Hijo de inmigrantes italianos, Héctor Panizza nació el 12 de agosto de 1875 en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires y, a muy temprana edad, descubrió su pasión por la música. Su papá, Giovanni Grazioso, era chelista y compositor y al ver las habilidades que había heredado su hijo, no dudó en mandarlo a estudiar en un conservatorio Giuseppe Verdi, de Milán.

Durante su estadía en el “viejo continente”, Ettore -como lo conocían allá- se formó con los mejores músicos de su generación en piano, composición y dirección de orquesta. Vincenzo Ferrari, Amintore Galli y Giuseppe Fugatta, fueron algunos de los tantos artistas consagrados que reconocieron su talento y lo ayudaron a pulirlo hasta que se convirtiera en uno de los máximos directores de ópera del siglo XX.

En 1897, a los 22 años, Héctor compuso “Il fidanzato del mare” y empezó a tener cierto reconocimiento en Europa que dos años más tarde lo llevaría a debutar como director en Roma. Siguió avanzando a paso firme en su carrera como compositor y en 1900 se destacó con “Medioevo Latino”. La fama y el reconocimiento que fue adquiriendo en su juventud lo llevó a recorrer los escenarios más importantes del mundo: La Scala, de Milán, el Covent Garden, de Londres, y el Metropolitan Opera, entre otros. Pero, sin lugar a dudas, el hito de su carrera lo logró en el mítico teatro Colón.

A pedido del gobierno argentino, Panizza creó nada menos que la primera ópera nacional: “Aurora”, con el libreto del italiano Luigi Illica. En ella, relata la trágica historia del patriota Mariano, quien se enamora de Aurora, hija del jefe español Don Ignacio, y lucha por la independencia nacional. Además, el nombre hace referencia a la aurora de la Revolución de Mayo. La pieza musical logró conmover a los argentinos y le dio origen a la popular canción a la bandera, ya que su objetivo era exaltar los valores patrióticos.

La presentó en Buenos Aires el 5 de diciembre de 1908 en el estreno del edificio actual del Colón, junto al tenor Amedeo Bassi y forjó en su tierra natal la fama de una figura destacada de su generación. Su creación forma parte del ADN de los argentinos y está presente en cada homenaje al máximo símbolo patrio. Sin embargo, con el paso del tiempo, la fama del talentoso “Ettore” se fue desdibujando. Eso sí, a nivel internacional sigue siendo recordado como uno de los máximos exponentes del siglo pasado.