El pianista Leo Caruso presentó Noir: la música como antídoto en tiempos oscuros
Ofreció un show ecléctico en el que hubo blues, jazz, tango y rock roll. Es su segundo trabajo desde el lanzamiento de Colores primarios
Vivimos tiempos oscuros. Las cicatrices que dejó la pandemia, los efectos adversos de la guerra entre Ucrania y Rusia, y una economía global enclenque y desigual, que se siente con especial énfasis en la Argentina, son apenas algunos de los grandes problemas que nos aquejan. En ese contexto, el pianista Leo Caruso encuentra un salvoconducto a través de la música. En su última obra, que acaba de lanzar y terminará de hacerlo el año próximo, presenta un concepto retro acorde a estos días. “Noir se refiere a una multiplicidad de temas que se cruzaron en este proceso creativo, por los oscurísimos tiempos que estamos viviendo. Además, como hago música para cine, soy amante de la estética de ese tipo de arte”, explica Caruso en el inicio del show en Rondeman, en el Abasto.
Caruso aparece en escena con una formación que incluye una poderosa sección de vientos, y ofrece un show ecléctico en el que pasea a la audiencia por un repertorio variado de temas de blues, jazz, tango y rock & roll, de Ray Charles y Nat King Cole, a los Beatles y Charly García. “Me cago en los géneros”, expresa el artista para justificar el armado de su repertorio.
El pianista comienza con dos temas de Ray Charles, I’ll Drawn in My Own Tears y Hallelujah I Love Her So, con los caños ventilando el sonido y desplegando cierto espíritu de Nueva Orleans sobre la sala. Luego hace un repaso histórico sobre el cine Noir y explica las migraciones hacia el norte de los negros del sur de los Estados Unidos y como eso cambió el panorama musical de los Estados Unidos. Ahora, en formato trío, interpreta Route 66, inspirada en Nat King Cole, y Driftin’ Blues, de Charles Brown. De los años cuarenta, marcados por la Segunda Guerra Mundial, salta a la década del setenta y el piano alcoholizado de Tom Waits con San Diego Serenade.
Tras interpretar The Same Blue Rain, un tema propio, de su álbum anterior Colores Primarios, presenta el primero de los tres temas de Noir que lanzó por plataformas: One For My Baby, One More For The Road, una canción escrita por Harold Arlen y Johnny Mercer en 1943, que interpreta solo al piano. “Es una confesión de borracho, de otra noche en un bar perdido, en la que uno le revela a un desconocido secretos íntimos que nunca le contó ni a los amigos”, grafica antes de aporrear los primeros acordes. Otra vez con el trío sigue con Garúa, de Troilo y Cadícamo, un tango que interpreta con espíritu de blues, y todo se tiñe de gris… bien Noir.
“Siempre digo que el que toca solo Beatles no tiene cabeza y el que no toca nada de los Beatles no tiene corazón”, anuncia antes de invitar de nuevo al escenario al trompetista Matías Bahilo para una versión jazzeada de For No One. De a poco la banda se va repoblando. Los caños ganan su lugar y la guitarra de Ariel Zafra le da ese toque eléctrico del que prescindió en buena parte del show.
Caruso sigue como un viejo storyteller contando breves historias de las canciones. Y encadena Cry Me a River, Canción de 2x3, de Charly García, y una versión demoledora y muy personal de Gente sin swing, de Fito, la tercera y última del adelanto de Noir. En el final, el pianista se lanza al abismo del rock & roll clásico con una versión doble de Hound Dog, primero como la interpretaba Big Mama Thornton y luego como lo hacía Elvis. Los músicos se despiden pero, ante la insistencia del público, vuelven con una más: Tutti Frutti de Little Richard.
Con una voz que por momentos alcanza registros notables, gran manejo del escenario y unos arreglos exquisitos, Caruso se adueña de una noche única. Y como esos doctores itinerantes de aquellos Minstrels shows ofrece su música como antídoto contra todos los males.