El ojo del arte: La Saturnalia, la obra que sobrevivió a la brutalidad de la dictadura
Una réplica de la escultura de Ernesto Biondi de mediados del siglo XIX padeció la crueldad y el fanatismo de conservadores y militares. Pasó años tapada por estiércol, pero ahora despliega todo su esplendor en el Jardín Botánico.
Parte de la historia de La Saturnalia resume el desprecio por la libertad, la vida y el arte que tuvo la última dictadura cívico militar. La obra, que es una copia fiel y única de la original creada por el artista Ernesto Biondi, permaneció poco más de tres años cubierta de estiércol, oculta en una caballeriza de Costanera Sur, porque los militares la consideraron obscena. Con el retorno de la democracia fue rescatada y emplazada en el Jardín Botánico donde recuperó su esplendor.
Pero la historia de la obra es mucho más rica y tampoco exenta de otros vaivenes. Ernesto Biondi trabajó más de diez años en la pieza original y la exhibió por primera vez en la Exposición Universal de París de 1900. La Saturnalia tuvo una buena aceptación del público, aunque rodeada por una gran controversia debido a lo que mostraba. El escultor argentino Hernán Cullen Ayerza, quien también se desempeñó como abogado y diplomático, la adquirió en 1907, cuando era secretario de la Embajada argentina en Roma. Como había estudiado con Biondi, le propuso a éste realizar una réplica para vendérsela a la Municipalidad de Buenos Aires, de cara a los festejos por el centenario de la patria.
Luego de un arduo trabajo, la obra, que fue reproducida a la cera perdida, llegó al puerto de Buenos Aires el 14 de febrero de 1910, pero permaneció dos años en la Aduana, “porque no contó con el apoyo de los funcionarios porteños debido a su temática”, explica el Gobierno de la Ciudad en su página oficial.
Cullen Ayerza no se resignó: si la Ciudad no la quería, él sí. Entonces la emplazó en el jardín de su residencia de la calle Esmeralda. La réplica permaneció allí durante más de cuarenta años. El artista y diplomático murió en 1957 y, tal como dejó asentado en su testamento, La Saturnalia fue donada al Museo de Bellas Artes en Buenos Aires.
Hubo cuestiones burocráticas que otra vez la relegaron a un depósito. Recién en 1963, durante la presidencia de Arturo Illia, la obra recaló en el Club Ciudad de Buenos Aires, hasta que la dictadura la trasladó, en 1976, al Centro Cultural General San Martín, y cinco años más tarde la tapó de estiércol. En 1984 fue rescatada de su confinamiento y quedó ubicada en el Botánico, mientras que la original está en la Galería de Arte Moderno en Roma.
La obra, de estilo clásico del romanticismo italiano de fines del XIX, recrea la fiesta anual que se realizaba en la antigua Roma en honor a Saturno, el dios de la agricultura, evento en el que se cometían todo tipo de excesos. Cuenta con inscripciones en latín de San Jerónimo (“Lloro la muerte en todo el mundo, el Imperio Romano desaparece”) y del poeta romano Juvenal (“Ha hecho más vencidos, la lujuria, que las armas crueles” y “Conviene estar fuerte ante los emperadores y si en la adversidad, se cae bajo la presión de ellos, no conviene dirigirse a Roma”).
La Saturnalia sobrevivió al paso del tiempo, la crueldad y el fanatismo. Pero más allá de sus penurias, sus años sombríos y el olvido, como decía John Keats, “una obra de arte es un gozo eterno”.