En el año 1963, en una fiesta de un vecino, un adolescente de 18 años que tocaba la batería en un grupo de barrio se emocionó con el amor por la música que denotaba un flaquito de 13, que con su boca era capaz de imitar todos los instrumentos y sanatear en inglés “La ví parada ahí” (“I Saw Her Standing There”), el tema 1 del lado A del primer longplay de The Beatles, que acababa de aparecer.

El flaquito de 13, que estaba allí porque los dueños de casa eran familiares lejanos suyos, abrió los ojos muy grandes cuando ese muchacho de 18 al que miraba casi como un adulto le explicó que era baterista, que integraba un conjunto de rock, y que lo invitaba a asistir a un ensayo, si su agenda de actividades como estudiante del Colegio San Román se lo permitía.

Ese gesto de ternura e intuición de Rodolfo García, el adolescente de 18 años que tocaba batería pero también había estudiado acordeón a piano, le reveló al de 13, Luis Alberto Spinetta, que en su propio barrio había otros pibes que soñaban con ser músicos y fue el estímulo que lo condujo a empezar a estudiar guitarra con un amigo de su padre, Dionisio Visoná, con una criolla prestada por el vecino José “Machín” Gomezza.

Pero Rodolfo, que sufrió el miércoles de la semana pasada un ACV que le originó la muerte cerebral, y falleció este martes por la madrugada, es para la historia de la música argentina mucho más que el mentor que orientó los primeros pasos de Spinetta: resultó el alma y el corazón de todos los grupos musicales y humanos que formó a lo largo de una vida completa abocada a la creación, la militancia gremial y a la gestión, que consideraba aliadas naturales.

Integró bandas, como Almendra y Aquelarre, que miden alto en la historia del rock en lengua castellana, tocó también en Tantor, La Barraca y Jaguar, acompañó desde la batería a grandes figuras de la escena nacional, entre ellas Litto Nebbia, Víctor Heredia, Peteco Carabajal, Pedro y Pablo y Alejandro del Prado, pero ante todo descolló por su calidez y una entrega total a aquel ideal de construir un mundo mejor a través del arte que motorizó su adolescencia.

Luego de aquel encuentro, pasada ya la mitad de los sesenta, mientras Spinetta y los integrantes de la banda que formó en el privado San Román bajo el nombre de Los Sbirros hacían sus pininos iniciales, además de haber estudiado batería con el percusionista estable de la Orquesta del Teatro Colón, Alberto Alcalá, Rodolfo tocaba en Los Larkings, luego de haber terminado el secundario en un colegio público industrial, y trabajaba en un taller mecánico, cuyo uniforme portaba con orgullo.

La fusión de ambos grupos, que nunca llegaron a grabar, después de varias peripecias barriales en la zona de Belgrano y Núñez, la depuración de los integrantes, y el lento camino desde los temas en inglés del principio al lenguaje propio derivaron en la formación de Almendra, con Spinetta-García, Edelmiro Molinari y Rodolfo del Guercio, un grupo seminal que se separó tras apenas tres años de actividad.

La dolorosa despedida de Rodolfo García, uno de los músicos más queridos de la historia argentina

El ACV que le ocasionó la muerte cerebral cayó como una pileta de agua fría sobre la nuca de la escena de la música argentina, en que pocas personalidades han sido tan apreciadas, respetadas y queridas como García, que ha sido todo lo contrario a un artista con veleidades, ya que se consideraba un afortunado trabajador de la cultura, a la que aportó, además, su conocimiento de todos los terrenos de la labor, sobre los escenarios y detrás de ellos.

Es famosa la anécdota por la cual Almendra retrasó su salida al ruedo a la espera de que Rodolfo cumpliera con las obligaciones del servicio militar, que soporto leyendo obras del filósofo hindú Jiddu Krishnamurti, en hechos que marcaron una lealtad que duró para siempre, si se tiene en cuenta que cuando murió en 2012, casi medio siglo después de aquel primer encuentro, Spinetta tocaba con él, en el grupo Los Amigo, que completaba Dani Ferrón.

García, que se trasladaba por la ciudad en subte o colectivo, llegó a ser Director Nacional de Música durante la segunda gestión presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, luego de una larga carrera en la gestión que incluyó la programación artística del Encuentro Cultural Nuestros Hijos, que funciona en la ex ESMA, y un largo período en que fue la figura clave de la Dirección de Música de la Secretaria de Cultura del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Pero hizo muchísimas cosas más, que no caben en ningún recordatorio: participó en centenares de actividades solidarias, militó en un momento pesado de la vida política nacional en el Sindicato Argentino de Músicos (Sadem), programó un ciclo de conciertos en La Perla del Once, fue en una parte de los años ochenta el director ejecutivo de la revista El Expreso Imaginario, empujó la carrera de centenares de músicos independientes, propulsó la escena de la música celta de raíz ibérica en Buenos Aires.

“Cuando Lalo de los Santos estaba mal y necesitaba guita para su tratamiento, organizamos un show en el teatro La Comedia, donde íbamos a tocar Abonizio, Fandermole, Baglietto, yo y varios más”, contó esta semana su colega Rubén Goldìn. “Rodolfo García, que estaba en Buenos Aires, vio la noticia en un diario, se fue hasta Retiro y se tomó un micro a Rosario para colaborar y estar presente. Tengo miles de recuerdos como éste, siempre con buena onda, sonriendo, honesto, tranquilo como un sabio”.

Esa sabia tranquilidad de García era la pátina con que barnizaba sus entusiasmos. “Escuchame: la historia argentina tiene, ponele, 200 años. El rock, 50. ¿No es asombroso?”, le planteó hace dos años en una entrevista al periodista Mariano Del Mazo. “Me gustan los desafíos, la independencia, cargar yo mismo los equipos”, explicó sobre su labor en el grupo Jaguar. “Ya sé que soy un viejo, pero me siento joven y me gustan las cosas nuevas. No es una pose y no tengo que hacer ningún esfuerzo. No me interesan los caminos lisos”.

Docenas de periodistas e historiadores saben, además, que ha sido un campeón a la hora de la memoria y el archivo, que resultó la fuente de consulta ideal para todos los hechos relacionados con la evolución de la generación de cuya columna vertebral fue parte, pero con una característica llamativa: reducir su propio nivel de importancia, no estar atado a las rutinas del ego de los famosos.

Le gustaba cantar –siempre fueron notable sus apoyos vocales a Spinetta, basta ver un video de las versiones de homenaje al hit “Muchacha ojos de papel”– pero por modestia y reconocimiento del talento ajeno lo hizo poco en las grandes bandas que integró, aunque con un detalle: los dos temas en que se ocupó de la primera voz, "Campos Verdes", de Almendra en 1969 y "Silencio Marginal” de 1973, pueden considerarse inolvidables.

Conmocionado, Enrique Masllorens recordó así el primer encuentro con él: “En el segundo semestre de 1968 con La Joven Guardia ya habíamos grabado nuestro primer simple en la RCA. Nos había producido el empresario de Modart, Ricardo Kleinman, que una noche de primavera nos invitó a que fuéramos a escuchar a una casa particular un grupo que iba a grabar en la misma compañía. Era Almendra, deslumbrante y singular. (…) Recuerdo a cada uno de ellos y a su baterista zurdo que con polenta y sutilezas marcaba el tempo de la banda. Escuché maravillado lo que sería su primer simple “El tema de Pototo”.

“Los años de giras, grabaciones y hasta películas hicieron que nuestros encuentros fueran más fugaces y azarosos”, prosiguió el por entonces bajista Masllorens. “Ya sobre 1973 lo supe peronista. Mis prejuicios de militante me habían hecho suponer que muchos o casi todos los rockeros despreciaban el compromiso político (…) A fines del 1974 algunos debimos desaparecer de nuestras actividades públicas y fue Rodolfo García el que se hizo cargo y se jugó en el SADEM en 1975. Con coraje y generosidad Rodolfo no esquivó su compromiso político y solidario”.

Sus años europeos esquivando las guadañas de la dictadura argentina lo habrán hecho extrañar –entre otras cosas- a su querido River Plate pasión que compartíamos también con Luis Alberto Spinetta”, puntualizó el comunicador y militante, responsable, junto a Roque Narvaja, del hit “El extraño de pelo largo”. “De regreso a nuestro país, Rodolfo siguió siendo el músico que todos querían tener en su banda y el tipo campechano y sencillo que todos seguimos queriendo”.

García, en un momento de retorno de Aquelarre a fines de los noventa, recordó así su actividad antes de marcharse a España con la banda: “No solíamos estar en actos políticos, pero tocábamos seguido para la gremial de abogados, para defensores de presos políticos, e incluso estábamos muy ligados al Sindicato (…) Eran tiempos en que el contacto con lo político no pasaba sólo por ponerse una remera del Che, o ir a un acto de las Madres (…) era una tarea constante. Hoy, en cambio, me parece que las cosas pasan mucho más por posar de comprometido que por comprometerse”

En el libro de Juan Carlos Diez “Martropía. Conversaciones con Spinetta”, el Flaco recuerda que aquel encuentro de 1963 con García en el cumpleaños de un primo segundo suyo, en una fiesta en una vivienda en la Avenida Monroe entre Arribeños y 11 de Setiembre, cambió el rumbo de su vida, ya que le permitió conectar por primera vez con un grupo de rock, después del impacto de Los Beatles en su psiquis.

“Ensayaban ahí, a cinco cuadras de mi casa. Me volví loco”, narró Spinetta, que luego lideraría Almendra usando la casa de sus propios padres como sala de ensayo. “Yo no tenía discos y me iba a la casa de Rodolfo a escuchar música. Desde la vereda ya sabía si estaba porque siempre ponía el equipo fuerte. Sonaba música o lo escuchaba practicar con el acordeón o, eventualmente, si tenía, la batería”.

En esa agradecida evocación, Spinetta agregó: “Creo que Núñez y Belgrano existen porque él vivía ahí, porque el quía era la usina que alimentaba al barrio con la discoteca que tenía. Y encima ya era un baterista impresionante. Me hizo conocer mucha música. Nos matábamos escuchando desde los Double Six de París con Dizzy Gillespie hasta Manitas de Plata, pasando por The Blues Strings, el grupo de Baby López Furst, The Foundations y María de Buenos Aires, de Piazzolla”.

Vale la pena recordar, aunque hoy la pena sea inconmensurable, que cuando el Flaco hizo en 1997 su notable concierto Unplugged para MTV en Estados Unidos, lo invitó a tocar el acordeón a piano en un tema de su etapa en Almendra hasta entonces inédito “La miel en tu ventana”: “Quiero presentar -enfatizó, lleno de emoción- a alguien que es como un padre musical y que siempre me va a guiar, porque es una persona derecha como pocas, a quien amo. Rodolfo García: batero de Almendra”.