Las coincidencias de la vida hizo que compartiera el día de su nacimiento con Carlos Gardel, el mayor exponente del tango argentino. Sin embargo, Julio De Caro no se quedó atrás. Nació nueve años más tarde que el "Zorzal criollo" y tuvo una afamada trayectoria como violinista, compositor y director orquesta. A tal punto que el 11 de diciembre se celebra el Día Nacional del Tango en honor a estas dos grandes figuras del género.

Hijo de inmigrantes italianos, De Caro nació en el barrio porteño de Balvanera y desde pequeño se sumergió en el universo artístico, ya que su madre, Matilde Ricciardi Villari, había sido cantante profesional y su padre, José De Caro De Sica, había estudiado música en su país natal y en la Argentina abrió el conservatorio Melani, donde durante adolescencia dio clases de teoría y solfeo.

A pesar de que comenzó su formación tocando el piano, Julio encontró su pasión en el violín. Gracias a sus estudios, comenzó a dar recitales y llegó a la sala Príncipe George´s Hall, de la calle Sarmiento, donde solo podían presentarse músicos. En 1915 fue segundo violín en la orquesta de la compañía de Zarzuela en el entonces teatro Lorea y dos años más tarde, el director Eduardo Arolas le propuso sumarse a la orquesta de Roberto Firpo luego de escucharlo tocar un tango. Al principio, se vio obligado a rechazarlo ante la negativa de su padre -quien no quería que se dedicara a la música popular-, pero meses más tarde accedió a hacer un reemplazo a escondidas.

Sus actuaciones fueron tan buenas, que en solo un par de semanas se ganó la invitación para formar un quinteto junto a Roberto Goyeneche al piano, Rafael Tuegols en violín, Manuel Pizarro y Arolas en bandoneón, con quienes estrenó su primer tango, Mon beguin. Su decisión tuvo consecuencias, ya que su padre lo echó de su casa y su hermano Francisco, que tocaba el piano y tenía los mismos anhelos que Julio, abandonó la vivienda por decisión propia y se instaló en Montevideo Uruguay, donde tiempo más tarde se reencontraría con Julio.

Así, los hermanos comenzaron a construir sus respectivas carreras tocando en cafés, cabarets y produciendo tango. Juntos crearon Mala punta, Mi encanto, Pura labia, Don Antonio, Apalada, Era buena la paisana, Percanta arrepentida, Bizcochito, Gringuita y La cañada. En 1919, luego de tener algunas diferencias con sus compañeros de grupo, Julio regresó a Buenos Aires y formó un cuarteto con José María Rizzuti, Pedro Maffia y José Rosito y estrenó Tiny en coautoría con Maffia y Pulgarín, con Rizzuti.

Luego de varios años viviendo de su pasión, integró un quinteto formado por Juan Carlos Cobián y, tras su disolución, en 1924 dio el gran salto con el sexteto formado por su hermano Francisco, Pedro Maffia, Luis Petrucelli, Leopoldo Thompson y Antonio De Caro. La agrupación marcó el surgimiento de la "Guardia Nueva", ya que fusionaron el tango arrabalero y clásico con elementos orquestales, que aportaron matices de expresividad sentimental y marcaron la llegada de la música escrita. Ese plus que impregnó en su música le dio un toque sofisticado y su grupo se convirtió en uno de los favoritos de la alta sociedad. Estaba claro que Julio De Caro había revolucionado el tango y no paró.

De Caro se presentó en los escenarios más importantes del mundo, compuso piezas destacas como Todo corazón, Pobre Margot, Boedo, Tierra querido, Flores negras y Loca Bohemia. También incursionó en la actuación en La barra de Taponazo (1932), Petróleo (1940), y El canto cuenta su historia (1976). En 1935, formó una orquesta de 40 profesores para los bailes de Carnaval que organizó la Municipalidad de Buenos Aires en el Teatro Colón y al año siguiente se reconcilió con sus padres al encontrarlos entre el público de La evolución del tango, un concierto que dio junto a la orquesta sinfónica de radio El Mundo en el teatro Ópera.

Los años siguientes, De Caro se dedicó a presentarse con sus orquestas y a seguir componiendo músico. Hasta 1954, cuando decidió retirarse. Luego, hizo algunos trabajos puntuales a pedido, pero gran aporte al tango estaba hecho. Su originalidad y su audacia para hacer cambios en un género que parecía intocable le abrió camino a grandes innovadores que aparecieron más tarde, como Ástor Piazzolla, Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese.