Fontanarrosa, el hombre que revolucionó el humor gráfico
Escritor y dibujante, "El Negro" dejó su huella en la cultura popular y futbolera argentina. Y en su honrar, cada 26 de noviembre se celebra el "Día del Humorista Gráfico Argentino".
Por Belén Canonico
Roberto Fontanarrosa es sinónimo de cultura popular, de risas, de la pasión por el fútbol y un emblema de ese sentimiento bautizado como "argentinidad". Nacido y criado en Rosario, Santa Fe, "El Negro" descubrió su talento por el dibujo a temprana edad, aunque en un principio no estaba en los planes de su familia que se convirtiera en escritor y humorista gráfico.
"La perspectiva de que fuera dibujante de historieta era similar a ser astronauta", describe Horacio Vargas en "El Negro Fontanarrosa: la biografía". Pero más allá de lo ridículo e inconcebible que parecía su deseo para la época, a fines de la década del sesenta, unos años después de abandonar el colegio secundario con orientación industrial al que lo habían mandado sus padres, Berto y Rosita, con la esperanza de que se abocara al dibujo técnico, el rosarino dio sus primeros pasos como humorista gráfico en las revistas Boom, Zoom y Deporte 70. Y más tarde comenzó a publicar Hortensia, Satiricón y Clarín.
No le costó demostrar que tenía un talento único, caracterizado por su rapidez y la sensibilidad para percibir hasta los detalles más ínfimos para retratar a la perfección la idiosincrasia argentina, por medio de la ironía y el humor negro. Sus tiras más importantes fueron sin dudas las de "Boogie el aceitoso" y las aventuras del gaucho "Inodoro Pereyra", siempre acompañado por su perro Mendieta.
Publicó recopilaciones de historietas, novelas, cuentos y trabajó en cine como autor, guionista e intérprete. Y en más de una oportunidad sacó a relucir su amor por el fútbol y por Rosario Central, el club de sus amores. "Si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisión de los partidos de fútbol", solía decir. Y bromeaba sobre las virtudes de su tierra: "Los rosarinos somos creativos, a falta de paisaje Rosario tiene lindas minas y buen fútbol. ¿Qué más puede pretender un intelectual?" .
Era habitué del bar El Cairo, donde cada tarde ocupaba "la mesa de galanes" y captaba la atención de los presentes con sus historias. Y con el mismo desenfado que hablaba en ese mítico local del centro rosarino, en 2004 fue uno de los expositores del III Congreso Internacional de la Lengua Española, en que el que habló de "las malas palabras".
Dos años más tarde de su recordado discurso, fue diagnosticado con una esclerosis lateral amiotrófica y de poco se fue alejando de sus pasiones. La enfermedad avanzó tan rápido que a los pocos meses dejó de dibujar porque había perdido el control de su mano izquierda. Sin embargo, seguía lúcido y ácido como siempre, razón por la que continuó escribiendo guiones para sus historietas, que quedaron en manos de su colega Crist. Pero finalmente, el 19 de julio de 2007 falleció tras sufrir un paro cardiorrespiratorio, derivado de una insuficiencia respiratoria aguda.
"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro", decía el escritor y claro que logró lo que se propuso. Su obra forma parte del ADN de nuestro país y revolucionó el humor gráfico de tal manera que desde 2015, cada 26 de noviembre se celebra el "Día del Humorista Gráfico Argentino" en conmemoración a su nacimiento.