Por Alfredo Rosso(*)

¿Cuándo se termina el cartón pintado de la fama y te das de frente contra tus demonios? ¿Dónde acaba el personaje público y empieza a demandar atención ese otro que conoce nuestros traumas más íntimos, nuestros secretos mejor guardados, nuestras horas insomnes? .

Sin duda varias de estas preguntas debió haberse hecho John Lennon cuando en 1970 explotó la burbuja de los Beatles, la banda que él mismo había fundado –con una ayudita de sus amigos, claro- allá por finales de los años ’50 y que fue mucho más allá de las metas que se habían propuesto sus miembros. No sólo llegaron a lo más alto de los rankings de ventas de discos ("the toppermost of the uppermost", como rugía su grito de batalla en épocas de vacas flacas) sino que pasaron a encarnar las aspiraciones, los gustos y el pensamiento vivo de toda una generación.

Inevitablemente, cuando uno se transforma en un ídolo de millones, en lo que ahora se denomina "rol model", en depositario de las aspiraciones de una enorme masa de coetáneos, más allá de barreras idiomáticas, geográficas, políticas o sociales, algo de uno queda inmerso en el personaje. La tentación, inevitablemente, es creerse uno mismo que es ese personaje.

John Lennon, sin embargo, parecía tener siempre algún tipo de cable a tierra que evitó que se sumergiese del todo en la gran marea de la Beatlemanía y en el concierto de una sola nota de los habituales adulones. Quien observe con un ojo crítico la discografía de los Beatles, y en particular las letras escritas por Lennon, descubrirá bolsones de alienación, soledad e introspección aún en el principio, cuando el mundo de la música "beat", como se la llamaba en aquel entonces, se rendía sin tapujos ni reservas a los pies de los cuatro jóvenes de Liverpool.

En el álbum debut de los Beatles, Please Please Me, detrás de un ritmo vibrante y extrovertido como el de "There’s a place", se escondía una letra de John que era todo lo contrario: "Hay un lugar adonde puedo ir / cuando me siento deprimido / cuando me siento triste / esta en mi mente..." Menos de un año después, en A Hard Day’s Night, aquel álbum que fue en parte banda sonora del primer film del grupo y que tuvo la distinción de ser el primer long-play integrado ciento por ciento con canciones propias, John confesaba en "I’ll cry instead" su dificultad de comunicarse con los demás y su desesperación ante la pérdida de una persona amada: "tengo un complejo que es más grande que mis pies / no puedo conversar con la gente que encuentro [...] si pudiera hacer mi voluntad / haría que me encierren hoy / como no puedo, en lugar de eso voy a llorar..." .

De la misma manera que no debemos fusionar a un actor con su personaje, no hay que caer en la tentación de confundir al protagonista de una canción con su compositor. No obstante, lo cierto es que los sujetos de las canciones de Lennon suenan demasiado creíbles como para pensar en una excesiva distancia crítica entre el creador y su obra.

Tomemos por ejemplo un álbum como Beatles For Sale, aparecido en la cumbre de la Beatlemanía, en diciembre de 1964. Notamos ya desde la portada (unos Beatles cansados y ojerosos) hasta el irónico título "Beatles En Venta", que ni el grupo ni quienes los rodeaban eran ajenos al Frankenstein que habían desatado sobre el mundo de la música pop.

Pero aún en el centro de ese huracán de éxito sin barreras que fueron los treinta y seis meses comprendidos entre la aparición de Please Please Me en 1963 y el concierto final del grupo en Candlestick Park, San Francisco, en agosto del ’66, Lennon manejaba una realidad paralela a la del estrellato masivo. Veamos, por ejemplo, su tema "I’m a loser", justamente, de Beatles For Sale: "... A pesar de que río y actúo como un payaso / detrás de esta máscara tengo el ceño fruncido / soy un perdedor / y he perdido a alguien que quería mucho / soy un perdedor / y no soy lo que aparento ser...".

En el mismo álbum Lennon escribía sobre un muchacho a quien su chica lo deja plantado y –después de tomarse un par de copas- decide irse de la fiesta donde esperaba reunirse con ella, diciendo: "odiaría que se note mi decepción / no hay nada para mí aquí / así que voy a desaparecer...".

Tal vez sea el mismo enamorado que, con una mezcla de despecho y celos, espía a su amada y la ve entrar en su casa de la mano de otro tipo y encima, haciéndose negar, presuntamente por sus padres, cuando él la llama, de allí el título de "No reply" (Ninguna respuesta) que tiene la canción.

A lo largo de los discos de los Beatles se puede seguir las pistas de este otro Lennon, vulnerable y sensible, el lado B del personaje irónico, burlón y siempre con una respuesta mordaz a flor de labios, que asoma en los reportajes y apariciones públicas del grupo.

Otro caso típico es el tema que titula el álbum Help!, otra banda de sonido, en este caso de la segunda película de los Beatles. Allí, directamente, hay un grito de socorro insoslayable: "Cuando era mucho más joven / nunca necesité la ayuda de nadie / pero esos días han pasado / ahora no tengo tanta seguridad en mí mismo...".

Más adelante el personaje habla de una independencia que "parece desvanecerse en la niebla", confiesa sentirse muy inseguro y pide ayuda para poner de nuevo los pies en la tierra.

Estas dudas existenciales se veían potenciadas, un álbum más tarde, en un tema como "Nowhere man" (Hombre de ningún lugar), cuyo protagonista, al decir de la letra, "no tiene puntos de vista, no sabe adonde va / ¿no es un poco como ustedes y como yo?" Lennon también fue decisivo a la hora de concebir el álbum que marcó el gran paso evolutivo en la música de los Beatles, Revolver.

En el single que lo antecedió, "Rain", y en dos temas de ese larga duración, "Tomorrow never knows" y "I’m only sleeping", captamos otra dimensión de John Lennon, un despertar de su conciencia mística, empujado sin duda por las drogas psicodélicas que por entonces empezaron a rodear el campamento Beatle, pero también por una sensación de insatisfacción con las limitaciones del mundo del estrellato pop.

Esta línea de composición alcanzaría un pico de excelencia en "Strawberry Fields forever", nostálgica evocación de un paisaje de la infancia que desemboca en otra reflexión existencialista.

Irónicamente, los años 1967 y 1968 fueron turbulentos para John. En medio del Verano del Amor y mientras el mundo ensalzaba esa obra maestra que fue Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band, Lennon se debatía en su crisis personal, que iba a concluir con el divorcio de Cynthia Powell, la novia de los días de Liverpool, que le había dado a su hijo Julian y el posterior matrimonio con la artista japonesa de avant-garde Yoko Ono, en la cual había descubierto a su alma gemela.

La ruptura con el pasado no fue sencilla, sin embargo, y el viaje de los Beatles a Rishikesh, India, al centro de meditación del Maharishi Mahesh Yogi le sirvió a Lennon como catalizador de deseos y frustraciones largamente contenidos.

No es casual que fuera el detonante de un período inusualmente prolífico, canalizado en el Album Blanco, el disco doble que los Beatles editarían a fines del ’68 y donde Lennon aportó canciones tan personales y reveladoras como "I’m so tired" y "Yer blues", donde confiesa su soledad, su insomnio, su amor desesperado por Yoko y sus ocasionales pulsiones tanáticas.

Quizás el tema más conmovedor de los que llevan su sello en este disco sea "Julia" que es, a la vez, homenaje sentido a su madre y canción de esperanza para su nuevo amor.

Mucho se ha escrito sobre los penosos meses de peleas internas que antecedieron a la disolución de los Beatles, pero –vistos con la perspectiva que dan los años- la ruptura, aunque pudo haber sido en términos más amigables, fue en última instancia la consecuencia de cuatro muchachos que debieron crecer juntos en público y que ahora, en el umbral de la primera madurez, reclamaban el derecho a su individualidad, a dejar de ser "patrimonio público" y de tener que anteceder a su nombre la palabra "Beatle".

Inmediatamente después de la ruptura de abril de 1970, Lennon iba a realizar su gran catarsis pública con su primer álbum post- Beatles, Plastic Ono Band.

A esta altura ya estaba casado con Yoko Ono, y ambos habían decidido encarar una terapia con Arthur Janov, profesional estadounidense que había publicado a fines de los ’60 un libro llamado "El Grito Primal", en el que sostenía que todas las neurosis provenían de falta de amor paterno. Su terapia consistía en alentar al paciente a "gritarle" a sus padres ausentes, en un intento de exorcizar sus fantasmas.

John y Yoko se entusiasmaron tanto con el libro que le escribieron a Janov, proponiéndose como pacientes. Janov aceptó tratarlos con la condición de que siguieran estrictamente sus instrucciones, entre las cuales figuraban el dejar de fumar, tomar alcohol y consumir drogas.

Veinticuatro horas antes de su llegada, debían aislarse en cuartos separados y esperarlo, sin televisión, radio o teléfono a mano y sin nada para leer. La idea era quebrar las reservas del paciente para alentarlo a abrirse.

John y Yoko declararon más tarde que se habían pasado días enteros llorando después de semejante experiencia. Al tiempo, viajaron a Estados Unidos para seguir la terapia en el Instituto que Janov tenía allí.

Y aunque no completaron el curso completo de sesiones, John y Yoko volvieron muy motivados a Inglaterra y Lennon se abocó a componer las canciones que formarían el disco debut de la Plastic Ono Band, al tiempo que Yoko Ono iba a realizar un álbum paralelo con sus propias canciones, los mismos músicos, y nombre y tapa similares.

Plastic Ono Band no es un disco sencillo de escuchar pero es precisamente la cruda intensidad que transmite la catarsis pública de Lennon lo que atrapa al oyente y no lo suelta hasta el último surco del disco (o la última secuencia digital, si prefieren...).

Esa mezcla de sensaciones, donde conviven la angustia y el alivio de dejar de ser Beatle John, el quiebre de la fantasía idealista de los ‘60, sus fantasmas del pasado (el abandono de su padre y la muerte prematura de su madre), todo ese bagaje emocional que John arrastraba fue volcado en este álbum.

En contraste con la sofisticación del sonido de su ex-grupo, eligió una instrumentación austera: él mismo en guitarra, el bajo de Klaus Voorman y la batería de Ringo y algún piano ocasional rodeando su voz.

Plastic Ono Band tiene grandes canciones. En "Mother" Lennon encara de frente sus traumas de la infancia; en "Isolation" relata la sensación de vivir aislado del mundo junto a Yoko, "I found out" era una diatriba contra los oportunistas y los delirantes que lo rodeaban por su condición de famoso, mientras que "Love" plasmaba en canción simple y emotiva su amor por Yoko.

Siempre le tuve especial afecto a "Working class hero", que si bien es, en principio, una ácida crítica a las hipocrecías del sistema de clases inglés, varias líneas del tema tienen resonancias universales: "En cuanto nacés te hacen sentir chiquito / te quitan el tiempo en vez de dártelo todo / hasta que la pena es tan grande que ya no sentís más nada. [...] Te lastiman en casa y te pegan en la escuela / te odian si sos inteligente y desprecian a los tontos / hasta que estás tan jodidamente loco / que no podés seguir sus reglas [...] Te mantienen dopado con religión, sexo y TV / y vos te creés tan vivo, por encima de las clases sociales, y tan libre / pero sos un pichi boludo, hasta donde puedo ver...

Al final del disco aparecía otro de los temas claves, "God", donde Lennon se despojaba de los mitos y supersticiones acumulados a través de los años –políticos, religiosos, musicales- a la vez que acuñaba su famosa frase: "el sueño terminó".

Un sueño terminaba, es verdad. Pero a la vez continuaba la realidad de un artista consustanciado con su lugar y su tiempo.

John se mudó con Yoko a Nueva York y los primeros años ’70 lo vieron acuñar discos notables como Imagine y Mind Games, a la vez que se involucraba en varias causas sociales y políticas que lo pusieron en la mira de los sabuesos del FBI de la administración Nixon.

Lennon salió airoso del asedio y consiguió su tarjeta verde de residente. Después de esa etapa de alto perfil público, dedicó la última parte de la década a criar junto a Yoko a su nuevo hijo varón, Sean.

Un acto criminal absurdo puso fin a la vida de John Lennon en 1980, justo cuando regresaba a la actividad musical con el álbum Double Fantasy. Pero, aunque parezca un lugar común decirlo, toda su obra suena tan relevante y fresca hoy como cuando fue compuesta. Esa voz, ese fuego. en suma: esa hirviente pasión que resuena en sus canciones no se encuentra todos los días... Y se extraña.

(*) Conductor de "La Casa del Rock Naciente" por FM Rock & Pop, domingos de 22:00 a 24:00.