La autobiografía del papa Francisco, Spera (Esperanza en castellano), escrito junto a Carlo Musso, será publicada este martes en Italia y más adelante será editada en 80 países. Algunos periódicos italianos publicaron este domingo algunos extractos del texto que cuenta la vida Mario Bergoglio: su infancia, anécdotas, su familia, su formación y más.

“La vida de mi familia ha conocido muchas penurias, sufrimientos, lágrimas, pero incluso en los momentos más duros experimentamos que una sonrisa, una carcajada, podían arrancarnos la energía necesaria para retomar el camino”, dice Francisco en el libro.

Sobre el don alegría y el buen humor, ha recordado que “el Evangelio, que nos exhorta a volver a ser como niños (Mt 18,3), por nuestra propia salvación, también nos recuerda así que recuperemos su capacidad de sonreír, que, según los psicólogos que se han tomado la molestia de contarla, resulta ser más de diez veces superior a la de los adultos”.

La autobiografía del papa Francisco: un naufragio y un homicidio que lo marcaron a fuego

También trae memorias de su familia, de su casa en Argentina: “Desde mi segundo año hasta que cumplí los veintiuno, residí siempre en el número 531 de la calle Membrillar. Una casa de una sola planta, con tres dormitorios, el de mis padres y los dos que compartíamos los hermanos, un baño, una cocina con comedor, un comedor más formal, una terraza. Esa casa y esa calle fueron para mí las raíces de Buenos Aires y de la Argentina toda”.

El naufragio que lo marcó a fuego

Y sobre sus raíces, proveniente una familia de migrantes, evoca: “No sé cuántas veces he oído la historia de aquel barco que llevaba el nombre de la hija del rey Víctor Manuel III (...). La Princesa Mafalda. Esa historia se contaba en familia. La contaban en el barrio. La cantaban en las canciones populares de los emigrantes, de un lado a otro del océano (...). Mis abuelos y su único hijo, Mario, el joven que sería mi padre, habían comprado el pasaje para esa larga travesía, para ese barco que zarpó del puerto de Génova el 11 de octubre de 1927, rumbo a Buenos Aires”.

Lo cierto es que ese barco se hundió y marcó su destino a fuego, pero su padre y su abuelo decidieron no embarcarse ya que no habían logrado ubicar todas sus pertenencias y eso los mantuvo vivos. "No se imaginan la de veces que he agradecido a la Divina Providencia", dice Francisco.

Un hecho traumático de su vida como estudiante

Uno de los episodios más impactantes de su juventud ocurrió cuando estudiaba en la Escuela Técnica Especializada en Industrias Químicas N° 12. Un compañero de clase, descrito como un joven brillante y apasionado por la música clásica, asesinó a un amigo del barrio con el arma de su padre. Este hecho, que conmocionó a la comunidad escolar, llevó al joven a ser recluido en un manicomio penal. Bergoglio lo visitó en aquel lugar, describiendo la experiencia como profundamente perturbadora.

El pontífice recuerda cómo defendió a su amigo frente a comentarios despectivos en la escuela, lo que le valió una reputación de integridad entre sus compañeros. A pesar de los esfuerzos por mantener el contacto, la vida de su amigo terminó trágicamente años después, cuando, tras salir del reformatorio, se quitó la vida a los 24 años. Este evento dejó una huella imborrable en el futuro Papa, quien reflexiona sobre la profundidad del corazón humano y la complejidad de la vida.

Su anécdota con Jorge Luis Borges

“A los 23 años años me convertí en enseñante de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Dicté un curso de escritura y se me ocurrió enviarle a través de su secretaria, que había sido mi profesora de piano, dos trabajos escritos por los muchachos. Parecía más joven que mi edad y por eso los estudiantes me llamaban ‘Carucha’. Borges era ya uno de los más celebrados autores del Novecientos. Se hizo leer los artículos porque era ya prácticamente ciego y le gustaron”.

El Papa cuenta que “lo invité a dar algunas lecciones sobre el tema de los gauchos en la literatura y aceptó. A los 66 años subió a un pullman en Buenos Aires y viajó ocho horas de noche para llegar a Santa Fe. Cuando llegué al hotel donde se alojaba , me preguntó si podía ayudarlo a afeitarse. Era un agnóstico que cada noche recitaba el Padre Nuestro porque se lo había prometido a la madre y murió confortado por religiosos”.

El papa Francisco y su amor por el fútbol

El amor del Papa por el fútbol no es ningún secreto y su pasión por San Lorenzo es vox populi. Por eso, es natural que en su biografía, dedique un buen espacio a los recuerdos relacionados con el mundo del deporte. 

El Papa admite que jugaba mal al fútbol y que la pelota no estaba hecha para él. En tono jocoso, Francisco cuenta que tiene “dos pies izquierdos” y que su falta de habilidad le ha valido el apodo común de los malos jugadores: “pata dura”. Además, dice que solía ser arquero y le gustaba comparar los balones con las oportunidades de la vida: cuando llegan, hay que aprovecharlas.