649, y el Parnaso español pintoresco laureado de A. Palomino de 1724.
No se sabe nada sobre su precoz aprendizaje que duró muy poco, solo el testimonio de un contrato de 1610 que lo sitúan en el taller de Francisco Pacheco. Un pintor de mayor fama que su anterior maestro Herrera y muy bien posicionado en los ambientes artísticos y sociales de Sevilla. Pacheco era un hombre culto, que conocía sobre teología y literatura clásica. Además socializaba con las ideas de avanzada de los círculos aristócratas e intelectuales. Fue este mismo hombre quien supo orientar y aconsejar al joven Velázquez.
El aguatero de Sevilla, 1620, Velazquez, Oleo sobre tela, 106 X 82 cm, Londres, Wellington Museum.
En su taller Velázquez aprendió las nuevas ideas que provenían de Nápoles, Italia, infundadas por el naturalismo que impartió Caravaggio. Se puede ver la influencia del maestro italiano en sus primeras obras costumbristas de bodegones y representaciones sacras.
La obra que le permitiría abrir su propio taller luego de ser examinada por el gremio de pintores fue "El aguatero de Sevilla” de 1620. En España en los siglos anteriores el aguatero era alguien muy popular, en especial en el sur. En esta obra ya se puede ver la manera que tenia Velázquez en captar los tipos de personas y ahondar en sus espíritus.
En 1618 Velázquez contrajo matrimonio con al hija de su maestro Pacheco y por consejo de este mismo se trasladará a probar suerte a Madrid. Aunque Sevilla fuera una ciudad rica y próspera los principales comitentes provenían de la iglesia.
Arribado a Madrid Velázquez conoció al gran poeta Góngora del cual realizó un retrato, por esa época tomó conocimiento de las grandes pinturas flamencas e italianas que pertenecían a las colecciones reales. A partir de ahí su paleta naturalista se aclaró, e incorporó las sutiles vibraciones de la luz característica de los maestros italianos. Fue apareciendo ese maravilloso gris plateado propio en su edad madura. Una muestra de ello es el fantástico retrato que le realizó en 1659 a la Infanta Margarita, el gris plateado y azul de su espléndido vestido que cubre todo el espacio, es una maravilla pictórica.
En 1623 sucede algo significativo en su carrera, el conde- duque de Olivares lo hace llamar para pintar el retrato del rey.
Aquí se inicia el cursus honorum de Velazquez , 1623 pintor de cámara, 1623 ujier de cámara; 1634 ayudante de vestuario; 1643: superintendente de tareas reales; 1646, ayuda de cámara; 1652 aposentador mayor de palacio. Su carrera va a culminar con la concesión de caballero de la orden de Santiago en 1658 por expresa voluntad del rey. A pesar de tener la oposición de la aristocracia, cuya orden les estaba reservada exclusivamente. (ed. Orbis, 1994, p.3).
Va a realizar dos viajes en su vida a Italia por orden de la corona; uno en 1629 visitando Venecia, Ferrara, Bolonia y Roma, en esta última permaneció un año. Luego se trasladó a Nápoles donde conoció a Ribera, el pintor más famoso del virreinato.
En 1631 regresa a Madrid y realiza el retrato del heredero Baltazar Carlos y por esa época su obra maestra, La rendición de Breda, en esa obra se puede ver todo lo aprendido en Italia, sobre todo en el equilibrio de la composición y en la manera del tratamiento del paisaje. En donde la luz y los colores del mismo son típicos de los artistas italianos. Esta obra además es como una oda a la ética, Velazquez pintó a los perdedores de la batalla con una dignidad y humanidad que caracterizaron a su propia persona.
La Rendición de Breda, 1634-1635, Velázquez, oleo sobre tela 307 x 367 cm., Madrid, Museo del Prado.
En 1649 realizó su segundo viaje a Italia, Roma, donde profundizó su investigación y compró obras para la colecciones reales.
Va a pintar el famoso retrato del papa Inocencio X, obra a la cual el artista inglés Bacon le dedicó numerosos estudios.
Inocencio X, 1650, Velázquez, Oleo sobre lienzo 140 X 120 cm. Galería Doria Pamphili, Roma.
Cuando pintó Las Meninas en 1656, solo le quedaban cuatro años de vida.
La Infanta Margarita, 1659, Velázquez, Oleo sobre tela, 127 x 107 cm.,Viena, Kunsthistorisches Museum.
En 1660 luego de haber organizado la fastuosa ceremonia para firmar la paz de los Pirineos , entre España y Francia fallecía el gran Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, aquejado por una corta enfermedad.
Velázquez demasiado genial por haber sido humano…
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